After Office

Nació Javier Hernández

Lo que hoy sucedió en el Santiago Bernabéu fue un hito que no olvidará jamás la afición merengue. Ya es momento de dejar de referirse al delantero tapatío en apodo diminutivo. 

Ha llegado la hora de quitarle el molesto diminutivo. Javier Hernández ha asumido el partido de su vida con gallardía, voluntad, mucha voluntad. No sólo participó con la exigencia debida, suplir a Benzema es un compromiso de alta jerarquía, lo hizo con pundonor, con eso que caracteriza a los grandes jugadores: ímpetu. Disciplinado, hurgando la cancha en pos de la pelota durante todo el desafío, Hernández logró el diploma a un trabajo arduo, a veces tropezado, a veces fallido, a veces torpe, pero siempre insistente, aguerrido, como si se jugara, en efecto, la vida, el futuro, el éxito.

Ante un Atlético cerrado, empeñado en el candado, mal cerrado durante una gran parte de la primera mitad, pero sobre todo en el final de la segunda, el Madrid echó mano de la apariencia juvenil de un despreciado por el cuadro técnico de Ancelotti, y éste respondió con su ya clásica picardía que elige siempre el desplante sobre la apatía.

Carente de sentido en dos jugadas claves ante el arco, Hernández insistió en ganar protagonismo ante un rival diezmado en las ideas y la imaginación. Hernández deja los pantalones cortos en la noche de Nunca Jamás. Peter Pan obtiene su derecho a voto ante el arco merengue. Nada le ha sido regalado en este cuento de hadas: batallador, atleta de la cancha, pone su nombre en las posibilidades ofensivas de un cuadro que necesitará de sus servicios en unas semifinales de Champions a la que arriban cuatro grandes, el Barsa, la Juve y el Bayern, además del Madrid.

Este era el día D para Hernández, el día en el que tejía raíces en el equipo blanco o se ponía el letrero de venta. Puede ser que sea insuficiente una tarde de sol madrileña para producir arraigo en el Bernabéu. La mudanza, si se da, tendrá otros argumentos, quizá comerciales, antes que deportivos porque lo que ha hecho esta tarde Javier Hernández es un hito: anotó un gol en medio del desierto. Y eso será recordado por muchos años en la tribuna merengue y en el deporte mexicano: despachado de la selección juvenil del 2005, el astro encontró en el esfuerzo el sí que ahora le dibuja la sonrisa. Sí: la editorial del día.

También lee: