Hace un par de semanas leí en El País la historia de los herederos de BMW, publicada a propósito de la reciente muerte de Johanna Quandt, la matriarca de la familia más rica de Alemania. Además de dar cuenta del bajo perfil con el que se han manejado los dueños de la firma automotriz y de contar cómo amasaron una fortuna que hoy se calcula en 31 mil millones de euros, retrata con detalle el perfil de Susanne Klatten. Esta heredera no sólo se involucró a fondo en la armadora de coches, sino que tomó las riendas de la farmacéutica Altana y la convirtió en una de las más importantes de Europa. Susanne Klatten (52 años) es hoy la mujer más rica de Alemania. Hasta el 2008, su historia se había contado sólo en dos contextos: el bajo perfil y su destreza para los negocios. Sin embargo, hace siete años la heredera cayó en las garras de un gigoló suizo que intentó extorsionarla con 50 millones de euros. El relato es digno de una película de Hollywood, pero ese es asunto de Woody Allen o Martin Scorsese En esta columna voy a aprovechar la introducción para hablar de las multimillonarias mexicanas y su rol dentro de las empresas que heredaron o heredarán.
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