Retrato Hablado

En los divorcios "todos luchan con uñas y dientes"

Sin percibirlo, la conciencia de género y la simpatía natural por las señoras la fue inclinando hacia ellas. Y encontró su vocación. Divorcia por convicción a mujeres. 

Claudia Ramírez se casó a los veintitrés. Este año cumplió veintidós de matrimonio. No es irrelevante el dato en su biografía. Ramírez es abogada. Divorcia, por convicción, a mujeres. Nueve de cada diez de sus clientes son mujeres.

Es hija del periodista y escritor Rafael Ramírez Heredia, autor del premiado cuento "El rayo Macoy", y de Concepción Tavera, una museógrafa española a quien su hija mayor describe como una mujer fantástica que, entre otros, tiene el don de unir a las personas. Contradicciones de la vida…

Ramírez asegura que no se propuso ser esta mujer abogada que defiende mujeres. Simplemente fue ocurriendo. Cuando le faltaba la mitad de la carrera de derecho en la UNAM, conoció a Ulrich Richter. Diez meses después se casaron y otros tantos más adelante, Ramírez dejó el despacho donde trabajaba para asociarse con su marido, pese a las advertencias y los malos augurios. No es una fórmula común la de Richter-Ramírez y Asociados. Contados son los casos en los que una pareja de abogados mete los huevos en una sola canasta. "Me jugué esa carta y gané la apuesta", celebra.

El despacho, cuando ella se integró, se dedicaba sobre todo a los casos civiles, penales y mercantiles. Los propios clientes fueron solicitando servicios relativos al derecho familiar y Ramírez, que en un principio se inclinaba por lo penal, se hizo cargo. Sin percibirlo, la conciencia de género y la simpatía natural por las señoras la fue inclinando hacia ellas. Y encontró su vocación.

Su trabajo la pone frente a frente con la ruindad. La materia familiar es muy dura, concede. Generalizamos de común acuerdo: los señores amenazan con dejar a sus exparejas en la calle, con quitarles hasta el último centavo, con pelear la custodia de los hijos. Las señoras desafían con dejar a sus exparejas en la calle, con quitarles hasta el último centavo, con negarles para siempre la compañía de sus hijos.

Ramírez sabe que su género le da ventajas sobre otros abogados con los que compite, sobre todo con respecto a los de sexo masculino:

Lo digo con humildad, los hombres no suelen tener la paciencia que se requiere

Además, el derecho familiar exige muchas horas-persona, así que los bufetes suelen relegarlo a un plano secundario. Ella se ha especializado en esa materia. Es la suya.

Las mujeres en proceso de divorcio necesitan apoyo y desahogo. Necesitan tiempo. Se ha determinado que el divorcio no es distinto a otros procesos de duelo. Es una pérdida. Emocionalmente, es casi tan doloroso como la muerte.

Una vez que una pareja elige ese camino, el tiempo se detiene. La separación otorga la pausa necesaria para tomar aire y enfrentar al enemigo. Sólo hay dos formas de hacerlo: a través de un convenio o a través de una demanda. Los abogados son partidarios del convenio, del famoso mal arreglo antes que el pleito.

La persona que amamos puede convertirse en la que más odiamos. Dado el paso del amor al odio, la negociación es ardua. Para mí es difícil no simplificar y la prevengo. ¿Son abusivas las mujeres? ¿Son tacaños los hombres? Responde sin distinguir: somos mezquinos, avariciosos, egoístas.

La historia es una misma, lamenta. En los delicados asuntos familiares, todos somos miserables: 

La mujer siempre quiere más dinero y el hombre no se lo quiere dar. Todos quieren otro poco y luchan con uñas y dientes; se pone feo

El objeto de las disputas son las casas de ciudad y las casas de playa, casas de campo y ranchos (en Valle de Bravo y Malinalco los más), departamentos en el extranjero (en Miami muchos de ellos), coches y camionetas. Hay señoras cicateras que riñen porque se les paguen los servicios básicos (agua y luz) y otros más o menos superfluos, el wifi, la televisión por cable, la tintorería, las suscripciones a periódico y sí… la IAVE. Expreso mi asombro. Es cierto, asegura la abogada. El acceso a la Súper Vía y a los segundos pisos es fuente de conflicto. Cualquier cosa tiene potencial para serlo. Para algunas personas el divorcio es comparable a la lotería; creen que de ahí pueden sacar para vivir su vida entera.

Ramírez Tavera cita con recurrencia a la mujer que considera sabia entre las sabias, su madre. "La libertad empieza por el bolsillo", le ha dicho siempre.

-Suena inalcanzable el pacto entre dos personas que se aborrecen.
-Es fácil arreglarlo si se piensa en los hijos, si se ponen por delante. Mi estrategia para cada caso pasa por imaginar que esos niños son míos y lo que yo querría para ellos.

-¿Qué tan frecuente es la buena disposición?
-La menos. Casi todos se jalonean los cheques.

Claudia Ramírez reseña pugnas francamente vulgares, como son las que tienen que ver con dinero, pólvora en las balas de los duelistas. "El que nada tiene, tampoco tiene motivo para pelear. Se ajusta. Normalmente entre las parejas con menos ingresos se conviene el pago de la renta, la colegiatura, el seguro de gastos médicos mayores y tan tan".

Le pido que me platique uno de los incidentes más ridículos que recuerde y narra con desencanto el caso de una pareja que se enfrentó por quedarse con el anillo de compromiso. El marido argumentaba que el brillante había pertenecido a su abuela fallecida. "La lucha por el patrimonio construido en conjunto acaba transformándose en la que hay detrás, que es la lucha por el poder".

Lo extraordinario en su quehacer es la controversia por pasar más tiempo con los hijos. Ellos pasan a segundo plano.

-Tu trabajo suena emocionalmente desgastante.
-Lo es porque en una disolución marital no hay descanso los fines de semana. Las personas entran en crisis en cualquier momento y hay que estar disponible.

Y supongo que los abogados también son blanco de agresión. Hacen las veces de escudo. Detienen los golpes más severos. Y cuando el camino legal se estrecha, mientras los asuntos se estancan en los juzgados, también lo hacen de terapeutas, esas personas imprescindibles cuando nuestro todo se divide en partes.

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