Victor Manuel Perez Valera

Las élites religiosas y las grandes conversiones

Los creyentes de cualquier religión deberían de evitar tanto el complejo de superioridad como el de inferioridad.

Un numeroso grupo de luteranos tuvieron en el Vaticano un diálogo con el Papa Francisco. En la última pregunta sobre ¿quiénes son mejores los católicos o los luteranos? El Papa Francisco respondió: los que vivan más fielmente el mensaje de Jesucristo. La respuesta fue recibida con un gran aplauso. A una pregunta semejante, el Dalai Lama dio una respuesta parecida. En el Papa Francisco tenemos un líder espiritual fuera de serie, que exhorta a todos los fieles y a los hombres de buena voluntad a vivir coherentemente la fe, la cual, aunque a veces sea frágil como la de Pedro, nos guía como una brújula en la niebla y en las tempestades de la vida.

Los creyentes de cualquier religión deberían de evitar tanto el complejo de superioridad como el de inferioridad. A este propósito, sería un grave error comparar las “élites” de cualquier religión o grupo social con la masa católica. El concepto de masa es ambiguo, algunos caracterizan a las masas como algo inerte, pasivo, otro autor en cambio, llega a escribir sobre la “rebelión de las masas”. La historia nos enseña que las masas son capaces de lo mejor y de lo peor. Mucho depende de las élites que las inspiran o conducen.

Søren Kierkegaard decía que solo existe “un cristiano verdadero” que es Jesucristo. Todos los demás se acercan más o menos al único cristiano auténtico. Las encuestas o estadísticas en este aspecto no son útiles, la interioridad de la fe es difícil de medir.

Es consolador para los católicos lo que Ignace Lepp afirma: “casi todos los excomunistas convertidos al cristianismo eligen a la iglesia católica, y eso aún en países de fuerte mayoría protestante”. El mismo Lepp, importante miembro del partido comunista francés, solicitó el bautismo de la iglesia católica y a la postre se ordenó de sacerdote. Lepp conoció las taras y deficiencias de la iglesia que se revelan en su historia, pero también reconoció auténticos católicos dentro de ella.

Existen muchas imperfecciones en la iglesia católica, algunos no viven plenamente el mensaje que anuncian. Lepp observó con pena, las heridas de la iglesia, sus vicios y pecados, pero también conoció la resiliencia de muchos de sus miembros y el brillo de la santidad en no pocos. En todo caso, fue testigo con alegría, de cómo en numerosos grupos florecen las exigencias del Reino de Dios.

Ciertamente, son numerosos los que subrayan lo negativo y muchos denigran a los católicos. No son pocos los que atacan a la “católica”. Sin embargo, es un gran consuelo constatar que entre estos surgen constantemente grandes líderes espirituales, de los que solo enumeraremos algunos: Teresa de Calcuta, premio Nobel de la paz, políticos como Giorgio La Pira célebre alcalde de Florencia, la notable filósofa y santa Edith Stein, convertida del judaísmo, e igualmente el Cardenal Jean-Marie Lustiger, el gran psicólogo Karl Stern y el “rabino capo” de Roma, Eugenio Zolli.

Como convertidos del luteranismo, citaremos al místico Johann Scheffler, mejor conocido como Angelus Silesius, que fue un poeta, teólogo y médico alemán, a Louis Bouyer teólogo del Concilio Vaticano II, a Uta Ranke-Heinemann, teóloga muy distinguida, y finalmente a Heinrich Schlier, eminente biblista que se convirtió al estudiar a fondo, la carta de san Pablo a los Efesios.

De la iglesia anglicana, fueron notables las conversiones de John Henry Newman, Gilbert K. Chesterton y más recientemente la de la Duquesa de Kent y el ex primer ministro Tony Blair.

En el ámbito del budismo zen de Japón, los convertidos son muy pocos: destacan, empero, Hara Takashi y Tara Aso, que llegaron a ser primeros ministros, pero sobre todos, sobresale un eminente médico, Takashi Nagai, que sobrevivió milagrosamente a la catástrofe de la bomba atómica sobre Nagasaki.

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