After Office

Javier Sicilia... una presencia de fe

Desde el dolor más profundo el también escritor y activista visita las recámaras de su ser, de sus miedos y consuelos en su última novela, 'El deshabitado'  (Grijalbo).

Los ojos azules a los que hace referencia en su última novela (como los de su hijo Juan Francisco, los de su hija Estefanía, esos mismos que miran fijamente durante la conversación) parecen hundirse en lágrimas mientras participa de la charla. Lleva una boquilla entre los dedos a la que cada tanto cala un cigarro. El corazón de Javier Sicilia se ha abierto en su última novela en la que relata el dolor impronunciable (sin palabra en español) del homicidio de su hijo.

___¿En qué momento decidió escribir El deshabitado?
___Justamente hacia el final de mi estancia en El Arca (una estancia comunitaria en París) me di cuenta de que algo emergía y era tiempo de poner eso en el contorno de las palabras. El mundo humano es un mundo de palabras, de eso está hecho, de significados. Por desgracia vivimos una crisis de sentido, de significación.

Tenía que llevar mi historia a la proporción de una narración, primero para sanarme un poco, saber poner ante mi razón ese universo, recopilarlo en todas sus dimensiones: espiritual, filosófica, política, social y familiar. En segundo lugar para las víctimas, quizá muchas que no tienen las capacidades del lenguaje en esos niveles puedan encontrar un lugar donde recargar su propio dolor y saber que alguien ha nombrado lo que ellos no han podido.

No puedo entender mi literatura sin Dios. Para mí la inmanencia no basta, debe tener sentido y éste, por lo menos desde mi experiencia espiritual como católico, es el que se revela en el Evangelio y en los grandes místicos de otras tradiciones que han dado palabras

Y en tercer lugar, para visibilizar el dolor, dignificar y humanizar a las víctimas, y pues si me van a juzgar como ha sucedido, que sea en función de una comprensión total, aunque no estén de acuerdo con lo que soy.

___¿Lo han juzgado?
___Ha habido muchos ataques. Hay quienes creen que lucro con el dolor de mi hijo, que usé a las víctimas, una sarta de cosas espantosas. El libro sirve para que puedan entender la dimensión de un ser humano que está haciendo esto a partir de una tragedia que el sistema mismo creó. Los criminales no estarían haciendo lo que hacen sin la complicidad de un Estado y sin la idiotez de las estrategias para, supuestamente, combatir al crimen organizado.

___¿Retomó las notas que escribió durante este proceso o es un ejercicio de memoria?
___Es un ejercicio de memoria. Rudo. Uno trae la muerte consigo, se enfrenta todas las noches con eso. Hay algo en la palabra de sanación, la palabra sana a veces.

___¿Cuándo apareció Dios en su ejercicio de escritura?
___Desde el inicio. No puedo entender mi literatura sin el tema de Dios. Para mí la inmanencia no basta, debe tener sentido y éste, por lo menos desde mi experiencia espiritual como católico, es el que se revela en el Evangelio y en los grandes místicos de otras tradiciones que han dado palabras. Nos olvidamos que los libros sagrados son literarios, los profetas son poetas, Jesús mismo lo era, contaba historias, las parábolas son historias, su doctrina está hecha de historias y de actos. El Buda es un poeta, los sutras del budismo están llenos de poesía, que es reveladora del sentido que nos trasciende en el universo de la proporción humana que es la palabra.

___¿El dolor sigue presente?
___Y estuvo acompañándome a revivir la historia para narrarla. Revivirla es volver a sentir el dolor, pero visto desde otra perspectiva, de la palabra que nombra ese dolor y trata de recuperar el sentido desde donde no había sentido.

___¿En todo dolor hay un aprendizaje?
___Sí. Por desgracia aprendemos en el dolor, quienes han sufrido y han asumido su sufrimiento con profundidad tienen una aproximación hacia el conjunto de la realidad muy distinto. Uno lo ve por ejemplo, en De profundis, de Oscar Wilde. Este hombre acostumbrado a los placeres sensuales, a la ironía, de repente cae en la cárcel y escribe ese libro de una sinceridad inmensa, esa epístola que empieza diciendo que quienes hablan de dolor edulcoradamente no comprenden que el sufrimiento nos adelgaza. De ahí el nombre de la novela, El deshabitado. El dolor nos permite aproximarnos al otro de una manera más humana, nos rompe estas ideas pendejas con las que nos construimos, que somos poder, nos vuelve otra vez a colocar en nuestra pequeñez humana de donde sólo puede emanar la verdadera fuerza que es el reconocimiento de lo humano, de la preservación.

___¿Qué le dejó el recorrido de la caravana por la paz y la justicia con dignidad, el poder abrazar a otros con el mismo dolor?
___Me ayudó a vivir. En lugar de tirarme en mi cuarto, meterme un balazo, fui al encuentro de los dolores de los otros y construimos vida.

___¿Tuvo esa tentación de rendirse?
___No. Algo que no ha habido nunca en mi vida es la claudicación, soy un hombre que resiste y enfrenta la realidad tal como es, con lo mejor de lo que tiene.

___¿Cómo resistió?
___Lo dice de alguna forma el libro, desde su título. Es la fe, pero no la fe de la que te puedo dar cuenta, no basada en una doctrina, en un dogma, en una ilusión, no, lo que le llama la tradición mística la fe desnuda. En la novela hay un pasaje, precisamente cuando llegamos a Ciudad Juárez, donde se iba a firmar el Pacto, que yo sé que va a ser un fracaso, es un desastre porque ya lo manipularon, estoy en el templete y sé que va a fracasar, hay gente esperando ese pacto y cierro los ojos y siempre ha habido un vínculo con mi hijo, yo hablo mucho con él. Le digo qué hago, entonces, como surge en varios momentos, como viene de adentro, algo que consuela y se vuelve palabra, mi hijo me dice lee el poema de Kavafis, el de Ítaca, el que cuenta el viaje de Ulises, sabe que va a llegar y no va a encontrar nada, pero que lo importante es haber caminado y buscado a Ítaca, porque ahí estaba la verdad, el sentido.

Y entonces recuerdo a un místico, que es un poeta, Eckhart, el maestro de la pobreza, que dice que la mayor virtud es la pobreza, porque obliga a Dios a amarnos y dice que un hombre no es suficientemente pobre si retiene algo en su interior, incluso una idea de Dios. De tal manera que si Dios obra en ese hombre, es Dios obrando en Dios mismo, es un tema teológico muy fuerte. Creo que es eso; ahí está la fe. A mí ya no me habitaba nada, todas mis certezas estaban rotas, mi doctrina, tal y como me la enseñaron por la tradición de la Iglesia, estaba rota, ya no creo en muchas cosas en las que creía, pero descubro que me sostiene el amor, que emana quién sabe de dónde, tiene que ver con ese vínculo de la fe de la que no puedes dar cuenta, es una relación, es el amor que te da fuerza en un momento determinado, la relación con otro que me sostiene y está más allá de cualquier argumento racional porque está en la sustancia de la vida.

___La realidad, como el amor, también es irracional...
___Es que el mal es de la misma proporción de irracionalidad, pero en sentido opuesto, a la del amor, contra la irracionalidad del mal y de la violencia, la única irracionalidad que podemos oponer es la del amor, ningún argumento puede. ¿Qué es lo que sacudió a este país? Ir al encuentro de los otros, besarnos, decirles ya nos abrazamos, aquí estamos juntos, ahora díganle a este país cómo estamos sufriendo, cuéntenle su historia, es este país, porque nos han reducido a cifras, a nada. Las cifras no los comprometen, son números; una ciudad en una maqueta.

___¿Es la diferencia, las palabras?
___Absolutamente, la abstracción no, son cifras, gráficas, pendejadas. El encuentro cara a cara de un ser humano, de una madre con su cuerpo, que es una palabra encarnada, que desde ese cuerpo que sufre pronuncia una palabra desgarrada, cambia todo, vuelve a situarnos en lo que debe de ser la realidad, el amor, la presencia de los otros, lo que importa son los otros.

___¿Y el futuro, que habitaremos y sus consecuencias?
___En nombre del futuro se han cometido las peores atrocidades. Es tiempo de dejar de pensar en el futuro, para pensar los que estamos, en nombre del hombre nuevo, el marxismo y el estalinismo asesinaron. En nombre del reino de Dios se han levantado hogueras inmensas.

También lee: