Financial Times

Rusia incinera comida de contrabando

En Rusia, donde más del diez por ciento de la población vive por debajo del umbral de pobreza, se ha iniciado la confiscación y destrucción de toneladas de carnes, lácteos y productos agrícolas de contrabando debido a un decreto firmado por Vladimir Putin, presidente del país.

A un año de haber iniciado el embargo sobre los productos alimenticios occidentales, Rusia ha lanzado una polémica campaña para destruir toda la carne, los productos lácteos y los productos agrícolas de contrabando, utilizando incineradores, camiones de volteo, rodillos y picadoras de carne.

Tres agencias federales comenzaron a confiscar y quemar cientos de toneladas de queso, frutas y otros productos ilícitos, actuando según un decreto firmado por Vladimir Putin. Los incineradores para destruir comida se han colocado en los puntos fronterizos rusos desde Kaliningrado en el oeste hasta San Petersburgo en el norte y Altái en el este.

A media tarde de ayer, el organismo de control agrícola de Rusia anunció que ya había destruido 55 toneladas de melocotones, nectarinas y tomates en Smolensk; 20 toneladas de queso en Orenburg; y nueve toneladas de queso en Belgorod.

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En Moscú, la agencia dijo que incautó 28 toneladas de productos cárnicos procedentes de Canadá, los Países Bajos y Alemania, y 28 toneladas de manzanas y tomates polacos.

"Este trabajo se realizará todos los días. No se trata de una campaña de una sola etapa – esto es un trabajo serio", dijo Alexei Alekseenko, diputado del organismo de control agrícola, a una emisora de radio rusa.

Svetlana Zaporozhchenko, una portavoz del organismo de control, describió cómo las nueve toneladas de queso embargadas, que se encontraron sin etiquetas de identificación, habían sido destruidas con un rodillo en un área de prueba especial junto a la frontera con Ucrania. "Se ha completado la destrucción", dijo a la agencia rusa de noticias Interfax. "Los productos destruidos serán enterrados".

Aunque a la campaña contra los alimentos ilícitos se le conocía en broma como una guerra contra el prosciutto y el queso parmesano, ha tomado matices más siniestros con la nueva campaña de destrucción.

Un diputado de la Duma, y perteneciente al partido ruso favorable al Kremlin, ha propuesto un nuevo proyecto de ley que convertiría la importación de productos alimenticios sancionados a Rusia en un delito penal castigado con una pena de prisión de hasta 12 años, mientras que un grupo de jóvenes vigilantes ha comenzado a realizar redadas en supermercados rusos en busca de productos europeos y estadounidenses prohibidos.

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La campaña también ha generado preguntas acerca de la destrucción intencional de alimentos en un país donde más de la décima parte de la población vive por debajo del umbral de la pobreza y muchos sufrieron la hambruna de la Segunda Guerra Mundial y la escasez de alimentos durante la era soviética.

"No entiendo cómo un país que sufrió la hambruna terrible durante la guerra y los años posteriores a la revolución puede destruir productos alimenticios", escribió Vladimir Soloviev, un presentador de televisión e incondicional defensor del Kremlin, en Twitter.

Más de 270 mil personas han firmado una petición en línea en el sitio web change.org pidiendo que no se destruya la comida, sino que se distribuya a los pensionados, veteranos y discapacitados.

Bajo el nuevo decreto de Putin, las autoridades rusas tienen ahora el derecho de destruir cualquier alimento sancionado que haya logrado llegar a restaurantes o tiendas de abarrotes, cerrando una laguna previa en el embargo que declaraba ilegal introducir en Rusia los productos alimenticios sancionados, pero no venderlos una vez que habían llegado.

"El decreto presidencial surtirá efecto, y debe hacerse cumplir", dijo el portavoz del Sr. Putin, Dmitry Peskov, a la prensa, y señaló que no estaba claro si todos los 270 mil firmantes eran realmente rusos.

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Rusia prohibió la mayoría de los productos agrícolas, carne y productos lácteos europeos y estadounidenses en agosto pasado en represalia contra las sanciones occidentales. Concebida como una iniciativa de dos vías tanto para castigar Occidente como para aumentar su maltrecha industria agrícola, el embargo ha tenido un efecto mixto.

Algunos productores locales de alimentos se han beneficiado de la prohibición del comercio, pero los consumidores han sufrido los crecientes precios de los alimentos básicos, a causa de la falta artificial de oferta. Mientras tanto, los productos alimenticios sancionados siguen infiltrándose al país — a menudo a través de Bielorrusia, que tiene una frontera comercial abierta con Rusia.

Por ejemplo, hace poco tiempo, durante una cena en un nuevo restaurante griego en Moscú, un camarero sacó dos ensaladas coronadas por generosas porciones brillantes de halloumi frito. Según dijo, el queso era de Grecia. Pero cuando se le preguntó detalladamente cómo había logrado burlar las restricciones aduaneras rusas, objetó. "Mi trabajo es solamente traerlo a la mesa".

Andrei Nesterov, gerente del restaurante, que es propiedad del restaurador simpatizante del Kremlin, Arkady Novikov, afirmó rápidamente en una entrevista posterior que el mesero se había equivocado. "Les decimos a nuestros clientes que es griego, pero eso no es totalmente correcto — es de los suburbios de Moscú", insistió.

Alexei Zimin, copropietario del restaurante moscovita Dom 12, dijo que algunos propietarios de restaurantes habían encontrando maneras de burlar la prohibición, pero que con la medidas recientes es menos probable que lo hicieran.

"Es como fumar marihuana", dijo. "Puedes encontrarla, pero es tan difícil de conseguir, que es mejor tomar vino".

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