Victor Manuel Perez Valera

El principio esperanza de Ernst Bloch

Víctor Manuel Pérez Valera detalla cómo el filósofo alemán E. Bloch ha subrayado como ninguno, la dimensión social de la esperanza, en su monumental obra ‘El principio esperanza’, en la que ha emprendido una profunda revisión crítica del marxismo.

Sófocles en el célebre Coro de Antígona escribió "hay muchas cosas maravillosas, pero ninguna más maravillosa que el hombre". En efecto, los seres humanos somos como la 7a. Sinfonía de Schubert: una obra maestra pero inconclusa. El hombre es una "posibilidad siempre abierta", un continuo proyecto, incesante conato de vida, buscador de caminos, el único ser, que tiene su "ser como tarea": ser más humano. Esta visión de la filosofía existencialista podría resumirse en el atributo de la esperanza, que reside en el corazón del hombre. La vida humana es un continuo riesgo y una constante apuesta que exige atrevimiento y arrojo. Mas los actos humanos más sublimes no son producto del azar, sino están apuntalados por la esperanza. Toda espera, promesa y compromiso se nutre de ella: el pacto social, los contratos jurídicos, el matrimonio, la amistad, nos manifiestan que la esperanza está en la trama de la vida.

Más aún, el sentido de la esperanza engloba toda la historia humana y el futuro de la humanidad. El filósofo alemán E. Bloch, ha subrayado como ninguno, la dimensión social de la esperanza, en su monumental obra El principio esperanza, en la que ha emprendido una profunda revisión crítica del marxismo. El principio de la filosofía brota del maravillarse, lo cual conduce a pensar y a abrirnos al futuro y al cambio. Por consiguiente, uno de los aspectos más importantes de nuestro mundo es "aprender a esperar", ya que, para nuestro autor, paradójicamente "el ser humano vive continuamente tendiendo al futuro; el pasado llega más tarde". La más profunda alienación del hombre, no es la económica, sino la ontológica, el hombre está alienado porque está incompleto, inacabado, sin dinamismo renovador.

En cierto contraste con el pensamiento de Freud, el "principio esperanza" comienza con un análisis de los sueños diurnos, con el mundo maravilloso que nos abre el soñar con los ojos abiertos. Desde los primeros años el niño vive con una curiosidad insaciable y goza de soñar despierto con sus juegos y fantasías. En la adolescencia surgen los deseos de escaparse, el ansia de buscar nuevos horizontes, perseguir lo novedoso sin medir el peligro. Se sueñan fabulosas aventuras y conquistas. El amor, la melancolía y las ilusiones, son el principal ingrediente de los diarios íntimos de la adolescencia y de la juventud. En ésta los deseos se hacen más realistas, pero siguen ocupando los tiempos libres: se cree saber lo que la vida tiene que ofrecer. En ocasiones el sueño regresa al pasado, para supuestamente cambiar lo sucedido y aprovechar las situaciones perdidas, aparecen furtivamente, el arrepentimiento que se convierte en ensoñación y los deseos de venganza que con frecuencia se quedan como un rencor agazapado.

Un elegante centro comercial está repleto de sueños diurnos. Una apuesta dama contempla unos zapatos de piel de cocodrilo y un joven se detiene a observarla. Cada uno de ellos posee un pequeño fragmento del mundo de sus sueños. A este propósito Bloch denuncia lo negativo de la sociedad burguesa y afirma que la opulencia, en el fondo, provoca deseos que, en lugar de llenar necesidades, producen hastío, vacío, evasión. El pobre, en cambio, sueña con muchas cosas que tienen los ricos, detrás de una nube de humo, aspira a un cambio social, en un mundo en que el hombre no sea lobo para el hombre.

En la ancianidad, se impone la resignación, la preparación para despedirse de la vida. Se presenta la muerte como un contragolpe a las utopías de la vida. Estas utopías son analizadas cuidadosamente en la literatura, en la política y en la religión en los últimos capítulos de El principio esperanza.

Entre las utopías religiosas el libro de Bloch apunta hacia el más allá, quizá la metempsicosis. Sin embargo, queda el recurso a la fe cristiana. Bloch ha escrito páginas muy hermosas sobre Jesús de Nazaret y pondera, sobre todo, frases del Evangelio de san Juan: "quien come mi carne y bebe mi sangre yo lo resucitaré en el último día… yo soy la verdad y la vida, quien cree en mí vivirá, aun cuando muera". La frase: "en tus manos encomiendo mi espíritu", expresa el abandono y, sobre todo, la ofrenda de la vida y el principio esperanza. Bloch, que no era cristiano ni creyente sostuvo interesantes diálogos con teólogos cristianos, los cuales, aunque apreciaban lo atrayente de su enfoque, sostenían que sólo en la fe, la esperanza posee la auténtica trascendencia.

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