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Monte de Piedad y sus curiosidades en el tiempo

Fundado por Pedro Romero de Terreros en 1775, el Nacional Monte de Piedad encierra historias y datos curiosos. Más de 200 años después, un descendiente directo del conde se encargó de coordinar un libro con la historia de la institución.

Cuando un necesitado pedía limosna a don Pedro Romero de Terreros, conde de Regla, éste lo hacía pasar a su escritorio y le invitaba a abrir un cajón al azar; en algunos había monedas de oro, en otros de plata y unos más estaban vacíos. Si daba en uno en el que hubiera monedas, le obsequiaba su contenido; pero si abría uno vacío, no le daba ni un real. Esa era "la voluntad de Dios".

El Nacional Monte de Piedad fue fundado por Romero de Terreros en 1775. Más de 200 años después, un descendiente directo del conde, que lleva su mismo nombre, se encargó de coordinar un libro con la historia de la institución. Del volumen editado en 2012 quedaron fuera datos curiosos e historias personales que próximamente aparecerán en otra publicación. Luis Enrique Padilla, subdirector de Operación Centro del organismo, comparte algunas de ellas.

LA CRUZ DE PALMA
Cuando un valuador del Nacional Monte de Piedad se equivoca, paga a la institución el monto del préstamo más un 20 ciento de esa cantidad. Eso lo saben todos los escrutadores detrás de la ventanilla de empeño. Pero algunas ocasiones, errar es un acierto.

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Un día, después del Domingo de Ramos, un señor llevó a empeñar una cruz de palma. Tendría un valor de 10 pesos y así se lo hizo saber el valuador, quien le explicó al cliente que no podía tomar el objeto en prenda. "Es que necesito para comer", le dijo el cliente. El valuador le ofreció un préstamo personal, pero el cliente lo rechazó; quería su boleta de empeño.

El valuador, sabiendo que la cruz de palma tenía un valor mínimo, le hizo al cliente una boleta de empeño por 50 pesos. Asumía que podía pagar ese monto. Pero para su sorpresa, a los cuatro meses regresó el cliente por su cruz, pagó los 50 pesos con los intereses correspondientes y pasó a saludar al valuador, quien no podía creer que el cliente la hubiera desempeñado.

HERENCIA SECRETA
De un día para otro, un hombre se volvió rico. En Morelia, un trabajador de bodega recibió dos sillones que una familia había heredado de su abuelo y, como no tenían dónde ponerlos, decidieron empeñarlos. Eran unos muebles muy pesados. Tanto, que fue todo un reto trasladarlos al Monte para concretar el préstamo.

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Como los dueños nunca las desempeñaron, las piezas salieron a la venta. Dado que eran exageradamente pesadas, nadie quería adquirirlas. Hasta que llegó un cliente que compró uno de esos sillones. Se lo llevó a su casa y, con la idea de retapizarlo, lo abrió. Así se dio cuenta de que estaba lleno de centenarios.

El comprador nunca le dijo del hallazgo a sus familiares y en el Monte nadie se enteró, así que, como sabía que había otro sillón de las mismas características, valuado simplemente como un mueble, regresó a la sucursal, pero ya se había vendido. La suerte no sonríe de manera tan generosa dos veces. El segundo comprador nunca fue identificado.

EL LARGO VIAJE DE UNA GUITARRA
En la sucursal 28 del Monte de Piedad, en Mérida, Yucatán, se empeñó una guitarra de doble cuerda con su estuche y muy bien cuidada. Como su dueño jamás acudió a recuperarla, un turista español terminó por comprarla.

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Al abordar su vuelo de regreso a España, llevaba el instrumento como equipaje de mano. Lo guardó y le comentó a su compañero de asiento, con quien había entablado conversación: "No sabe qué contento estoy porque durante muchos años en Europa busqué una guitarra de este tipo y nunca la encontré". Después de mostrársela, el pasajero le respondió emocionado: "Y usted no sabe qué gusto me da que mi guitarra haya quedado en tan buenas manos".

Esta historia se la contó a Luis Enrique Padilla el hombre que empeñó la guitarra.

"Curiosamente, sin conocerse, se encontraron en un avión. El dueño original del instrumento nos fue a contar lo que pasó y también nos dijo que después de ese largo viaje se hicieron amigos y siguen en contacto hasta la fecha", comparte.

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PIEZAS ÚNICAS
A principios del siglo pasado, en la casa matriz, frente al Zócalo capitalino, un cliente empeñó el Stradivarius 35 de una producción mundial de 50 piezas. Como no quería que su violín se desafinara, solicitó permiso a la gerencia para ir a tocarlo. Había un gran concierto todos los días porque era un virtuoso.

Otra pieza rara fue una espada de oro de 18 quilates que pertenecía al matador Manolo Arruza. Él mismo fue a sacar la prenda en la sucursal 12 de Toluca, después de una tarde exitosa en la Plaza México.

Durante muchos años una bolsa Piaget con hilos de oro fue llevada al Monte en diversas ocasiones. Estuvo en la casa de Cancún, pasó por las de Mérida y Veracruz, antes de ser vendida y de comenzar otro periplo de empeños por ciudades del norte del país.

Tras la muerte de Benito Juárez en 1872, su cuñado y albacea, Manuel Dublán, dejó en resguardo confidencial ocho de sus condecoraciones. Como fueron consideradas invaluables, la institución las donó al Museo Nacional de Historia Castillo de Chapultepec.

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