Victor Manuel Perez Valera

¿Es posible controlar la violencia?

‘Maestros de la sospecha’ como Marx, Nietzsche o Freud han fundamentado la violencia de diversos modos.

A la violencia se opone la paz, “tranquilidad del orden”. La palabra violencia proviene del latín vis que significa fuerza y generalmente tiene la connotación de violar, infringir, quebrantar una norma, una ley o los derechos de los demás. La violencia es un atentado contra la dignidad de la persona y uno de los problemas más graves de nuestra sociedad. Sus manifestaciones son múltiples: terrorismo, homicidio, robo, delincuencia organizada, cobro por derecho de piso, extorsiones, acoso laboral, bloqueos viales, violencia verbal, pero la más grave es la guerra. La violencia ha existido siempre, podría ser tan antigua como la humanidad, pero hoy se ha incrementado, sobre todo en nuestro país.

Los “maestros de la sospecha” la han fundamentado de diversos modos: Marx con la lucha de clases, Nietzsche con la visión del superhombre y del esclavo y Freud al explicar los dos instintos básicos del ser humano: eros y thanatos, este último, cultiva la muerte y la destrucción.

Estamos viviendo una violencia generalizada en muchas de sus formas, lo peor es que se está convirtiendo en algo normal. Al parecer, la violencia nos rodea y nos hace sentir indefensos, como si no pudiéramos hacer nada, sino solo escondernos con miedo. En todas partes hay violencia y por consiguiente, víctimas de ella. Incluso, algunos aspectos de la violencia psicológica pueden provenir del gobierno: gritos, menosprecio, sarcasmos y burlas contra los adversarios políticos. Bien dice la Biblia en el libro de los Proverbios (10,19): “En el mucho hablar no faltará el pecado”. También, el Nuevo Testamento señala que “todo hombre debe ser pronto para escuchar y tardo para hablar” (Stg. 1,19). De paso, exige que se cumpla lo que se dice: Factores verbi (Stg. 1,22). Asimismo, de modo más contundente afirma: “Si alguno no refrena la lengua se engaña a sí mismo… a los caballos les ponemos frenos en la lengua para que nos obedezcan” (Stg. 3,3). Las palabras pueden ser muy destructivas, creadoras de violencia que pueden herir más que un puñal.

Conviene señalar algunas fuentes de la agresividad y la violencia, que en algunos casos son propiciadas por los medios de comunicación. Expertos en este tema afirman que la violencia en el cine, la televisión y otros medios condicionan e insensibilizan a los espectadores de todas las edades, pero especialmente a los niños. Los medios han creado una inmunidad hacia el horror de la violencia misma.

A lo anterior, podríamos añadir como otra fuente de agresividad, la violencia intrafamiliar. En este ambiente es increíble que algunos la consideren normal. Generalmente los niños no aprenden a dialogar, a disentir sin herir, a superar la ira, a pedir perdón. Es un gran valor crear en la familia un clima físico, social y psicológico sano. Luchar por crear una generación de niños no violentos que no perciban la violencia como un medio legítimo de expresarse y de resolver problemas.

Podríamos mencionar también la violencia en la sociedad. Existe en el Derecho la violencia para sancionar los crímenes y la desobediencia a las leyes, pero ésta debe ser moderada, sin embargo, la pena capital aún se practica en muchos países y en algunos se utiliza la mutilación para castigar algunos delitos. Además varios países establecen la liberalización de las drogas, que pueden ser una fuente de violencia.

Los grandes líderes políticos como Mahatma Gandhi y Martin Luther King Jr., fueron constructores de la paz al luchar contra la violencia. El primero contra la violencia de Estado, Inglaterra contra India; y el segundo contra los prejuicios raciales. El libro de Luther King Jr. tiene un título muy pertinente Strength to love (Fuerza para amar). La fuerza se realiza en la debilidad de un amor desarmado, pero vigoroso, que desarma a quienes se oponen a él.

Un notable biólogo de origen húngaro, Albert Szent-Györgyi, premio nobel y autor del libro The crazy ape, señala que “el hombre está actuando no como ser humano, sino como un antropoide loco”. En su opinión la violencia nunca soluciona nada… solo demuestra nuestra estupidez… si muchos ciudadanos sacáramos de nuestro corazón todo sentimiento de animadversión, crearíamos en el mundo un clima en que el ser humano dejaría de recurrir a soluciones violentas.

En suma, en la educación, se deberían fomentar los principios éticos y las virtudes que, como la humildad, la justicia y la prudencia ayudan a combatir la violencia. De igual forma, en las universidades, en las diversas profesiones se deberían establecer como obligatorios cursos de deontología que fomenten el ejercicio de la justicia y de la paz.

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