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'Aquaman': diversión que flota y medio sabe nadar

En esta nueva entrega de DC dirigida por James Wan, Jason Momoa hace lo que mejor sabe hacer: reírse de sí mismo.

Sin duda, una de las mejores cosas que le pudo pasar al universo cinematográfico de DC Comics fue la llegada de James Wan. Aquaman probablemente no sea ni vaya a ser la mejor cinta de la franquicia pero el director ha entregado algo de lo que ésta carecía: una película divertida.

En Aquaman olvídense de las solemnidades: aquí no hay caballeros oscuros ni antihéroes ni antihéroes, al contrario, Jason Momoa encarna a un perdedor que no quiere ser ni héroe ni rey ("yo no pedí esa responsabilidad"), impulsivo, temperamental y con un sentimiento de culpabilidad latente por una razón que se revela a lo largo del filme.

Sin duda, el mérito y el activo más importante de esta película se llama Jason Momoa; despojado de pretensiones, hace lo que mejor sabe hacer: reírse de sí mismo; el actor viaja ligero, se despoja de pretensiones y frases complejas (les hablan, Batman y Superman) y convierte al más olvidable metahumano de DC en un superhéroe ocurrente e ingenioso.

Aquaman cumple con los requisitos que un filme de este tipo requiere: mucha acción, peleas, CGI a reventar (por aquello de los efectos del agua), humor (casi todo a cargo de Momoa), romances frustrados, flashbacks bien hechos, música y escenas que apelan a la nostalgia ochentera -Toto, Depeche Mode y Karate Kid- y hasta mensaje ecológico incluido (la contaminación de los mares y océanos, obviamente).

La dupla Jason Momoa-James Wan ha logrado dar una película ligera, ágil y palomera, algo que parecía ya imposible para el Universo DC. ¿Quién diría que el heredero del trono de la Atlántida, con los poderes menos necesarios, sería el superhéroe que junto con Wonder Woman, acabaría rescatando para bien o para mal a la Liga de la Justicia? Tal vez, desde su retiro, alguien llamado Zack Snyder pueda aprender cómo hacer rockear a un superhéroe. Bienvenidos sean Wan y Momoa: tal vez su próxima obra sea menos como una noche ochentera llena de excesos.

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