Monterrey

El reflejo de nuestra realidad

OPINIÓN. Como escribiera Carlos Fuentes “Una revolución empieza a hacerse desde los campos de batalla, pero una vez que se corrompe, aunque siga ganando batallas militares, ya está perdida.”

En los últimos ochos años, los neoloneses hemos enfrentado como sociedad grandes y complejos retos. La inseguridad en forma de delincuencia organizada, secuestros y asesinatos han dejado una profunda huella en nuestra realidad. Pero estas actividades delictivas tienen su epicentro en la rampante corrupción que ha imperado en las últimas décadas en Nuevo León.

Del "laissez faire" económico pasamos al "dejar hacer, dejar pasar" en lo político. Interiorizamos la idea de que para avanzar teníamos que tranzar pagando moches a los agentes de tránsito, a las autoridades que otorgan permisos para operar negocios y para ganar licitaciones. Y esta devoción por no cumplir el Estado de Derecho permite que en todos los niveles y en cualquier ámbito, la ley no sea otra cosa más que letra muerta.

Lejos de los penales de Topo Chico y de Apodaca, la ciudadanía libra una guerra permanente contra la inseguridad y la corrupción.

Tal vez la última batalla que ganó la ciudadanía en Nuevo León fue la decisión de elegir un candidato independiente a la gubernatura. Una vez más los ciudadanos, seducidos por el canto de las sirenas de las candidaturas independientes, decidieron darle una oportunidad histórica a nuestra democracia para oxigenar y tratar de solucionar la compleja problemática que representan la corrupción y la inseguridad en nuestra entidad.

De esta forma, llegaron al Palacio de Cantera hombres y mujeres con muy buenas intenciones las cuales, hasta el día de hoy, no se han traducido en planes concretos. Jaime Rodríguez se ha convertido en la estrella de moda de las candidaturas independientes y como tal, realiza giras nacionales e internacionales para compartir sus buenas prácticas de mercadotecnia y de paso, hacer campaña política para lo que se ofrezca en el 2018. Pero hasta el momento seguimos sin proyecto, sin ideas y sin rumbo.

Como escribiera Carlos Fuentes "Una revolución empieza a hacerse desde los campos de batalla, pero una vez que se corrompe, aunque siga ganando batallas militares, ya está perdida." Y a escasos cuatro meses de que la revolución ciudadana confiara en Jaime Rodríguez, nos enteramos que la corrupción continúa, con acciones como la compra de colchas a una empresa que vende de todo y con precios muy por encima de su valor en el mercado.

Sabemos que transformar una comunidad no es producto del realismo mágico de una novela de Gabriel García Márquez. Y aunque la ciudadanía ya demostró una madurez cívica impresionante, pareciera que en el Palacio de Cantera se niegan a terminar con la corrupción, la impunidad, las mafias, el cobro de derecho de piso y las extorsiones. Faltan acciones y sobran omisiones.

Los hechos en el penal del Topo Chico son el reflejo del terrible sistema que impera en nuestra sociedad, donde reinan la corrupción y la impunidad. Sabemos que Jaime Rodríguez no puede arreglar Nuevo León en un día, pero, en estos cuatros meses de gobierno ¿se pudieron prevenir estos hechos?. La muerte de 49 personas en el penal del Topo Chico nos ubica en la realidad de una manera desgarradora. Hay que ponerse a jalar porque se ocupa y definitivamente, hay bastantes retos por delante.

Pareciera que, para logar la transparencia, la eficiencia y la rendición de cuentas no es suficiente cambiar los partidos políticos por políticos independientes. Todavía falta mucho por hacer.


* El autor es politólogo por el Tecnológico de Monterrey; consultor político de la firma internacional Global Nexus y cursa sus estudios de posgrado en la Universidad de Wisconsin.

Esta es una columna de opinión. Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad únicamente de quien la firma y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.

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