Victor Manuel Perez Valera

Nueva deontología jurídica

La ética de las profesiones la denominó Jeremías Bentham como Deontología en su libro póstumo Deontología o la ciencia de la moralidad (1834).

Como señalaba al final del artículo anterior, un elemento importante para la justicia y la paz social es el ejercicio ético de las profesiones. La ética de las profesiones la denominó Jeremías Bentham como Deontología en su libro póstumo Deontología o la ciencia de la moralidad (1834). La palabra deontología deriva del griego deón (deber), lo adecuado, lo justo, lo obligatorio. Con el deseo de contribuir, al menos con un granito de arena en la formación ética del abogado, y también, de otras profesiones, he publicado una nueva Deontología Jurídica en la editorial Dikaia.

Esta tarea no es reciente, el Dr. Miguel Villoro Toranzo, S.J. en la Primera Conferencia de Facultades y Escuelas Latinoamericanas de Derecho, celebrada en México en 1959, logró que se aprobara por unanimidad la petición de la Universidad Iberoamericana de establecer una cátedra de deontología jurídica. El Dr. Villoro, antes de partir a un año sabático, escribió un breve libro de Deontología Jurídica, que lamentablemente, como la famosa sinfonía de Schubert, quedó inconclusa.

Estoy convencido de la gran importancia que tiene la Ética en la vida ordinaria y en la profesional. La afirmación del matemático persa Al-Khwarizmi, que al ser cuestionado sobre el valor del ser humano respondió: si tiene ética, su valor es 1, si además es inteligente, se le agrega un 0 y su valor será 10. Si es rico, súmele otro 0 y su valor será 100. Si además de eso es una persona bella, agréguele otro 0 y su valor será 1000. Pero si pierde el 1, que corresponde a la ética, perderá todo su valor, pues solamente le quedarán los ceros.

Por consiguiente, esta Deontología pretende ser práctica, no solo se trata de aprender los principios éticos, sino de vivirlos. Además, varios capítulos del libro sin duda interesaran a los lectores: Pasado, presente y futuro de la Teoría General del Contrato, una mirada desde la tradición jesuítica; los derechos y deberes del consumidor; el acoso laboral y aspectos ecológicos como el problema del agua en el mundo. Es central en la Deontología el capítulo sobre el Método Empírico Generalizado del gran filósofo canadiense Bernard Lonergan, S.J., que enfatiza la “auto-apropiación” de los contenidos del conocimiento.

Veamos cómo varios preceptos de este método son expresados de modo brillante, en la gran Deontología (De Officiis) de Marco Tulio Cicerón. Al igual que Lonergan, Cicerón nos habla del deseo irrestricto de conocer y de evitar prejuicios y cegueras: “todos nos sentimos atraídos por el deseo de saber y de conocer, que consideramos glorioso destacar; en cambio, consideramos torpe y negativo caer en el error, no saber, engañarnos”. Asimismo, se afirma el imperativo del método lonerganiano: sé razonable: “nadie debería hacer nada para lo que no pudiera dar un motivo razonable”. La “auto-apropiación” la describe así Cicerón: “del mismo modo que sin experiencia y práctica ni los médicos, ni los mandos militares, ni los oradores pueden alcanzar gran éxito, aunque dominen las reglas de la teoría, así las reglas para observar las obligaciones morales podrán ser formuladas, como lo estoy haciendo yo, pero asunto de tanta importancia requiere de la experiencia y de la práctica”. En Lonergan, el método brota del estudio de la persona humana, y el gran orador romano cita la famosa frase de Terencio “nada de lo humano me es ajeno”, y añade “por encima de todo, se ha de decidir qué tipo de persona queremos ser, qué tipo de vida queremos llevar, este es el dilema más difícil de todos”.

Finalmente, Cicerón aduce los fines de la Ética y del Derecho: “debemos otorgar precedencia a los deberes relacionados con la justicia… no hemos nacido solo para nosotros mismos, una parte de nosotros es reclamada por la patria… no puede haber la menor duda de que el hombre es la mayor fuente de beneficios y la mayor causa de destrucción para el hombre”.

En efecto, la Ética también tiene una dimensión social. Se cuenta que un investigador trabajaba muchas horas en su laboratorio para descubrir algo que mejorara el mundo. Su hijo de seis años entró en el laboratorio y el investigador para distraerlo le hizo un rompecabezas: tomó una revista que tenía un mapamundi en la portada y lo dividió con unas tijeras en muchos fragmentos. El chico comenzó a trabajar y en cinco minutos gritó emocionado que había terminado el rompecabezas. El padre, admirado le preguntó cómo lo había logrado si no conocía el mapamundi. El niño respondió: detrás del mapamundi estaba una foto grande de un hombre, completé al hombre y le di vuelta al rompecabezas. La lección es clara: hay que formar al hombre para construir nuestro mundo.

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