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La Milpa en tiempos de Covid -19

La pandemia por el Covid-19 no detiene el ciclo milenario de la Milpa Maya, porque representa la ilusión de un nuevo comienzo.

Llegaron las primeras lluvias. El temporal ha dado las muestras de que muy pronto comenzará la siembra en la Milpa, que como cada año se realiza de mayo a junio en las tierras ejidales o privadas a lo largo y ancho del país, que suman unas 5 millones de hectáreas y en la que participan más de 3 millones de productores.

En Yucatán son casi 103 mil hectáreas que ya fueron 'chapeadas', rozadas o limpiadas, quemadas y están a la espera de las lluvias continuas para sembrar maíz, principalmente, pero en la Milpa maya también se siembran ibes, una variedad de frijoles, calabaza, y es posible que sandía.

La Milpa es una tradición milenaria, una forma de vida, que en tiempos de coronavirus nos recuerda el origen, el inicio de nuestra alimentación, porque los milperos o productores siembran en su mayoría para su autoconsumo, dependen de la lluvia para que el cultivo crezca, se desarrolle y esté listo hacia octubre, justo antes del Día de Muertos o finados.

Sus cosechas las van realizando poco a poco, el maíz tierno se usa para los ricos platillos del Hanal Pixán o Día de Muertos como el pib, atole nuevo, pibinal y el resto suele dejarse en la Milpa, con la caña quebrada para que se seque, no se la coma el venado o cualquier animal y se coseche desde diciembre hasta marzo.

En abril comienzan la roza o la limpia de terreno y se hacen las quemas por tradición para esperar las lluvias y sembrar entre mayo y junio para volver a iniciar el ciclo agrícola, que entre los conocedores le llaman primavera-verano, es el temporal.

El trabajo en la Milpa es cansado, se realiza de madrugada para evitar el sol, pero aún así es agotador y cada vez son menos jóvenes son los que participan en la actividad, prefieren trabajar en la construcción y ganar lo que ellos llaman 'dinero rápido', que trabajar un año en el campo, no solamente en la Milpa, sino en las abejas y los árboles frutales.

En Yucatán prácticamente 90 por ciento de las tierras de temporal con maíz, son de autoconsumo, significa que los productores se comen lo que cosechan y pocos son los que comercializan o ganan dinero de lo que cultivan.

La pandemia no ha frenado la actividad milpera, ni la apícola, los productores siguen saliendo de sus comunidades en bici, a pie o de aventón a trabajar la Milpa, porque además les permite 'leñar', lograr la madera para la candela de la casa y hacer tortillas, frijoles, huevitos o pollo.

También les permite cazar, si es que se les cruza un pavo de monte o tienen la suerte de ver un jabalí merodeando sus tierras.

La Milpa Maya, que ha sido visibilizada por investigadores, científicos y recientemente por el Museo del Mundo Maya de Yucatán, con una exposición, es el reflejo de la cultura milenaria, de que a pesar de las plagas de langostas, del cambio climático, de la modernización, de la tecnología y del mismísimo coronavirus se mantiene vigente.

Es la práctica milenaria que nos garantiza la alimentación, que nos permite tener el maíz para consumo humano, pero también para alimentar a los animales, que nos permite tener la verdura como la calabaza y la leguminosa como el frijol, y que es el sustento alimenticio de miles de productores que seleccionan sus semillas, cuidan y limpian sus tierras y que con o sin pandemia acuden diariamente a la cita con sus tierras.

La ilusión de la siembra es el nuevo comienzo, es la esperanza de que vendrá una buena cosecha, una buena temporada y que el panorama mejorará.

Este temporal está marcado por el Covid, será un nuevo capítulo para la Milpa, del que podría salir fortalecida porque las familias regresen a las siembras y logren excedentes comerciales, o muy golpeada porque los adultos mayores que trabajan la Milpa sean contagiados por Covid y las tierras se abandonen.

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