Peras y Manzanas

México desconectado

 

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El México del norte y el México del sur. Los dos Méxicos. El México que crece y el que está estancado. Un país dentro de otro que crece, se moderniza y avanza. Un pequeño país dentro de otro, que se encoge, que retrocede y que se mantiene siglos atrás. 

La brecha en el crecimiento del país es enorme. Las desigualdades en el desarrollo de las diferentes regiones van más allá de lo que podría pasar en cualquier país. Hemos generado, a lo largo de décadas, siglos quizás, dos países. Uno que mira al futuro, le apuesta a la innovación, a trabajar, a crecer; y otro que voltea hacia el siglo pasado, que no crece y que se hace cada día más pequeño.

Hoy ese México del sur, reconociendo que es una generalización, es profundamente ineficiente. Vive en cierta medida de ayudas, por un lado federales a través de recursos en aportaciones y participaciones y, por otro, de las remesas que reciben de la gente que han ido expulsando con los años.

Las diferencias no se cerrarán solas, por el contrario, cada día se hacen más grandes. No podemos decir que no se le han dedicado recursos al sur, pero tenemos toda la evidencia para argumentar que independientemente de la cantidad de dinero destinado a la región, su uso ha sido profundamente ineficiente. Si en lugar de asignar tantos recursos en, por ejemplo, programas sociales, hubiéramos invertido en infraestructura para conectar el sur con el resto del país, muy probablemente las condiciones en las que viven los habitantes de estados como Chiapas, Tabasco, Oaxaca y Guerrero serían muy distintas.

Pero el hubiera no existe y queda en evidencia con la falta de infraestructura en el sur del país. Guerrero, Oaxaca, Veracruz, Chiapas, Tabasco, Campeche, Yucatán y Quintana Roo abarcan 24 por ciento del territorio nacional, pero sólo tienen 16.6 por ciento de las vías férreas que hay en el país. Ese porcentaje lo sube Veracruz, porque si lo quitamos de ese grupo de estados, vemos que las entidades restantes, que entonces abarcarían 20 por ciento del territorio, sólo tienen 9.9 por ciento de las vías férreas.

Quizá podríamos pensar que no es necesario que existan más trenes, pero perderíamos de vista que al no dotar de esta infraestructura a estos estados se pierde la oportunidad de usar eficientemente los 13 puertos ahí ubicados, donde el comercio es la actividad principal.

La única red ferroviaria que sirve al sur cubre la ruta Chiapas-Mayab. Hace 12 años, el huracán Stan destruyó parte de la vía que no ha sido reparada en su totalidad y la carga transportada ha disminuido significativamente.

Se pretende reactivar el tráfico de mercancías en esta ruta como parte del programa de las Zonas Económicas Especiales, pero la lentitud en el proceso deja ver la falta de interés por invertir en cosas que verdaderamente pueden transformar las economías. A principios de la administración actual, la velocidad del tren era de 10 kilómetros por hora, hoy ya va a 30.

En los mismos ocho estados mencionados, únicamente 37 por ciento de los caminos estatales está pavimentado. En Oaxaca, por ejemplo, el porcentaje es de sólo 24 por ciento. Esa carencia dificulta el transporte de mercancías, pero también el de personas, con un impacto negativo en la productividad.

Pasa lo mismo en la industria de servicios, como el turismo. Con más y mejores aeropuertos, una red más extensa de carreteras de buena calidad y seguras, quizá también trenes de alta velocidad, podríamos aprovechar mejor el potencial de esta región del país. Se podría así disminuir la dependencia actual de la zona de industrias meramente extractivas, como la petrolera.

La conectividad tiene que darse más allá del transporte de personas o de bienes. Es imperante dotar al sur de los insumos necesarios para que la industria se desarrolle. Sin gas natural el sur jamás podrá integrarse ni desarrollarse.

El gas natural es el combustible con mayor demanda hoy en día, captura 43.8 por ciento de la demanda por energéticos. Pero los gasoductos se encuentran en su mayoría en el centro y norte del país.

Existe un plan para ampliarlos y que alcancen al sur pero, para variar, vamos décadas tarde y algunos de los proyectos existentes corren el riesgo de atrasarse. Sin combustible, será imposible atraer inversiones, no sólo extranjeras, sino nacionales.

La mejor ayuda al sur es la ayuda no asistencialista. No estará en forma de programas de transferencias, ni de anuncios de las innegables bellezas naturales de esa región del país.

El mejor apoyo estará en dotarlo de infraestructura que lo comunique y lo conecte con el país y con el resto del mundo.

El año que entra hay elecciones en nueve estados, incluyendo Chiapas, el más rezagado de todos. ¿Se hará algo para cambiar las cosas o seguiremos caminando hacia el siglo pasado?

* La autora es profesora de Economía en el ITAM y directora general de México ¿cómo vamos?

Twitter: @ValeriaMoy

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