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Café y vino, ¿los nuevos salvadores de la librería?

Los libreros de España y América Latina debatieron, en el marco de los 80 años del FCE, acerca del futuro y el presente de la librería contemporánea, la cual ha tenido que recurrir a actividades culturales, restaurantes, enotecas y cafeterías para seguir con vida. 

El negocio de las librerías ha tenido que recurrir a vender café, vino y comida para aumentar el número de sus ventas e impulsar el hábito de la lectura entre los clientes ocasionales, admitieron los empresarios José Luis Escalera (México), Phillippe Hunziker (Guatemala) y Gonzalo Queipo Lisón (España), durante la mesa redonda "Innovar o morir: las librerías ante los desafíos contemporáneos", la cual se realizó como parte de las actividades del Festival El Libro y sus Lectores, en el marco del 80 aniversario del Fondo de Cultura Económica (FCE).

Sin embargo, Hunziker –dueño de Librería Sofos, la más grande de Guatemala– aclara que esta solución podría no ser la más acertada. "Si la librería no asume el reto de interrogarse todos los días qué quiere su lector, se extinguirá. No sé si incorporar cafeterías sea la solución, pero sí sé que ésta empieza preguntándose si la librería que pensamos es la que debemos estar impulsando", señaló.

En el último año –dijo– se desarrollaron en su negocio más de 200 actividades culturales, como los clubes de lectura, los cuales "crean lazos entre los lectores y generan clientes más fieles". De lo que sí está absolutamente seguro, es que el secreto de una buena librería se encuentra en hacer "amigos y cómplices" a todos los clientes.

Pero Queipo Lisón sostiene que no todos los lectores son fieles, ya que muchos de ellos sólo acuden a la librería con la intención de hacer amigos, o bien, por simple moda. "A veces es más literario un buen vino que un mal libro", dice. Por esta razón, apoya la idea de la librería contemporánea como nuevo centro de esparcimiento social.

"Este nuevo concepto dinamiza un poco el momento de ocio y estimula la compra de libros. Incorporar elementos como el vino o el café le quita solemnidad y seriedad a la librería, algo que les atrae mucho a los jóvenes", considera.

Desde el punto de vista económico, los libreros aseguran que ofrecer productos en sus negocios u organizar eventos culturales les ha permitido atrapar a los lectores ocasionales. "A lo mejor muchos sólo van a curiosear o a tomar café, pero al final acaban comprando un libro, y eso está perfecto", apuntó Escalera, dueño de Profética. Casa de la Lectura, una innovadora librería de la ciudad de Puebla que también cuenta con servicio de bar, restaurante y cafetería.

"Hay un hecho innegable: los libros provocan conversaciones. En este sentido, el bar y el café son extensiones naturales para esas charlas, son lugares propicios para la recomendación de lecturas, para el debate", comenta el mexicano.

¿Innovar o morir? Ésa es la duda que hoy aqueja a los libreros de todo el continente. Queipo Lisón no es apocalíptico. "Pero tampoco creo que una librería sólo sean los libros", acota. No obstante, la idea más realista es la de Hunziker: "Primero asegurémonos de no morir, y luego hablamos de innovar".

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