Salud

Día de la Malaria: La prevención y la atención en salud deben ser comunitarias

Entre las complicaciones para tratar la malaria en Chocó, Colombia, está la falta de medicinas pero también la presencia de grupos armados.

Cuando un niño o niña Embera se enferma por malaria en el resguardo de Santa María de Condoto, ubicado en la zona rural de Alto Baudó, en Chocó, le es casi imposible encontrar tratamiento o la ayuda de un profesional de salud que prevenga posibles complicaciones.

Causada por cuatro especies del parásito Plasmodium, la malaria es transmitida por la picadura de mosquitos tipo Anopheles, con amplia presencia en el departamento. Si no es tratada oportunamente, puede ser mortal.

Los síntomas son bien conocidos por las comunidades: fiebre, dolor muscular, dolor de cabeza y vómitos. Y, aunque la mayoría de los casos reportados en la subregión son malaria de tipo vivax, que no suele complicarse; también se da una de las más graves, la malaria falciparum, que provoca síntomas más fuertes y debe ser tratada de inmediato para evitar complicaciones fatales, principalmente en menores de 5 años.

El problema es que, en ese resguardo, como en la mayoría de las comunidades ribereñas del Baudó, no hay personal sanitario que realice la prueba, confirme el diagnóstico y les brinde tratamiento a niños ni a adultos. Todo está centralizado en las cabeceras municipales de Alto y Medio Baudó, y la atención de segundo nivel, en la capital del departamento, Quibdó, Colombia.

Pero acudir a estos centros requiere de cinco horas a dos días entre trayectos de río y carretera, que deben ser costeados por las mismas comunidades pese a que no tienen una fuente fija de ingresos. Aunque la subregión agrupa a más de 100 mil habitantes, no hay lanchas ambulancia y solo hay una terrestre que hace el trayecto Medio Baudó – Quibdó en cuatro horas.

Todo esto sin contar con dos condiciones más: que la presencia de grupos armados en la zona puede restringir su movimiento (la mayoría de los lancheros evitan moverse de 6 p. m. a 6 a. m. por temor). Y luego, si el paciente viaja y cuenta con suerte, que en la ciudad le den el tratamiento necesario. Pero allí hay otras limitaciones, como las demoras hasta de dos semanas para que el tratamiento sea autorizado, la discriminación histórica a las poblaciones indígenas por sus creencias en torno a la salud, así como la falta de intérpretes de Embera en las estructuras sanitarias.


La salud comunitaria es clave

Desde abril de 2022, desde Médicos Sin Fronteras (MSF) trabajamos en la subregión de Alto y Medio Baudó con comunidades afrodescendientes e indígenas Embera que cuentan con múltiples barreras para acceder a la salud.

El conflicto armado es una de ellas. Según cifras de Defensoría del Pueblo de Colombia, durante el 2023 se dieron 124 eventos de confinamiento forzado en Chocó que afectaron a más de 40 mil personas. También es el segundo departamento con mayor número de desplazamientos masivos. El Balance Humanitario realizado por el Comité Internacional de la Cruz Roja da cuenta de que, a las afectaciones a la movilidad, se suman la amenaza constante de minas antipersona y municiones sin explotar, desapariciones forzadas y actos violentos contra la asistencia en salud. Además, las comunidades no cuentan con una fuente económica fija que les permita movilizarse y el esquema de salud de la región no es efectivo.

Desde 2022, en MSF capacitamos a agentes y promotores comunitarios en prevención y detección de signos de alarma, y apoyamos remisiones a centros de salud cuando son necesarias. Fue gracias a ellos que evidenciamos los vacíos en la atención de malaria, uno de los principales motivos de consulta y de complicaciones que recibían, aunque es plenamente prevenible. Entre enero de 2023 y abril de 2024, los agentes atendieron 608 casos y remitieron 363 a centros de salud.

A partir de febrero de 2024, empezamos a desarrollar una estrategia para acercar el diagnóstico y el tratamiento oportuno. Identificamos nueve comunidades que son de fácil acceso para otras. Allí nuestros agentes comunitarios reciben una capacitación en la detección de malaria con pruebas rápidas y con microscopio, que es más sostenible y gratuito. También sensibilizan a sus vecinos y vecinas sobre la importancia de tomar el tratamiento completo, que es muy sencillo y desde la primera dosis alivia los síntomas y evita complicaciones.

Aunque la estrategia apenas está iniciando, hemos notado que se descongestionan las remisiones a los centros de salud y también se aclara la ruta a seguir para acceder a los tratamientos contra la enfermedad. Además, en la última semana de marzo el 57 % de los registros de malaria en el reporte epidemiológico oficial del municipio de Alto Baudó provino de los agentes de MSF. La detección y el tratamiento de malaria en este tipo de contextos deben ser comunitarios.

A todo esto se suma la prevención. Para hablar de malaria y otras enfermedades transmitidas por mosquitos en estas regiones, no basta con mencionar la escasez de medicamentos o tratamientos, sino que es necesario ampliar la mirada hacia cómo es la vida de las comunidades. Esto nos ha permitido desarrollar estrategias para promover el uso de mosquiteros, la fumigación y los sistemas de recolección de agua que donamos; pero también la correcta disposición de basuras, el evitar criaderos de mosquitos, entre otros factores que pueden estar incidiendo en la propagación de la malaria y otras enfermedades.

La prevención también se hace desde las comunidades, y no solo contribuye a disminuir el contagio de malaria, sino de diferentes dolencias que nuestros agentes comunitarios encuentran recurrentemente, como diarreas, enfermedades respiratorias, afectaciones en la piel, entre otras

En el Día Mundial de la Malaria, nuestro llamado es a escuchar a las comunidades de zonas rurales dispersas que hoy están en medio de conflictos armados y que no cuentan con una atención oportuna en salud ni con las herramientas de diagnóstico y tratamiento efectivas. La salud en regiones con estas condiciones debe ser comunitaria.

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