Salud

¿Leíste que 88% de pacientes conectados a ventiladores murieron? Científicos recomiendan que lo tomes con 'un grano de sal'

La pandemia del nuevo coronavirus ha provocado que se registra una 'avalancha' de información sobre estudios que, en más ocasiones de las deseadas, no tienen una buena calidad.

El 22 de abril, los investigadores de Northwell Health, un importante sistema hospitalario en el área de Nueva York, dieron a conocer una impresionante tasa de mortalidad de 88 por ciento entre los pacientes con COVID-19 que utilizaron ventiladores. El cálculo fue publicado en el prestigioso Journal of the American Medical Association y fue noticia en todo Estados Unidos.

Dos días después, el diario emitió una aclaración en medio de una serie de duras críticas de la comunidad científica en Twitter. El resumen reemplazó la aterradora cifra de 88 por ciento con una métrica mucho más tranquilizadora: solo 24.5 por ciento de los pacientes con el nuevo coronavirus conectados a ventiladores en Northwell Health habían muerto hasta el momento, según la nueva versión.

Sin embargo, ninguno de los datos de mortalidad subyacente en el estudio había cambiado.

¿Que pasó? ¿Qué número es el correcto? Resulta que ambos lo son. El porcentaje más alto se basa en un pequeño número de pacientes que o murieron o se recuperaron en cuestión de días. El porcentaje más bajo ajusta las cifras de muertes para incluir a todos los que estaban conectados a ventiladores que todavía estaban vivos y luchando contra el virus SARS-CoV-2 en el momento en que finalizó el estudio. Muchos de ellos pueden no sobrevivir, pero algunos sí.

"Los números en el artículo fueron precisos", comentó Karina Davidson, vicepresidenta sénior de investigación de Northwell Health, refiriéndose a los cálculos originales de mortalidad.

"Hubo tanta interpretación errónea" de la tasa de mortalidad de 88 por ciento que Northwell optó por la aclaración, aclaró.

El caso de Northwell demuestra cómo las primeras investigaciones publicadas en plena crisis de salud pueden generar más confusión que aclaraciones. En la búsqueda de respuestas médicas, incluso los principales investigadores y revistas tienen problemas para lograr un equilibrio correcto.

El mundo cauteloso de la investigación científica se ha transformado repentinamente en una vertiginosa carrera hacia la línea de meta en la era del COVID-19. Los estudios médicos se dan a conocer más rápido que nunca y los funcionarios públicos están batallando para interpretar ese flujo de datos y tomar decisiones rápidas que pueden influir en la salud y la vida de miles de millones de personas en todo el mundo.

Un 'mar' de información en tiempos del nuevo coronavirus

El estudio de Northwell Health es uno de los últimos ejemplos de una serie dramática de informes confusos. Pocos días después de que el Journal of the American Medical Association aclaró la tasa de mortalidad de los ventiladores de Northwell, el fabricante de medicamentos Gilead Sciences emitió un comunicado de prensa que avivaba la emoción de que se estaba acercando a un gran avance con su tratamiento experimental con el remdesivir, un medicamento considerado como una gran promesa para tratar el COVID-19.

Horas después de que la compañía anunciara los resultados de las pruebas preliminares, Anthony Fauci, director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas, promocionó un estudio del Gobierno de EU en un evento de la Casa Blanca que afirmaba que el medicamento había alcanzado sus objetivos.

Los comentarios de Fauci impulsaron una recuperación en Wall Street, impulsada anteriormente por el comunicado de prensa de Gilead. No obstante, había un problema: The Lancet, una prestigiosa revista, publicó ese mismo día los resultados de un pequeño estudio realizado en China que mostró resultados muy diferentes y menos prometedores.

"No es solo un solo ensayo el que va a mantener la verdad aquí", subrayó John Norrie, profesor de Estadística Médica y Metodología de ensayos en la Universidad de Edimburgo.

"La conclusión es que no se puede confiar en los comunicados de prensa" porque, argumentó, a menudo contienen una fracción de la información que se encuentra en un estudio completo.

Las señales del frenesí de datos médicos están en todas partes. En las últimas semanas, numerosos estudios de detección de anticuerpos, un signo de enfermedades pasadas, encontraron tasas de infección muy variables en la población. Los estudios han sido criticados por otros científicos por sus metodologías, incluida la excesiva confianza en las pruebas que pueden producir falsos positivos.

Los investigadores y investigadores de la Universidad de Stanford, que realizaron uno de los estudios, también fueron señalados por médicos y científicos por confiar en Facebook para buscar voluntarios, lo que puede haber sesgado los hallazgos al atraer a personas que tenían síntomas. El 30 de abril, los autores publicaron un documento actualizado, que establece de forma más clara las limitaciones del estudio e incluye más datos sobre las muestras de control, presentando una estimación más conservadora de la prevalencia de infección en lugar de un rango.

El 18 de marzo, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EU (CDC, por sus siglas en inglés) publicaron información sobre que el COVID-19 contagia a las personas más jóvenes con más frecuencia de lo que se creía anteriormente. Sin embargo, al leer el informe, se descubre que los datos estaban incompletos y que los investigadores no sabían las edades de 42 por ciento de los infectados.

Estudios que buscan crear un gran impacto

Y después vino 'la tormenta de fuego mundial' de la hidroxicloroquina, avivada por los tuits y el respaldo público del presidente Donald Trump. Este debate fue 'encendido', en gran parte, por un pequeño estudio francés cuyos métodos, que incluyeron la falta de un buen grupo de control, fueron ampliamente criticados por la comunidad médica y de investigación.

La editorial y la sociedad médica que administran el International Journal of Antimicrobial Agents han encargado una revisión independiente para determinar si las preocupaciones sobre el estudio tienen mérito, según un comunicado del 11 de abril.

"Hay cientos de artículos por ahí, pero la calidad en muchos es bastante pobre", consideró Lauren Westafer, una doctora de emergencias y profesora asistente de la Facultad de Medicina de la Universidad de Massachusetts en Baystate, al señalar, en términos generales, una caída de los estándares durante la pandemia del nuevo coronavirus.

"Es problemático sacar conclusiones basadas en ese tipo de datos. Los métodos y la calidad son muy imperfectos", agregó la profesora, quien tiene un podcast sobre la disección de la ciencia médica.

La aceleración de la distribución de datos médicos se debe en parte al aumento de los servicios de preimpresión, como bioRxiv y medRxiv. Los dos sitios a menudo publican borradores que no han sido revisados ​​por otros científicos o publicados en revistas médicas.

MedRxiv, lanzado hace menos de un año, ha sido particularmente 'inundado' con informes del nuevo coronavirus. Si bien publicó 225 artículos en enero, cuando el brote del virus SARS-CoV-2 apenas se estaba desarrollando en China, en abril el total alcanzó los mil 500, de los cuales mil estaban relacionados con el COVID-19, enfatizó John Inglis, director ejecutivo de Cold Spring Harbor Laboratory Press, que comenzó y administra ambos archivos.

Los sitios se desarrollaron originalmente para ayudar a los investigadores a compartir su trabajo preliminar y ayudar a 'refinarlo' antes de su publicación. No obstante, desde la pandemia del COVID-19, el público en general está asimilando cada vez más la información, a menudo después de que se tuitea en las redes sociales o se destaca en los informes de algunos medios.

"Somos muy conscientes del hecho de que ahora hay muchos tipos de audiencias para lo que está apareciendo en nuestros servicios de preimpresión, y ese es un fenómeno nuevo. La mayoría de las veces, el público es profesional, pero la epidemia los ha abierto a la mirada del público en general", comentó Inglis.

La organización ha tratado de enfatizar que los hallazgos son preliminares y no deben considerarse una guía para ningún tipo de atención médica. Aún así, es imposible saber qué impacto están teniendo.

"Lo que aún no hemos desarrollado es una infraestructura que esté equipada para manejar este volumen de datos. Aquí tenemos esta información masiva, y las personas necesitan orientación sobre lo que es importante y confiable; lo que está bien hecho, y lo que no está bien hecho", analizó.

Atrayendo lectores... y críticos por igual

Incluso cuando la investigación es cuidadosa y bien examinada, el frenesí por obtener nuevos resultados puede hacer tropezar a los investigadores. Antes de publicarse en el Journal of the American Medical Association, el estudio de pacientes de Northwell Health pasó por múltiples revisiones antes de su publicación.

Uno de los objetivos del estudio fue informar una serie de síntomas inusuales que podrían ayudar a otros hospitales a identificar mejor los casos del COVID-19. Los investigadores de Northwell trabajaron incansablemente, en algunos casos realizando videoconferencias a las 2 de la madrugada, el único momento en que los médicos con exceso de trabajo estaban disponibles.

Un hallazgo considerado clave en la investigación fue que solo 31 por ciento de los infectados con el nuevo coronavirus tenía fiebre en el momento en que ingresaron.

"Estábamos motivados para obtener información y resultados tan rápido como pudimos para ayudar a otros a manejar a estos pacientes", dijo Davidson.

En algún momento durante el proceso de revisión, el Journal of the American Medical Association pidió a Northwell que agregara las cifras de tasa de mortalidad en su estudio. Sin embargo, después de que se publicó el informe, la revista explicó, en un comunicado, que sus editores pidieron a los autores de Northwell que aclararan los datos, lo que resultó en la revisión. Davidson dijo que Northwell inició la aclaración.

Por lo general, los investigadores esperan tener datos más completos antes de presentar las tasas de mortalidad de un estudio, pero en este caso, con la necesidad de publicar rápidamente datos sobre el COVID-19, los investigadores de Northwell aún desconocían el destino final de la mayoría de los pacientes

De los mil 151 que fueron conectados a ventiladores al 4 de abril, al momento de la publicación del estudio solo se conocía el resultado de 320 de ellos: 38 fueron datos de alta y 282 murieron. Es decir, la tasa de mortalidad fue de 88 por ciento.

La tasa fue más o menos consistente con algunos informes de China y otros lugares que atienden a infectados con el virus SARS-CoV-2 y que terminan necesitando ventilación. Aún así, la publicación provocó una violenta reacción.

"Es irresponsable publicar este tipo de datos de mortalidad engañosos de manera prematura", escribió Robert Dickson, médico de Cuidados Críticos en el Centro Médico de la Universidad de Michigan, en un tuit el día después de que se publicara el estudio.

"La conclusión '¡88 por ciento de mortalidad entre pacientes ventilados!' va a afectar todas las discusiones del asunto en el mundo. Este descuido tiene consecuencias", afirmó.

Los autores de Northwell publicaron su aclaración al día siguiente. Quitaron la cifra de 88 por ciento del resumen del artículo y agregaron un nuevo lenguaje a la conclusión de que los médicos esperan que la tasa de mortalidad del ventilador disminuya a medida que se obtengan resultados más completos.

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