Victor Manuel Perez Valera

Navidad: celebración virtual y existencial

Esta celebración, a diferencia de las fiestas civiles, debe reflejarse en la vida y en la actuación del creyente, de manera existencial.

Debido a la pandemia la conmemoración de los grandes eventos, tanto civiles como religiosos, se están celebrando de modo virtual. De ese modo se debe celebrar también en este mes la fiesta de Navidad, pero esta celebración a diferencia de las fiestas civiles, debe reflejarse en la vida y en la actuación del creyente, de manera existencial.

Para esbozar el significado más profundo de esta celebración vamos a aludir a las raíces del pensamiento religioso de la biblia hebrea, que trascienden hasta al Nuevo Testamento: Dios es un ser preocupado por el hombre, apasionado por el hombre y necesitado del hombre.

La preocupación o solicitud se manifiesta en el hombre en todos los aspectos de su existencia, que está ligada al tiempo y desemboca en la aprehensión por el futuro: si el hombre no prestara atención al futuro, a lo que pueda o no sobrevenir, él no experimentaría la ansiedad. Existen dos tipos de preocupación: la transitiva y la inmanente o refleja. En el ser humano es de gran importancia la preocupación transitiva, la atención por los demás, pero junto con esta debe tener una preocupación inmanente o refleja, el sensato cuidado por sí mismo.

Ahora bien, al Ser Eterno no se le puede atribuir la preocupación refleja, sino solo la preocupación transitiva por el ser humano. En el mensaje profético esta preocupación por el hombre es concreta, en él se alude a los fraudes del mercado, a la falsificación de pesas y medidas, especialmente en daño del pobre. Esta preocupación por los problemas del mercado coloca en su verdadera perspectiva los asuntos seculares: no hay verdadera dicotomía entre el aquí, el ahora y el más allá, entre lo secular y lo sagrado, ya que lo eterno está en juego en lo temporal.

El mensaje bíblico más que concentrarse en la esencia de Dios se enfoca hacia su presencia: presencia ontológica en todo ser, por la creación y conservación, pero especialmente se manifiesta en toda actividad humana, sobre todo bajo la óptica de la justicia y la rectitud principalmente hacia los pobres y marginados. Esta presencia llega a su culmen cuando el Logos se hace hombre y pone su morada, su "tienda de campaña" entre nosotros.

En segundo lugar, en la Biblia, Dios no se muestra como un ser apático o insensible, sino su solicitud por el ser humano está llena de amor y compasión. Esto contrasta con el pensamiento griego de Platón y Aristóteles en el que el ideal de la persona es la ataraxia, equilibrio o imperturbabilidad, que en la mitología griega se refiere a los dioses que viven en una "tranquilidad olímpica". En cambio, en el pensamiento hebreo, el verbo yada significa no un conocimiento frío sino un conocimiento cordial que se refleja en la compasión o simpatía.

En el conocimiento de objetos se da una especie de asimilación con la cosa conocida, pero cuando ese conocimiento tiene por objeto a una persona, entonces brota el compromiso y el amor apasionado. Se trata de una identificación que hace a Dios en Jesús de Nazaret coparticipe de las desgracias de sus criaturas, corre la misma la suerte que su pueblo. Lo anterior se refleja claramente en el tercer Isaías con el sufrimiento del siervo de Yahvé y que en la Navidad se preanuncia con la pobreza, el rechazo y la indiferencia ante el recién nacido.

Es crucial en el mensaje bíblico que Dios haya asociado al hombre con su alianza, y en este sentido Dios tiene necesidad del hombre y la grandeza de este es la necesidad de ser necesitado. Un modo de limpiar la atmósfera de nuestro mundo es vivir más allá de nuestras necesidades superficiales y nuestros intereses egoístas. Al darse a sí mismo, Dios nos ha dado toda novedad (San Irineo) y de nuestra parte se espera su aceptación, acogida y nuestro testimonio. Un dicho rabínico, comentando la frase de Isaías "Ustedes son mis testigos", reza: si ustedes son mis testigos yo soy Dios, si ustedes no son mis testigos, yo no soy Dios. Obviamente no se trata de la existencia ontológica de Dios, sino de su presencia existencial en nuestro corazón y en nuestro mundo.

El ser humano es un ser puesto en dificultades de parto con los sueños y designios de Dios de la reconciliación del cielo y la tierra, de una humanidad que sea verdaderamente a su imagen, que refleje su sabiduría, justicia y compasión, el sueño de Dios de no estar solo, sino de tener a la humanidad como compañera en el drama de la continua creación, porque cualquier cosa que hagamos, cualquier acto que realicemos puede propagar el bien o, al contrario, reducir o acrecentar el poder del mal. Ese es el espíritu de la navidad, el sentido profundo de su vivencia existencial.

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