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El riesgo que no tomaré

Michael Bloomberg no contenderá por la presidencia de Estados Unidos y éste es el texto con el cual el exalcalde de la ciudad de Nueva York presentó las razones para no participar.

Los estadounidenses enfrentamos hoy el profundo desafío de preservar nuestros valores comunes y promesa nacional.

El estancamiento de los salarios en casa y nuestra menguante influencia en el exterior han dejado a los ciudadanos molestos y frustrados. Y pese a ello, Washington, D.C. no ofrece nada más que parálisis y acusaciones partidistas. 

Peor, los actuales candidatos presidenciales ofrecen chivos expiatorios en lugar de soluciones, y están prometiendo resultados que posiblemente no podrán cumplir. En lugar de explicar cómo lograrán quebrar la fiebre del partidismo que está inmovilizando a Washington, están elevando la apuesta a la disfunción.


Durante el curso de la historia de Estados Unidos, ambos partidos han tendido a la nominación de candidatos presidenciales cercanos al centro y construidos desde esa posición. Pero esa tradición puede estar rompiéndose. El extremismo está en marcha, y a menos que lo frenemos, nuestros problemas domésticos y foráneos empeorarán.

Muchos estadounidenses están comprensiblemente consternados por esto, y yo comparto sus preocupaciones. Los candidatos demócratas punteros han atacado políticas que han estimulado el crecimiento y la oportunidad durante el gobierno del presidente Bill Clinton -apoyo al comercio, escuelas autónomas, reducción del déficit y el sector financiero. En tanto, los aspirantes republicanos líderes han cuestionado políticas que han estimulado el crecimiento y la oportunidad con el presidente Ronald Reagan, incluyendo la reforma migratoria, compromisos sobre impuestos y la reforma a los programas de ayuda social, y el respaldo a presupuestos bipartidistas. Y ambos impulsaron al país de forma importante.

En los últimos meses, muchos ciudadanos me han instado a contender por la presidencia como independiente, y algunos a los que no les gustan los candidatos actuales han dicho que es mi deber patriótico hacerlo. Aprecio sus llamados, y me he tomado la propuesta con seriedad. La fecha límite para responder es ahora debido a los requisitos para aparecer en la boleta.

Mis padres me enseñaron la importancia de retribuir, y el servicio público ha sido una parte importante de mi vida. Después de 12 años como alcalde de la Ciudad de Nueva York, conozco los sacrificios personales que las campañas y los puestos de elecciones demandan, y gustosamente los haría de nuevo con el fin de ayudar al país que amo.

Siempre me he sentido atraído por los desafíos imposibles, y ninguno es hoy más grande o más importante que acabar con la guerra partidista en Washington y hacer que el gobierno trabaje para el pueblo estadounidense -no para los cabilderos y donadores de campañas políticas. Concretar este cambio requerirá la elección de líderes que estén más enfocados en obtener resultados que en ganar la reelección, que tengan experiencia en la construcción de pequeñas empresas y la creación de empleos, que sepan cómo balancear los presupuestos y administrar organizaciones grandes, que no estén atados a intereses especiales -y que sean honestos con el público todo el tiempo. Estoy orgulloso de que algunos piensen que yo puedo ofrecer este tipo de liderazgo.  

Pero cuando miro los números es evidente para mí que si entrara a la competencia, no podría ganar. Creo que podría ganar un número de diversos estados -pero no lo suficiente para obtener los 270 votos electorales necesarios para ganar la presidencia. 

En una carrera entre tres, difícilmente algún candidato ganaría una mayoría de votos electorales, y entonces el poder de elegir al presidente sería arrebatado de las manos del pueblo estadounidense y dejado en el Congreso. La realidad es que, aunque obtuviera la mayoría de los votos en las urnas y la mayor parte de los votos electorales, la victoria sería muy poco probable debido a que la mayoría de los miembros del Congreso votarían por el candidato de su partido. Los incondicionales en el Congreso -y no el pueblo estadounidense o el Colegio Electoral- definirían al próximo presidente. 

Como se presenta la contienda en este momento, con los republicanos al mando de ambas cámaras, hay una posibilidad importante de que mi candidatura pueda llevar a la elección de Donald Trump o el senador Ted Cruz. Ese es un riesgo que no puedo tomar por ningún motivo. 

He tratado al señor Trump en ocasiones durante muchos años, y siempre lo hemos hecho en términos amistosos. Incluso acepté participar en "The Apprentice" -dos veces. Pero él encabeza la campaña presidencia más divisiva y demagógica que recuerde, aprovechándose de los prejuicios y los miedos de la gente. Abraham Lincoln, el padre del Partido Republicano, apeló a nuestros "mejores ángeles". Trump apela a nuestros peores impulsos. 

Amenazar con prohibir la entrada de musulmanes extranjeros a nuestro país es una afrenta directa a dos de los valores fundamentales que dieron lugar a nuestra nación: tolerancia religiosa y la separación entre Iglesia y Estado. Atacar y prometer la deportación de millones de mexicanos, emular la ignorancia de los supremacistas blancos y amagar a China y Japón con una guerra comercial también son peligrosamente equivocados. Estas medidas nos dividirían en casa y comprometerían nuestro liderazgo moral alrededor del mundo. El resultado final envalentonaría a nuestros enemigos, amenazaría la seguridad de nuestros aliados y pondría en riesgo a nuestros militares. 

La indulgencia del senador Cruz sobre inmigración podría carecer del exceso retórico de Trump, pero no es menos extremista. Su renuencia a oponerse a la prohibición de extranjeros con base en su religión podría ser menos rimbombante que la postura de Trump, pero no es menos divisiva. 

No podemos "hacer a Estados Unidos grande otra vez" dándole la espalda a los valores que nos convirtieron en la nación más grandiosa del mundo en primer lugar. Amo demasiado a nuestro país como para participar en la elección de un candidato que debilitaría nuestra unidad y oscurecería nuestro futuro -y tampoco participaré en la contienda por la presidencia de Estados Unidos. 

De cualquier modo, tampoco me quedaré callado respecto a la amenaza que el extremismo partidista que supone para nuestra nación. No estoy listo para respaldar a ningún candidato, pero seguiré llamando a todos los votantes a rechazar posturas divisivas y a exigir que los candidatos ofrezcan ideas inteligentes, específicas y realistas para superar las divisiones, resolver problemas y darnos el gobierno honesto y capaz que nos merecemos. 

Para la mayoría de los estadounidenses, la ciudadanía requiere un poco más que sólo pagar impuestos. Pero muchos han dado sus vidas para defender nuestra nación -y todos nosotros tenemos una obligación como votantes de defender los principios y las ideas que, como dijo Lincoln, representan "la última gran esperanza de la Tierra". Espero y oro por que yo lo esté haciendo.

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