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Hallan en México especie de perezoso gigante de hace más de 12 mil años

El fondo de un profundo cenote, en Quintana Roo, fue la tumba de un perezoso gigante que vivió unos 10 mil años antes de la era cristiana. El descubrimiento fue anunciado este miércoles por investigadores del INAH.

Un perezoso gigante fue hallado en el fondo de un cenote profundo en Quintana Roo.

Fue identificado recientemente como una nueva especie a la que se nombró científicamente Xibalbaonyx oviceps, en alusión al inframundo maya identificado en las cuevas (Xibalba), a sus garras (onyx en griego) y a la forma de su cráneo, similar a la de un huevo (ovum en latín).

La especie fue descubierta en 2010 por el explorador de cuevas Vicente Fito, en el cenote Zapote, municipio de Puerto Morelos, en el área conocida como la Ruta de los Cenotes. El cráneo y la mandíbula, así como nueve vértebras, tres huesos largos, tres costillas y siete garras fueron colectados en 2014, como parte de un rescate dirigido por la arqueóloga subacuática Carmen Rojas Sandoval, investigadora del Centro INAH Quintana Roo.

El resto del esqueleto yace aún en el cenote y se planea continuar con su colecta y estudio en 2018. En el cenote se colectaron también cinco huesos largos de puma (Felis concolor), asociados al perezoso, así como dos fragmentos del maxilar y fémur del roedor endémico Peromyscus yucatanicus, extraídos del interior del cráneo del perezoso.


Los tratamientos de conservación para deshidratar los huesos de Pote, el perezoso de Zapote, como se bautizó a la especie, duraron dos años; durante el primero se hizo un cambio muy gradual del agua original de cenote (agua dulce) por agua destilada, para en abril de 2015 comenzar su deshidratación de manera muy lenta, en cámaras con condiciones de humedad, luz y temperatura completamente controladas las 24 horas del día.

Los primeros fechamientos arrojan una antigüedad de entre 10,647 y 10,305 a.C. (calibrado), y fueron realizados por el Laboratorio de Espectrometría de Masas (Lema) del Instituto de Física de la UNAM, mediante la técnica de carbono 14 por Aceleración de Espectrometría de Masas.

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El esqueleto se encuentra casi completo, distribuido entre 50 y 55 metros de profundidad, por lo que se cree que el animal cayó cuando el cenote se encontraba seco, o posiblemente con un poco de agua a mayor profundidad.

La parte profunda del cenote comenzó a inundarse en el Holoceno Temprano (hace 10 mil años), cuando el nivel del mar Caribe se incrementó, y las cuevas de la península de Yucatán comenzaron a quedar sumergidas. Este proceso permitió la conservación extraordinaria de los esqueletos de animales y humanos que vivieron en el Caribe mexicano. Al día de hoy se han registrado 14 individuos de perezosos en 11 cuevas más, los cuales están aún por identificar.

Los perezosos gigantes han sido ampliamente documentados en Sudamérica, desde donde migraron hacia Norteamérica, arribando hace nueve millones de años. Su ruta fue nadando a través de las islas Antillas e islas de la vía marítima panameña (hoy Centroamérica), pues en el pasado, América estuvo dividida por este mar en dos continentes.

A finales del Pleistoceno, en la península de Yucatán, el clima era tropical medio, siendo el agua dulce un factor crucial en la dispersión de esta megafauna. En México, el perezoso gigante con mayor distribución es el Nothrotheriops shastensis, si bien el sureste muestra una importante diversidad.

Las rutas de migración y relaciones evolutivas entre perezosos terrestres de Norte y Sudamérica aún son poco entendidas, así como los eventuales hábitats y las barreras geográficas. En México se encuentra la mayor parte del corredor entre los dos continentes que posteriormente conformarían América, jugando un papel geográfico crucial para su migración y distribución.

El proceso de rescate y estudio de los restos óseos de Pote estuvo a cargo de la maestra Carmen Rojas, con la destacada participación de la doctora Corina Solís, del Lema-UNAM, las biólogas Valentina Cucciara y Luz María Guzmán, los espeleobuzos Vicenzo Biroli, Ernesto Contreras, David Orozco y Mario A. Chávez.

Con información del INAH.

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