Retrato Hablado

“A mis alumnos no les doy respuestas, los hago razonar”

Issac Katz tiene fama de ser un gran profesor, de ser un expositor claro, pero sus alumnos –sobre todo los de primer ingreso– le tienen miedo. Dicen que se pasa de exigente, de duro, de estricto. No lo califican muy bien en lo que tiene que ver con la relación profesor-alumno.

Isaac Katz es hijo de inmigrantes. Su padre, polaco, llegó a México en 1929. Era dueño de una bonetería en la calle de Correo Mayor, en la que trabajaba con su esposa.

Los hermanos Katz, Isaac y las dos menores, estudiaron en el Colegio Israelita. Luego él ingresó a la Universidad Nacional para estudiar Administración de Empresas. "Qué experiencia tan horrible estudiar en la UNAM". Me sorprende su declaración, porque todo mundo suele decir lo contrario; que la UNAM les abrió la perspectiva, que a través de la Universidad realmente empezaron a conocer México.

"En esas clases en el auditorio habíamos unos 300 alumnos. El profesor estaba hasta abajo. Nadie lo pelaba. No se escuchaba nada y si proyectaba acetatos, no se veía nada. Era muy desagradable".

En 1972 y tras un año de huelga, tiró la toalla y se cambió al ITAM, a Contabilidad. Pero la materia de Economía lo llevó a otro lado. Ahí comenzó también su carrera docente; fue ayudante de Daniel Galindo, de Silvano Espíndola y de Alma Rosa Rizzo, casada con el exgobernador de Nuevo León Sócrates Rizzo. Rizzo, entonces director de Política Económica de la Secretaría de Hacienda, contrató a Katz una vez que terminó su doctorado en Economía en la Universidad de Chicago. "Trabajar en el gobierno es algo que no me gustó para nada"
.
Katz permaneció año y medio en Hacienda y a principios del sexenio de Miguel de la Madrid se movió a la Secretaría de Programación y Presupuesto, como subdirector de política macroeconómica. "Fue espantoso. (Miguel) De la Madrid se sacó la idea del Plan Nacional de Desarrollo y nos tocó elaborarlo. Consumíamos horas y horas y horas en estupideces. Por ejemplo, querían incluir detalles como el número exacto de grúas de cincuenta toneladas que se necesitaban para construir este país, y cuántos tornillos y otras cosas igualmente ridículas. Era muy desgastante pelearse con esta gente que tiene la idea de que el gobierno tiene que planearlo todo y controlar toda la economía".

Peor aún, sintió que ya no era dueño de su tiempo. Estaba sujeto a las ocurrencias de su jefe. Tenía que hacer, como decía Vicente Leñero, horas nalga. Debía permanecer en la oficina hasta la madrugada, por si se le ofrecía algo al señor. En plena crisis, Arturo Fernández, rector del ITAM desde 1992, fue nombrado jefe del departamento de economía y le ofreció a Katz un puesto de profesor. "Ni siquiera lo pensé. Dije sí en automático". En agosto cumplirá 33 años como maestro. Este semestre, Katz impartió el seminario de derecho para alumnos de tercer semestre; otras veces enseña en el seminario de economía de México, pero su materia de cajón es la temible Economía uno.

-Tres décadas después, supongo, detectas fácilmente el cambio entre las generaciones…

-Claro, pero no es que sean más o menos o más inteligentes, simplemente los estudiantes vienen de un sistema educativo nacional que cada vez es más malo, incluidas las escuelas privadas. El interés de estos jóvenes es muy limitado. No leen, no están acostumbrados, les cuesta mucho trabajo y no entienden lo que leen. Sí he visto en estos treinta y tantos años un deterioro en la calidad de los alumnos. Pero siempre hay algunos buenos. Ésta es la mejor chamba a la que uno puede aspirar. Me divierto, me emociono dando clases y salgo arrastrando los pies del cansancio.

Issac Katz tiene fama de ser un gran profesor, de ser un expositor claro, pero sus alumnos –sobre todo los de primer ingreso– le tienen miedo. Dicen que se pasa de exigente, de duro, de estricto. No lo califican muy bien en lo que tiene que ver con la relación profesor-alumno. Sus exámenes de Teoría y Política Monetaria son aprobados apenas por el 15 por ciento de los estudiantes. Con todo y la campaña, pasa el 60 por ciento.

-¿A eso se debe tu fama?

-Se debe al método de enseñanza que sigo. Los alumnos están acostumbrados a que si hacen una pregunta se las contestan, y lo que aplico es un método cuasi-socrático; en lugar de darles la respuesta les repregunto para que razonen y encuentren su propia respuesta.

Katz ha agotado sus cuatro sabáticos. Durante el primero, hizo una investigación en el Centro de Investigación para el Desarrollo (CIDAC) que derivó en un libro sobre el sistema financiero. El segundo sabático lo pasó en Bancomer, realizando investigación económica. El tercero, después de un afortunado rechazo de parte del entonces Presidente de la Suprema Corte de Justicia –Guillermo Ortiz Mayagoitia– para instrumentar la reforma penal de los juicios orales, escribió uno de sus mejores libros, ¿Qué tan liberal es usted?

Katz siempre ha sido reconocido como un liberal sin cortapisas. Cuenta que ese libro fue producto de apasionadas discusiones con su expareja, una experta en bioética inclinada hacia el socialismo.

-¿Persistió esa relación?

-No, por otras razones. Pero ella terminó aceptando mi posición liberal.
En breve aparecerá la segunda parte de ese título. El primero se ha reimpreso varias veces, cosa que ocurre excepcionalmente en México, un país donde escasean los lectores. Al mismo tiempo, Katz trabaja en otro libro sobre la libertad económica en este país.

En un par de años más, el profesor podrá optar por la jubilación, tanto del Seguro Social como del ITAM. Jubilación completa... Pero no creo que la tome. En el 2018, cumplirá simultáneamente 65 años y 35 de maestro. Y la verdad es que está entero. Es un buen lector, y está al día. Es un tuitero compulsivo –"es una enfermedad, un verdadero vicio"–, y un consumidor moderado de películas y de series de televisión. Hasta una operación reciente de menisco, también era maratonista.

-¿Te lesionaste corriendo?

-Ni siquiera, fue al bajar de una camioneta, lamenta.

Ahora se conforma con largas caminatas.

Exdirector del departamento de Economía del ITAM (lo dejó porque la talacha administrativa le robaba tiempo para la investigación) Katz sabe de todo. No voy a enumerar sus libros, porque hasta tiene uno de dichos mexicanos, con su respectiva sintetización económica, claro.

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