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Las agresiones racistas siguen propagándose

El futbol no logra deshacerse de actos racistas relacionados con sus aficionados. Desde 2001, la FIFA lanzó un llamado para que todos los gobiernos y autoridades civiles de los países en los que se celebren partidos de futbol, se involucren en la prevención y castigo de actos discriminatorios.

El futbol no logra deshacerse de actos racistas relacionados con sus aficionados. La policía inglesa abrió una investigación contra fanáticos del Chelsea que viajaban en tren de Londres a Manchester tras celebrar la obtención de la Copa de la Liga. Pasajeros acusaron a seguidores blues de comportamiento racista y los guardias del transporte obligaron a cuatro a bajarse.

Es la segunda ocasión en el año que hinchas del club inglés protagonizan un altercado similar. Cuando la escuadra londinense visitó al Paris Saint-Germain el pasado 17 de febrero, simpatizantes del equipo dirigido por Mourinho impidieron que un usuario de raza negra se subiera al vagón del metro que ocupaban. "Somos racistas y así nos gusta", cantaron alrededor de cinco sujetos que serán suspendidos de por vida de Stamford Bridge si son hallados culpables.

Sin embargo, esta problemática azota al Viejo Continente desde hace mucho tiempo. Cuando Roberto Carlos jugaba en el Anzhi Makhachkala ruso tuvo que soportar un par de ataques discriminatorios. En marzo de 2011, un seguidor del Zenit de San Petersburgo le ofreció al brasileño un plátano a medio pelar (el agresor fue suspendido de por vida del estadio de su equipo) y tres meses después, otro aficionado, pero del Krylia Sovetov, le aventó la misma fruta al campo. El ex jugador del Real Madrid abandonó la cancha enojado, pero un año después perdonó al culpable, identificado por las cámaras del recinto donde jugaban.

Los plátanos sobre el césped son un ataque simbólico contra los futbolistas negros. El jueves pasado, seguidores del Feyenoord le aventaron un juguete inflable con esta forma al marfileño Gervinho. En 2014, a Dani Alves también le arrojaron uno en el estadio del Villarreal y el futbolista del Barcelona se lo comió en cuanto lo vio caer. Este hecho resultó en la campaña "Somos todos macacos", iniciada por Neymar y seguida por un gran número de futbolistas alrededor del mundo. En Italia, Kevin Prince Boateng abandonó el terreno de juego donde fue víctima de gritos racistas; sus compañeros y rivales lo acompañaron.

Desde 2001, la FIFA lanzó un llamado para que todos los gobiernos y autoridades civiles de los países en los que se celebren partidos de futbol, se involucren en la prevención y castigo de actos discriminatorios. En 2013, el órgano rector del balompié internacional publicó un documento en el que especifica la necesidad de un oficial especializado en los estadios para identificar posibles actos racistas; además, el código disciplinario de la institución establece que las sanciones para acontecimientos de este tipo incluyen multas económicas, partidos sin público y pérdida de puntos, hasta la expulsión de una competencia.

A pesar de ello, la FIFA no ha podido hacer frente a este problema histórico-social y hay una serie de hechos que manchan los intentos por erradicarlo. A finales del año pasado Tokyo Sexwale, asesor antirracismo de la asociación, inclusive llegó a considerar que los jugadores negros podrían boicotear le celebración de la Copa del Mundo 2018 en Rusia, pues aseguró que hay lugares en ese país "donde ser de su color es inseguro".

La violencia verbal no se ha limitado a cuestiones raciales y es que también abarcan el género. La Comisión Antiviolencia de España pidió el cierre parcial del estadio del Betis de la segunda división local, pues los ultras albiverdes apoyaron con cánticos que hacían referencia a los golpes que el futbolista Rubén Castro dio a su ex novia.

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