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'Green Book': Otra carta de amor a la nostalgia

La cinta con Viggo Mortensen y Mahershala Ali viene de los recuerdos familiares de su guionista, Nick Vallelonga.

Para este año, se ha colado un poco de nostalgia familiar en los Premios de la Academia; la carta de amor de Alfonso Cuarón a su infancia con Roma o la tormentosa relación de sus padres que Paweł Pawlikowski retrató en Guerra Fría, son una pequeña muestra de que el Oscar se ha puesto viejo y le ha dado por rememorar viejos y queridos tiempos de familia. Green Book es otro ejemplo de esta tendencia.

En la década de los 60 Don Shirley, pianista virtuoso, refinado -y negro- que vive en Nueva York, decide emprender una gira por el sur de Estados Unidos, en aquel entonces azotado por la segregación racial; para preservra su seguridad, contrara como chofer y guardaespaldas a Tony Lip Vallelonga, un bravucón italoamericano del Bronx que debe su apodo a su enorme poder de persuasión y convencimiento.

Sin grandes efectos especiales, un sorprendentemente controlado y conmovedor Peter Farrelly nos lleva por una travesía en la que se hace presente una fotografía que por momentos parece sacada de Scorsese o Todd Haynes en el que la música de Franke Valli, Aretha Franklin o Little Richard son los perfectos acompañantes de este asombroso diálogo de dos mundos diamentralmente opuestos. Para este viaje, ambos tendrán que valerse del 'Libro verde', una especie de manual con los establecimientos y alojamientos que son seguros para los negros en el Deep South, en donde ambos se enfrentarán al racismo y a la segregación en su forma más cruel

Basado en las memorias de su padre, que calificó este recorrido como la mejor anécdota de su vida, el guion de Nick Villalonga pone a Lip y al doc Shirley (unos más que enormes Viggo Mortensen y Mahershala Ali) en un diálogo perpetuo que por momentos pareciera una pieza de piano: por momentos las teclas blancas y negras armonizan y entregan una juguetona melodía mientras que por otros son tan disonantes que terminan por nunca armonizar. Tanto Mortensen como Ali se embarcan en un duelo de actuación admirable, lleno de fuerza y ligereza pero también de humor y tristeza.

Durante esta road movie, cada uno descubrirá los prejuicios y preconcepciones que tienen uno sobre el otro; mientras Shirley piensa que por ser blanco Lip tiene la vida más fácil sólo por el color de su piel, éste piensa que el pianista ha traicionado a su gente por no saber quién es Aretha Franklin y por aceptar que engreídos y racistas blancos sureños lo inviten a tocar a sus mansiones o centros nocturnos a la vez que le impiden usar su baño o cenar en sus restaurantes. Los enfrentamientos y argumentos que cada uno pondrá sobre la mesa (o sobre el piano) los obligará a mirarse y revalorarse una forma distinta, una que Tony Lip ignoraba y una que Shirley se negaba a reconocer.

En una escena de la película, Tony Lip asegura que "el mundo no estaría lleno de solitarios si éstos se atrevieran a dar el primer paso"; el guion de Vallelonga rememora no sólo el inicio de la que a la postre sería la mejor amistad de su padre; también termina siendo una nostalgica carta hacia el hombre que se atrevió a dar ese primer paso y sacar a otro de su soledad.

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