Financial Times

Pasajeros aéreos mantienen la calma a pesar de incidentes

En su reunión general anual en junio, la Asociación de Transporte Aéreo Internacional llamó a que se tomen medidas con respecto al “aumento de la cantidad de percances a bordo de aeronaves”.

La industria de las aerolíneas comerciales celebró su centenario este año – en 1914, el primer vuelo comercial del mundo cruzó la bahía de Tampa, Florida. Sin embargo, parece que incluso después de 100 años, muchos pasajeros y algunos ejecutivos de aerolíneas todavía no saben comportarse.

En agosto, un vuelo de United Airlines entre Newark y Denver tuvo que aterrizar en Chicago después de que una pasajera le arrojó agua a un hombre que estaba usando un protector para las rodillas para evitar que ella reclinara su asiento.

Este mes, viajeros chinos, molestos por sus asientos en un vuelo de Thai AirAsia, le lanzaron agua caliente y fideos a un asistente de vuelo y amenazaron con hacer explotar el avión, informó Associated Press.

Y Cho Hyun-ah, vicepresidenta de Korean Air e hija del presidente de la empresa, tuvo que dimitir después de que ordenó que un vuelo volviera a la terminal en Nueva York porque estaba enfurecida debido a que un sobrecargo le sirvió nueces de Brasil en una bolsa y no en un plato.

En su reunión general anual en junio, la Asociación de Transporte Aéreo Internacional (IATA) llamó a que se tomen medidas con respecto al "aumento de la cantidad de percances a bordo de aeronaves".

¿Acaso volar se ha vuelto realmente una actividad tan incivilizada? IATA insiste que sí – los informes de sus aerolíneas miembros muestran un aumento de casos con pasajeros insubordinados desde 2007. Los datos parciales de 2013 muestran que hubo más de 8 mil percances.

Sin embargo, las cifras de la IATA se basan en los informes voluntarios que presentan aerolíneas alrededor del mundo. El aumento de la publicidad acerca de este tipo de incidentes podría haber motivado a las compañías aéreas a reportar más de ellos.

Las cifras también incluyen no sólo los desórdenes más graves, como las confrontaciones físicas con miembros de la tripulación u otros pasajeros, sino también las violaciones a las reglas de no fumar y negarse a abrocharse los cinturones de seguridad.

Las cifras de la Administración Federal de la Aviación (FAA) de EU no muestran un aumento en el mal comportamiento de los pasajeros. La FAA dijo que recibió 167 informes de aerolíneas acerca de pasajeros que interfirieron en las labores de los tripulantes en 2013 – muy por debajo del punto más alto de 330 en 2004.

Eso no trivializa la gravedad de los altercados que se producen. El hecho de estar encerrado en una aeronave significa que cada uno de esos pasajeros desordenados afecta a cientos de otros.

Si la Srta. Cho se hubiera comportado así en la sede de su aerolínea, hubiera molestado solamente a un pobre empleado en lugar de controladores aéreos, planificadores de aeropuertos y 250 pasajeros.

El costo de desviar un avión en pleno vuelo a causa de un pasajero fuera de control puede ser alto – hasta 200 mil dólares.

Para combatir el problema, la IATA ha pedido a los gobiernos que ratifiquen el Protocolo de Montreal, elaborado este año con el fin de actualizar el Convenio de Tokio de 1963. El nuevo protocolo facilita el procesamiento de los acusados en el país donde está basada la aerolínea, el país de destino o el tercer país al que se desvió el avión. Tiene razón; se debe castigar a quienes interrumpen los vuelos.

Sin embargo, lo verdaderamente interesante de estos 100 años de la aviación comercial no son las interrupciones, sino lo bien que se llevan los pasajeros y los miembros de la tripulación.

Cada día, millones de personas que no se conocen entre sí se sientan en asientos estrechos, la mayoría con sus codos tocándose, y sus rodillas apachurradas contra asientos potencialmente reclinables.

Para algunos, volar es una parte normal de sus negocios. Otros van a reunirse con sus seres queridos o los están dejando atrás. Algunos van a lugares desconocidos para estudiar. Otros están emigrando. O quizás viajan para encontrarse con sus nietos por primera vez, o para enterrar a sus padres. Para muchos, esas noches surcando monótonamente el cielo son momentos de oscura reflexión. Algunos beben más de lo que deberían.

A lo largo de sus vuelos, los movimientos de los pasajeros están restringidos a la caminata ocasional por pasillos estrechos hasta los baños, y para ello tienen que enfrentarse con los carritos de las bebidas y otros pasajeros, también.

Duermen en compañía de desconocidos. Se alimentan de acuerdo con el horario de la línea aérea, no los suyos. Los fumadores se ven privados de la nicotina. El año pasado, 3.1 mil millones de personas volaron en las líneas aéreas del mundo, lo que equivale a casi la mitad de la población del planeta. Esos 8 mil pasajeros agresivos o indisciplinados, por más desagradables que puedan ser, llenarían menos de la mitad del Madison Square Garden de Nueva York o el O2 Arena de Londres.

El hecho de que casi todos los otros miles de millones de pasajeros se lleven tan bien es un tributo, en este año del centenario de la aviación, al buen manejo de las aerolíneas – y a la decencia y moderación de todos ellos.

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