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'Pelé', Clapton y Borges: la decadencia de los héroes

El héroe, como dicta el verso de Shakespeare, verá caer la noche antes que todos y 'Pelé', Eric Clapton y Jorge Luis Borges no han sido inmunes a esta maldición.

Preámbulo. Esto va a doler.

"Los mejores –sostiene Heráclito- exigen una cosa por encima de todas: gloria imperecedera entre los mortales". Al final –sin embargo- habrá un terrible pesar para ellos. El pago por el servicio de la heroicidad es la tragedia; la avería irreparable, el daño en el órgano prefigurado por el orden divino. "El hombre es el sueño de una sombra; pero cuando le llega un rayo de luz enviado por Zeus, un resplandor brillante le distingue entre las gentes y su existencia es gozosa", proclama Píndaro.

Pero el héroe, como dicta el verso de Shakespeare, verá caer la noche antes que todos y esa oscuridad será el sufrimiento antes de la gloria eterna. No hay tránsito al Lugar de los Bienaventurados sin castigo terrenal, esa cariñosa, misteriosa y familiar forma que tienen los dioses de manifestarse a los que fueron distintos entre la muchedumbre del tiempo.

Jorge Luis Borges tiene 58 años cuando reconoce –con justificada melancolía, dice- que está quedándose ciego. Exclama una expresión de Goethe: todo lo cercano se aleja. Historia de la noche: no existe –sigue- un instante inexorable del tiempo, un eclipse brusco. Lo abandonan para siempre (nada más categórico) las formas y los colores del "querido mundo visible". Vuelve a Goethe: sin prisa, pero sin pausa. En 1978 (cuando Argentina gana su primer Mundial), ya convertido en un dictador de relatos, declara: mi memoria está llena de aliterados versos anglosajones, que sonoramente acompañan mis soledades".

Muerto levemente (en 1986, cuando la albiceleste se corona por segunda y, por ahora, última vez), diría Claudio Magris, Borges descansa en la almohada de la eternidad. Ciego, como Milton y como Homero, el descendiente de Odiseo, último héroe griego.

En 1958 (hace apenas 60 años), Edson Arantes do Nascimento, Pelé, debuta en el mundial de Suecia. Acompañado de un equipo brasileño repleto de inmortales (Santos, Garrincha, Zagallo, Didí, Vavá…) se corona por primera vez en la fase final de la Copa del Mundo. Es un muchacho que no llega a los 18 años. Es una desmesura de belleza sobre el césped. Cambia –otra vez, para siempre- las formas y los esquemas del juego más lindo. Sus pies se parecen a dos ofrendas de Orfeo. Algo de poético deambula por la cancha. A diferencia del Abdías de Stifter, ignora –por ahora- que la desgracia es un abismo, un inevitable abismo que va arrastrando consigo.


Eric Clapton -un pequeño verso sajón, como aquellos que acompañan a Borges- tiene doce años cuando Borges va pasando ese lento atardecer de verano (como el argentino describe aquel pasaje en El otro) y Pelé va surcando el pasto con desplantes artísticos nunca vistos.

Dice Eliot que la historia es un tejido de momentos sin tiempo. No hay curso mortal entre las manecillas de los dioses. Nació al final de la Segunda Guerra bajo el signo de Aries. Tiene talento –don, gesto, carga especial- para la guitarra. Le llamarán después Mano Lenta. Y, groseramente, pero sin sacrilegio, Dios. Con los Yardbirds y con Cream, Clapton se convertirá en un inmortal del rock. Es, sin duda, un par de manos distinto; el destino es fatídico para los de su estirpe. La hybris griega es una factura impostergable, un día de un año marcado por los dedos implacables del destino.

Pelé es un capricho de los ojos. La realeza inglesa lo invita a jugar a la catedral de la pelota, Wembley. Tropieza en el Mundial de Chile 62; Garrincha toma la batuta de la verdeamarella. Brasil es bicampeón. En Inglaterra 66 los mortales rivales demuestran su envidia cosiéndolo a patadas. También los héroes tienen su talón de Aquiles. Hace casi 48 años, con un apostolado apenas verdadero ("a mí que me ha lisiado la fortuna, me bastan tu verdad y tus encantos", escribe Shakespeare) se corona por tercera vez en México 70, con otro repertorio de ilustres (Rivelino, Gerson, Tostao, Carlos Alberto…). Le llaman, con veneración genuina, El Rey. Todo hombre –y aquí no vale la monarquía- es vicisitud, sentencia Herodoto.


Clapton –amigo de los cuatro grandes de Liverpool- se codea con la nata de la crema del más grande de los géneros británicos. En 1978, mientras Borges dicta las Siete Noches y Argentina se alista para la celebración (la ofrenda) del Mundial del 78, la Mano Lenta (ya Dios) demuestra su afición por su querido club de futbol: el West Bromwich Albion. La tapa del Backless, su sexto disco, deja todo en claro, hay algo de humano (de infantil) en la careta de los grandes. Falta mucho para que todo deje de tener gracia. Por ahora habita la sonrisa de la fama.

Todo se junta cuando ya ha pasado todo. Ha llegado la hora del último trago: Hendrix, Morrison, Joplin, Winehouse se han bebido todos en un sorbo de 27 años.

"Morimos con los que mueren: vean, ellos se marchan y nosotros con ellos", exclama Eliot. 2017, 50 años después de que Borges intuyera con certeza (nada más mentiroso que la certeza) el arribo de la ceguera, Clapton anuncia que un mal le ha impedido tocar la guitarra quizá para siempre, se le alejan los colores y las formas que despidieron al poeta. Al amanecer del 2018, luego de 60 años del debut de Pelé en Suecia, Dios Mano Lenta se entera que el tinnitus le va dejando sordo, como al genio de Bonn, Beethoven. La tragedia es un soplo, literal, detrás de la oreja.

Pocos días más tarde, un par quizá, Pelé arriba a un palaciego ritual del futbol brasileño en andadera (Abebe Bikila, el ganador de la gran ruta olímpica de Roma 60 y Tokio 64, perdió la movilidad de las piernas en un accidente postrero). La desmesura de la belleza sobre el césped camina –después de una operación de cadera- con el apoyo del metal en una fotografía que retrata el tiempo, todos los tiempos. Nicole Loraux sobre Heracles: combate contra la muerte y búsqueda de la inmortalidad en este intervalo entre lo mortal y lo divino, en eso consiste la carrera del héroe…

Pelé, con humor inglés (Romario dice que Pelé es un poeta cuando calla) se burla de la tragedia: "Dios me ha regalado un par de zapatillas nuevas, por qué no habría de presumirlas". Todo se va consumando. Ha llegado –al fin- la fecha límite de pago. Como dicta Borges: el poeta cumple un destino que nunca busca.

Posdata: Los dioses lo han encontrado, irreparablemente.

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