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Von Gunten, el artista que rompió con las corrientes impositivas

El artista plástico Roger von Gunten recibirá esta noche la Medalla Bellas Artes. A sus 8 décadas de vida, el pintor suizo nacionalizado mexicano comparte algunas opiniones, recuerdos y vivencias con EL FINANCIERO. 

TEPOZTLÁN, MORELOS.- Aquí pocos saben de su existencia. Este expresivo rincón de calles empedradas y grandes pendientes, donde la numeración de las casas no sigue una secuencia lógica, fue el lugar perfecto para fincar su residencia. La naturaleza y el agradable clima sirven de inspiración al artista plástico Roger von Gunten (1933) para desarrollar su trabajo con gran vitalidad, a sus 80 años.

Esta noche recibirá la Medalla Bellas Artes, reconocimiento que obtuvieron recientemente sus compañeros de la Generación de la Ruptura, Vicente Rojo (2011) y Luis Nishizawa (2013), a quienes dejó de ver hace tiempo. "En los 60 nos veíamos mucho en las exposiciones, después las cosas se complicaron, teníamos diferentes concepciones, pero enemigos, no".

Esa falsa enemistad, aclara, tampoco existió con los grandes muralistas mexicanos.

"Lo que realmente enfrentamos fue la cerrazón de las instituciones culturales para exponer, no con los criterios de la escuela mexicana. Había pintores jóvenes que tuvieron becas en París o Nueva York. El lema no era de ruptura, sino de abrirnos paso, yo era recién llegado y me pude acomodar en este movimiento con mucha suerte", señala.
Fue justo en 1957 cuando llegó a esta tierra para poder apreciar el trabajo de los artífices del muralismo nacional.

"Lo que me motivó fue un artículo de Max Frisch, un escritor suizo, sobre la arquitectura y los murales que se habían pintado en Ciudad Universitaria". En su natal Zúrich estaban impactados por esa particular mezcla de arte.

Claro que a sus 24 años también influyó ese espíritu aventurero por querer conocer otro continente. "En realidad lo que quería hacer era recorrer toda la Carretera Panamericana hasta la Patagonia", dice.
Entonces no tenía auto propio, tuvo que abordar autobuses. El dinero se le terminó y cuando llegó a la capital mexicana confiesa que se sintió cautivo. "Me quedé en México fascinado por el país y sus habitantes", afirma con su español entrecortado.

Consiguió trabajo en una galería y se hizo amigo de pintores, pero no le gustaba el ambiente de la ciudad, así que se mudó a Manzanillo y en 1968, gracias a un médico con el que tenía amistad, conoció la que es su actual residencia en Tepoztlán. En 1980 adoptó la nacionalidad mexicana.

REDUCTO PARA LA CREACIÓN

Para crear, Von Gunten recurre a un proceso que llama mitología personal. "Los recuerdos, lo que uno adora, que al enfrentarse a un papel, a una tela, de repente afloran casi como imágenes. Empieza un diálogo con el cuadro donde todo lo que a uno le interesa de alguna forma se hace visible".

Hasta las adversidades logró convertirlas en arte pictórico. En un pleito legal con Televisa perdió su antigua casa. "Pinté la serie Espejo: 19 telas que retratan todo el pleito. Gané todas las instancias pero al final perdí el caso". Típico fallo irregular de la justicia mexicana, dice sin rencor.

Eligió la corriente abstracta y el uso intenso del color; su obra quizá no sea fácil de comprender, pero no tiene consejos para ganar nuevos adeptos.

"Ahora estamos asaltados por tantas imágenes violentas, de espectaculares que quieren que compremos algo o votemos por alguien, que creo que eso ha desarrollado cierta animadversión a la contemplación. Y la pintura es justo lo que exige, contemplación".

Cuando se le pregunta por el estado de salud de la nueva pintura, cuyo termómetro debería ser la -tan criticada- Bienal de Pintura Rufino Tamayo, rechaza con vehemencia que exista una crisis de talento. "Es difícil conocer a las nuevas generaciones porque quedan muy pocos certámenes de pintura a nivel nacional y las que quedan, como la Bienal Tamayo, en sus últimas versiones por problemas de logística sólo exhiben 50 cuadros, cuando dan entrada a 2 mil 600".

HIGGS SOBRE BUDA

Recorre su amplio estudio con la mirada. Hay cinco cuadros sin terminar. En una mesa hay docenas de frascos de pintura cerrados. Lamenta no tener fuerza para abrirlos después de siete años de no utilizarlos.

Le hubiera gustado pintar a Buda, dice, para poder plasmar en el lienzo su misticismo, aunque finalmente optó por algo más científico: "Mi modelo preferido es el bosón de Higgs, que no tiene masa ni superficie, pero es omnipotente; sin él no habría materia y no habría vida".

En cambio, lo que jamás pintaría sería un cuadro que hoy parece cotidiano en el país: "Una escena de decapitados. El arte tiene un componente redentor que hay que utilizar y no mostrar. Los muralistas como José Clemente Orozco tuvieron que representar los horrores de su tiempo. No hubo remedio".

Sigue activo. Los fines de semana se reúne con 11 colegas que hace tiempo dejaron de preocuparse por la crítica y ahora pintan por el puro placer. Con esa sencillez, el artista sólo tiene una ambición para el futuro: "Que me recuerden como buen pintor".

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