After Office

Sting, el lago y las luciérnagas

El idílico escenario junto al lago de Tequesquitengo, fue el lugar ideal para escuchar las versiones clásicas del cantante británico luego de cinco años de ausencia en México, dando espacio también a lo que mejor sabe hacer: la fusión jazzística.

TEQUESQUITENGO, Morelos.- Nada empañó el concierto de Sting en la Arena Teques, el idílico escenario junto al lago de Tequesquitengo, un espacio cuyo lobby-lounge al aire libre está diseñado para acomodarse en sillones o periqueras, ver el atardecer y, entre la vista y la barra del bar, abandonarse al relajamiento para salir sonriente en las imágenes que toma un dron desde lo alto.

Nada de los bloqueos anunciados por la Unión de Trabajadores del Campo, que se oponían a la realización del evento por considerar que los más de 50 millones de pesos que, de manera extra oficial y según reportes de la prensa, costaría el espectáculo al Gobierno de Morelos, tendrían mayor provecho en la resolución de problemas agrícolas locales como la plaga de pulgón amarillo. Nada tampoco del operativo especial que la Policía Federal tenía previsto en caso de contingencia. Hasta los mosquitos fueron suprimidos con otro fuerte operativo de citronella. Nada pues, que molestara.

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Ocho y media en punto, entre luciérnagas, con toda intensidad sonaron los acordes de un hit de su carrera solista: If I Ever Loose my Faith in You, de 1993, y a continuación, un obsequio de la era The Police: Every Lilttle Thing She Does is Magic.

Las versiones clásicas con que Sting abrió la velada después de cinco años de ausencia en México fue poco a poco cediendo espacio a lo que mejor sabe hacer, la fusión jazzística –con muy medidos espacios de improvisación.

Él, ahora con las barbas crecidas y poco retocadas, con su bajo eléctrico de siempre, medio golpeado y con el barniz desgastado, trajo consigo un ensamble de grandes músicos de sesión emergidos del jazz: el argentino Dominic Miller en la guitarra –quien por cierto, dará un concierto el martes en el Teatro Ocampo de Cuernavaca-, David Sancious en los teclados y, en las palabras de Miller, "el mejor baterista del mundo": Vincezo Colaiutta, en efecto, uno de los más prestigiados. Como vocal segunda, la australiana Jo Lawry, quien radica en Nueva York y es líder de un grupo con el que canta standards y composiciones propias.El repertorio viajó entre épocas: de Englishman in New York (1987), a So Lonely (1978), que unió a When the World is Running Down (1980).

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"Esta canción está dedicada a los desaparecidos de México", dijo en español, al presentar una versión clásica de Fields of Gold. El momento por supuesto, encendió a los aplausos y voces de la gente.

Sting invitó al público a corear Heavy Cloud No Rain y Message in a bottle, a las que siguieron Shape of my heart, Walking on the Moon, De do do do de da da da. Y la infaltable Roxeanne.

Tras hora y media, Every Breath You Take anunciaba el fin del concierto, que preveía un par de encores: Next to you y, por fin en la guitarra, una balada solitaria: Fragile.

Las luces se apagaron. Quedaron las luciérnagas y el lago en paz. Sin moscos ni moscas. Y más atracito, en el campo, los pulgones amarillos también, como si nada.

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