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Teresa de Calcuta, santa oscura

La nueva santa fue una mujer de origen otomano llamada Agnes Gonxha Bojaxhiu. Su vida transitó entre claroscuros que se hicieron más evidentes después de su muerte en 1997. Teresa de Calcuta hizo de la duda y el vacío espiritual un criticado camino a la santidad.

La Iglesia Católica Apostólica Romana está en el ojo del huracán otra vez. La canonización, ayer en El Vaticano, de la Madre Teresa de Calcuta, ha provocado que millones de personas levanten la ceja y lancen nuevas sospechas sobre la religión con mayor cantidad de creyentes en el mundo. ¿Cómo elevar plegarias a la amiga de los dictadores? ¿Cómo encomendarse a quien fue señalada por corrupción? ¿Cómo creer en quien alguna vez dudó de Dios?

La nueva santa fue una mujer de origen otomano llamada Agnes Gonxha Bojaxhiu. Su vida transitó entre claroscuros que se hicieron más evidentes después de su muerte en 1997. El periodista estadounidense Christopher Hitchens la llamó El Ángel del Infierno, quizás el apodo más atinado para referirse a esta misionera que vivió sus últimos años inmersa en una profunda crisis de fe.

"Jesús tiene un amor muy especial por ti, pero por mí... el silencio y el vacío son demasiado grandes. Miro y no veo, escucho y no oigo, la lengua se mueve, pero no habla", se lee en una de las 40 cartas que dejó Teresa de Calcuta, y que fueron recopiladas en el libro El secreto de la madre Teresa (2007).

De familia acomodada, la hermana de las Misioneras de la Caridad era seguidora del catolicismo más primitivo: la pobreza como norma de vida. Aunque siempre fue cercana a millonarios como el empresario Charles Keating, quien fue encarcelado a principios de los 90 por haber orquestado el fraude financiero más grande en la historia de Estados Unidos.

El médico Aroup Chatterjee fue uno de los principales detractores de la ahora santa. Asegura que fue "una fanática religiosa amiga de dictadores, ricos y corruptos". En el libro Madre Teresa, el Veredicto Final (2013) sostiene que ella colaboró de distintas maneras con los regímenes totalitarios de Haití y Albania.

Ante los señalamientos a su cercanía con los poderosos, la misionera justificaba que eso le permitía obtener mayores recursos para la orden -aunque nunca fueron transparentados.

El Vaticano ha hecho caso omiso de las críticas. Ayer el Papa Francisco canonizó a Agnes Gonxha Bojaxhiu en una ceremonia en la Plaza de San Pedro, a la que acudieron más de 100 mil personas. "Su misión en las periferias de las ciudades y en las periferias existenciales permanece en nuestros días como testimonio elocuente de la cercanía de Dios hacia los más pobres entre los pobres. Que esta incansable trabajadora de la misericordia nos ayude a comprender cada vez más que nuestro único criterio de acción es el amor gratuito", dijo el Santo Padre.

Otra carta escrita por la monja en 1948 reza así: "Señor, mi Dios, ¿quién soy yo para que me abandones? Yo llamo, me aferro, quiero, pero nadie responde, nadie a quien agarrarme, no, nadie. Sola, ¿dónde está mi fe? Incluso en lo más profundo, no hay nada, excepto vacío y oscuridad, mi Dios, qué desgarrador es este insospechado dolor, no tengo fe".

Las dudas, lejos de condenarla, la acercaron a los niveles espirituales más altos del catolicismo. Fue el propio Bergoglio quien leyó estas misivas, en las que encontró una sinceridad llena de contradicciones como las que también rodearon, por ejemplo, a San Jorge.

En redes sociales la noticia no cayó del todo bien. Muchos sacaron a la luz nuevamente aquel documental, Ángel del Infierno (1994), en el que se revela cómo los enfermos atendidos por la religiosa vivían en condiciones deplorables, acostados sobre camas ensangrentadas y pinchados por agujas sucias y contaminadas.

Teresa de Calcuta siempre matizó las acusaciones: "No podemos curarlos. No somos médicos. Tenemos un doctor que viene dos veces por semana, pero tampoco tenemos equipos ni remedios suficientes. Lo que hacemos es confortarlos, cuidarlos, darles afecto, ofrecerles que se mueran dignamente".

En 1979, la madre Teresa de Calcuta recibió el Premio Nobel de la Paz por su labor humanitaria. En su discurso se pronunció contra el aborto, al que consideró como la peor amenaza para la paz mundial. Tiempo después también dijo que los pobres deben aprender a aceptar su suerte y sufrirla como Jesucristo, porque el mundo gana con el sufrimiento de los pobres.

Lo cierto es que Agnes no vivía tranquila. En otra carta sin fecha se lee: "Hay una terrible oscuridad dentro de mí, como si todo estuviera muerto. Esto es así más o menos desde que comencé a trabajar. La sonrisa es una máscara, una tapadera que cubre todo".

Cada quién puede elevar sus plegarias a quien mejor le parezca; hoy, los feligreses podrán depositar su fe en quien hizo del vacío y la duda su camino a la santidad.

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