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Arly Velásquez, atleta de la vida

Un accidente que limitó su movilidad no impidió que Arly Velásquez cumpliera su sueño de convertirse en deportista. Será el único atleta que representará a México en los Juegos Paralímpicos de Invierno de Pyeongchang 2018.

Le dijeron que iba a pasar el resto de sus días postrado en una cama. Que no iba a recuperar la vida a la que estaba acostumbrado. El accidente que Arly Velásquez había sufrido en una montaña de Chiluca, Estado de México, mientras practicaba ciclismo de montaña, lo había dejado inmóvil de la cadera para abajo. El parte médico era claro: dos vértebras rotas, lesión medular irreversible y espalda comprimida.

Estas noticias siempre son trágicas, pero aún más cuando llegan a los oídos de un niño de 13 años. Arly tenía una vida por delante cuando un doctor le dijo a su madre que la resignación era la mejor forma de hacerle frente a una discapacidad. ¿Cómo se le explica a un joven que pasará su futuro en una silla de ruedas?

Esa tarde de 2001, cuando ocurrió el accidente, Arly ya sabía lo que quería ser en la vida: el mejor ciclista de montaña de México en la especialidad de downhill (descenso). Y, de cierta manera, lo era. Ya había sido campeón nacional juvenil en Los Dinamos, en La Magdalena Contreras, e incluso competía en una categoría –de 15 a 20 años– en la que no debía estar debido a su corta edad.

El eje de su vida eran los deportes. A los 2 años y medio aprendió a andar en bicicleta. A los 4 practicó gimnasia y, a partir de entonces, practicó casi todas las disciplinas. A los 11 visitó una tienda de bicicletas profesionales. El vendedor le dijo que tenía cara de downhillero. Y con más orgullo que consciencia, aceptó el reto.

PERFIL
Fecha y lugar de nacimiento: 27 de agosto de 1988, Cancún, Quintana Roo
Resultados: Vancouver 2010 (26° en slalom gigante y 33° en slalom) y sochi 2014 (11° en slalom gigante)
Patrocinadores: The North Face y Fundación Telmex
Edad: 28 añosE
specialidad: Monoesquí alpino

"Por eso la noticia de mi discapacidad fue un shock tremendo. La verdad hasta pensé en suicidarme", confiesa este hombre que, lejos de hundirse en la vorágine del fracaso, escaló sus propios miedos hasta convertirse en el único atleta que representará a México en los Juegos Paralímpicos de Invierno de Pyeongchang 2018.

Su paso del ciclismo de montaña a los deportes invernales comenzó durante los tres años posteriores a su operación en el Hospital Español de la Ciudad de México. Recuerda Arly que fueron meses oscuros, de depresión profunda. Dependía de su madre y de su hermana para todo. Su padre, venezolano, los dejó cuando él tenía 6 años. Como el único hombre de la casa, Arly sentía una responsabilidad aún mayor por las mujeres que lo estaban cuidando.

"Hasta que un día dije: ¡Basta! Necesito aire fresco, necesito salir, ser yo otra vez. Mi vida ya no puede seguir en esta inercia de terapias físicas. La tenacidad de mi familia fue lo que me motivó a seguir adelante. Cuando se tienen ejemplos de luchadores incesantes en casa, es difícil dejarse caer tan fácil. Y la luz en el camino la hallé en los deportes adaptados", comparte.

A los 15 años comenzó una nueva vida. Primero practicó pruebas de pista (100 y 200 metros), pero no le gustaron. Luego vino una travesía de disciplinas: bala, jabalina, basquetbol, natación... "Aunque eran experiencias refrescantes, nada lograba atraparme", recuerda. Durante ese tiempo contó con algunos apoyos del Instituto del Deporte de la Ciudad de México, pero la mayoría de sus actividades las financiaba su familia.

Después de practicar tantos deportes, decidió estudiar cine en Argentina. Y aunque nunca terminó la carrera, admite que fue un periodo de mucha neurona y poca adrenalina, que le ayudó a determinar qué lugar quería ocupar en el mundo.

Con la nostalgia de no ver a su familia, regresó a México para comenzar sus estudios en composición musical. En poco tiempo se convirtió en organizador de eventos musicales. El dinero que reunió lo utilizó para pagarse unas vacaciones en Calgary, Canadá, donde conoció el deporte que lo cambiaría para siempre: el monoesquí alpino. Tenía 20 años.

"Regresé a México fascinado. Vendí mi coche, junté todos mis ahorros y tomé un avión a Canadá. El monoesquí alpino me recordó mucho al downhill y revivió mis viejas pasiones. Descubrí que en la montaña era el lugar a donde siempre había pertenecido", comenta.

Su madre, al principio, se opuso: ¿cómo es posible que regreses a la montaña? Arly no pudo –o no quiso– escucharla. Desde entonces, con el apoyo de su familia y de patrocinadores como Fundación Telmex, Sport City y shampoo Cre-C, ha sostenido su carrera de esquiador alpino y ha participado en los Juegos Olímpicos de Vancouver 2010 y Sochi 2014. En estos últimos acabó en el undécimo lugar en la prueba de slalom gigante, la mejor clasificación de un deportista latinoamericano en esta competencia. La Conade, a cambio, sólo le ha otorgado una beca de 6 mil pesos mensuales que, además, es inconstante.

Aunque en Sochi sufrió un accidente que lo hizo dar varias vueltas en la pendiente de una montaña, lejos de alejarse del deporte, Arly reafirmó sus convicciones. "El error de ayer no tiene que ser el error de hoy", sostiene. Ahora entrena todos los días en Park City, Utah, donde sueña con una medalla olímpica.

"A la vida no venimos a estar dormidos, sino alertas, a luchar y a captar las señales que nos brinda nuestro entorno: vivir, para mí, es como estar en la montaña", dice.

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