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Rius hizo del cinismo su mejor caricatura

México pierde a un edificio de su cultura. Eduardo del Río ejerció una postura crítica ante poder y las estructuras económicas; deja su legado en Trino, Helguera, Castillejos y varias generaciones de 'moneros'.

PERFIL
*Nació el 20 de junio de 1934 en Zamora, Michoacán
*Empezó a publicar sus primeras caricaturas en 1955 en la revista Ja-Já
*Publicó en: Proceso, El Universal, Ovaciones, Novedades, La Prensa y La Jornada
*Participó en la creación de revistas de humor como: La Gallina, Marca Diablo, La Garrapata, El Chahuistle, El Chamuco y Los Hijos Del Averno.

PREMIOS
*Trofeo de la UNICEF en 1976
*Premio Nacional de Periodismo en caricatura en 1987
*Premio La Catrina que reconoce a los mejores exponentes de la caricatura e historieta en 2004
Premio Nacional de Periodismo por trayectoria como caricaturista en 2010

A Eduardo del Río nunca le gustó darle la mano a los presidentes. Tuvo que hacerlo varias veces. Una a Adolfo Ruiz Cortines, cuando éste inauguró el periódico Ovaciones. Otra a Adolfo López Mateos cuando recibió su primer Premio Nacional de Periodismo.

Pero la peor ocasión –según cuenta en Mis confusiones (2014)– fue cuando tuvo que saludar a esa "horrible cosa" llamada Gustavo Díaz Ordaz en una reunión organizada por la revista Siempre!

Rius tenía una máxima: el caricaturista sólo conservará su humor si se mantiene alejado de los poderosos, pues su cercanía es contagiosa.

Ayer murió a los 83 años el hombre que hizo del cinismo político una caricatura. La mayor herencia que ha dejado –dicen sus colegas en entrevista con El Financiero– es su humor, siempre profundo, agudo e incisivo como el bisturí que disecciona un cuerpo enfermo.

"Era un escéptico del poder. Su humor no era de puertas abiertas, sino de zaguanes abiertos: todos cabían en él: los ricos, los pobres, los clasemedieros, los empresarios. Durante algún tiempo se le catalogó como la verdadera SEP, porque con sus caricaturas y libros educó a los mexicanos sobre temas variadísimos, desde la Revolución Mexicana hasta el PRI, pasando por la comida y la religión", considera el caricaturista Darío Castillejos, ganador del Premio Nacional de Periodismo 2016.

Aunque durante algún tiempo militó en el Partido Comunista, su humor político, asegura Castillejos, siempre fue un elemento independiente del poder. "Rius fue un ejercicio ético de congruencia".

Ayer, el presidente Enrique Peña Nieto lamentó la partida del caricaturista michoacano través de su cuenta de Twitter, donde destacó su "crítica, humor y libertad". Sin embargo, Rius nunca aprobó el nuevo PRI; en alguna ocasión se refirió a él como "una gran mafia formada por Carlos Salinas de Gortari, Elba Esther Gordillo, el Grupo Atlacomulco y Televisa".

De acuerdo con el monero Antonio Helguera, fue un punto de quiebre en la historia de la caricatura mexicana. A partir de él, dice, se abrieron los espacios gráficos críticos en la prensa nacional. Cuando Rius se inició en el periodismo en 1955 en la revista Ja-Já –agrega–, el régimen priista lo controlaba todo; incluso fue despedido en muchas ocasiones por sus publicaciones, dedicadas abiertamente a los hombres de cuello blanco de los que se burló durante más de seis décadas.

"Se dio cuenta que el pueblo mexicano estaba mal educado. Su trabajo fue fundamental para la politización de decenas de generaciones de mexicanos. Cultivó su humor como un arma crítica al poder, pero también como una herramienta didáctica.

Al inaugurar sus propios medios –como Los Supermachos, Los Agachados o El Chamuco– venció el cerco de la censura y obligó a que se abrieran espacios de libertad en la prensa. Nosotros, los caricaturistas críticos, no existiríamos sin su trabajo", afirma.

“Porque yo nada más quería decirles que no pudiendo haber conocido a don Antonio del Río porque se murió seis meses después de que yo nací, se me dificulta bastante hablar de él con pelos y señales. He tendido que conformarme con lo que acabo de contarles. ¿Cómo me habría llevado con él y qué tal me hubiera tratado como padre? Sepa la chingada”. rius


Su partida –asegura el periodista Armando Fuentes Aguirre Catón– deja una memoria imborrable de su talento como artista auténticamente popular, pues entendió la realidad mexicana como nadie y la interpretó mediante un lenguaje que difícilmente puede no ser reconocido por el mexicano. "Supo combinar a la perfección el sentido del humor nacional con un afán crítico, siempre tendiente a reprochar los vicios y las lacras de la vida política de país".

"Fue un revolucionario para su tiempo. Un hombre anticlerical, crítico ante los abusos del poder y los usos y costumbres de la sociedad mexicana. Fue un combatiente real. A nosotros ya no nos tocó, pero a él lo secuestraron durante el gobierno de Díaz Ordaz y le hicieron un simulacro de fusilamiento", comenta Trino, monero de esta casa editorial.

Según él, pronto surgirán más discípulos que tomen su estafeta, pues es un ejemplo ético de cómo debe ser un caricaturista. Aunque siempre asumió una postura de izquierda, dice, al final tuvo esa capacidad de reconocer los errores de esa fuerza política y de ver con ojos críticos a Fidel Castro.

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Esa visión es compartida por su colega Helio Flores, quien se considera uno de sus alumnos más fieles. "Con él aprendí el oficio, y no sólo me refiero al dibujo, sino a la caricatura independiente y honesta que siempre debe estar del lado del pueblo. Su humor era implícito: el más efectivo. Porque a diferencia de muchos, él tenía un gran sentido del humor en su vida diaria".

Tenía piezas impublicables, añade Castillejos. "Por la cantidad de leperadas hacia los políticos".

Los entrevistados coinciden en que vivió sus últimos días desencantado de la política. "Una vez, en una reunión de El Chamuco, nos confesó muy triste que estaba desilusionado de la realidad mexicana, porque a pesar de su trabajo el país no cambiaba. Nosotros le hicimos ver que, si no hubiera sido por él, México hoy estaría mucho peor", considera Helguera.

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