Retrato Hablado

"En mi generación se busca un periodismo más ligero"

Risco más chilango que veracruzano estudió periodismo por consejo de su madre, inició su carrera en la radio con Aristegui y se dio cuenta que ese era su medio favorito. Brinco de empresa en empresa hasta llegar a ser periodismo de sátira. 

Es veracruzano y es millennial. No se despega del teléfono y su gente se lo reprocha. Parece que nunca presta atención. Ni siquiera a mí, mientras lo entrevisto.

Nació cuando México tenía petróleo para aventar para arriba, y además se vendía bien. Vivió en Poza Rica sus primeros años, pero sus padres, pediatras ambos, él panameño y ella jarocha, se trasladaron a la Ciudad de México en busca de oportunidades.

Javier Risco le debe mucho a su abuela, la mujer con "la mejor memoria del mundo". Tiene 84 años, fama de ser una gran contadora de historias y una consumidora compulsiva de noticias. Le contagió a su nieto su sentido del humor y su lengua larga. Risco le marca a diario y la abuela no se duerme hasta que recibe su llamada.

De veracruzano le queda lo malhablado, porque Risco es un chilango. Un chavo del Instituto México y un exatec, esa forma tan pedante de referirse a los exalumnos del Tec de Monterrey. Al mismo tiempo estudió la carrera de letras hispánicas en la Universidad Nacional, pero la dejó. Hubiera sido escritor si su madre no lo hubiera espantado: seguro se moriría de hambre. Mejor, le aconsejó, "estudia letras y periodismo, que son complementarias". El aviso llegó en el último momento en que las madres pueden influir en sus hijos, la adolescencia.

Risco empezó a trabajar un año antes de graduarse, como becario y redactor con Carmen Aristegui. Sacó copias e impresiones, llevó y trajo cafés hasta que dominó la mecánica de trabajo. Sus primeras chambas al aire fueron notas para una sección patrocinada por Liverpool, llamada "Las buenas noticias también son noticia".

Le confieso que me enfermaba aquel falso optimismo y me contesta riendo: "Pues eso hacía yo. Redactaba la nota de los pingüinos que se alejaron de la Antártida y nadaron tantos kilómetros lejos de ahí. Noticias que ocurrían en otras partes, por lo general, o noticias que no dependían de la acción del gobierno, como el espectáculo de las mariposas monarca".

Después le soltaron las notas de cultura y Risco "se consagró" cuando el turco Orhan Pamuk ganó el premio Nóbel de Literatura. "Se me ocurrió hablarle a su traductor en español y salí al aire con Carmen. Fue mi primera vez. Mi abuela lo grabó, mi mamá y mis tías también y los demás gritaron de gusto. Yo descubrí que mi medio es la radio".

Año y medio después el becario fue contratado. También participó en un efímero proyecto periodístico: El Centro, donde hacía reportajes especiales. En la XEW, trabó amistad con el equipo que entonces producía "El Hueso". A la salida de Aristegui de esa estación, Salvador García Soto lo invitó a participar en la escisión de aquel grupo, que le compitió con el programa "La Chuleta". Empezó como redactor de nuevo, pero después participó como locutor y como guionista. "Llegué a hacer diez guiones cómicos al día, entre los de radio y los sketches para "El Empujón" (un desaparecido programa televisivo). Ahí estaba Javier Risco, en segundo o tercer plano, en una zona de comfort". Hasta que quedó desempleado, en 2010.

Aunque ya tenía tablas como conductor, nunca se había hecho cargo de una emisión él solo. "Más o menos le entendía a la política y había hecho sátira y algunas entrevistas". No tenía un clavo cuando Manuel Venegas El Borla lo buscó para que se integrara a Radio Ibero.

-¿Cuánto hay de lana?

-Lana no hay.

Por las mismas fechas entró a Efekto Noticias y armó "Lo que no se dijo", su propio show de quince minutos al día. "Decidí que haría sátira, que quería burlarme de lo que nos sucede. Mis ídolos son los moneros. Por alguna razón, sus espacios son el oasis de la libertad de expresión. Por alguna razón coexisten un diario como Milenio y sus grandes cartonistas. La Jornada tuvo a los mejores; El Universal, en tantos cambios de administración, conserva a Helio Flores y a Naranjo. Los medios en México eran demasiado solemnes. Era impensable ver el titular de un noticiero anunciando que el Presidente hizo el ridículo porque se le olvidó el cero-cero-siete".

-Tú perteneces a una generación que sabe explotar las redes a su favor…

-Uno de mis trampolines fue sin duda Ibero 90.9. Me sirvió para conectar con jóvenes. Tampoco podría entender dónde estoy parado si no fuera por Twitter.

Risco es penoso. Odia su voz y detesta verse en televisión. En Instagram aparece de vez en cuando y Facebook le parece invasivo. Sin embargo, abrió una fan page y algunos post suyos han tenido un alcance de un millón 100 mil personas. Domina el lenguaje de Twitter, conciso y al grano, y aun tratándose de textos, comparte fotos en lugar de ligas.

Risco, aficionado al futbol –"Jugué en el representativo del Tec 25 kilos atrás"– y necaxista esperanzado cumplió su primer año en El Financiero. Primero en "Urna tras otra" y luego con su propio show, "Sin lugar a dudas". También desarrolla proyectos en W Radio y colabora en el informativo de la mañana.

Su día "perfecto", el sábado por lo general, comienza a las diez de la mañana. Camina unas cuadras desde su departamento en la colonia del Valle y camina a un café cercano a avenida de los Insurgentes. Compra un pan de elote y un café. Se sienta solo y lee, de cabo a rabo, el Reforma. Luego El País. Adora Babelia.

-¿Nunca vas a ser serio?

-Puedo serlo. Quisiera que no me encasillen. Que digan simplemente "Risco es periodista".

-¿Te va a costar?

-Quizá, pero vaya, en Estados Unidos hay cantidad de periodistas mucho muy divertidos. También hay otra cultura de consumo, pero dentro de mi generación, varios buscan ese tipo de periodismo más ligero. Los moneros se cuecen aparte, pero no hay una escuela de periodismo de sátira.

-¿Necesitamos periodismo ligero?

-Creo que debe haber espacio para todos: para los que les gusta Carmen, para los que les gusta Ciro, para los que leen Proceso y para los que compran El Chamuco. Y lo que yo quiero es, justamente, andar ese camino y ver a dónde llega.

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