Gerente de Comercio Digital y Organismos Internacionales en la Asociación Latinoamericana de Internet (ALAI)

Una política digital de Estado que no puede esperar más

A partir de la entrada en vigencia del T-MEC y de la inclusión de una arquitectura normativa para impulsar el comercio digital en la región, son superlativos los desafíos que tiene por delante el ecosistema digital mexicano.

El nuevo Tratado de Libre Comercio entre México, Estados Unidos y Canadá, no sólo supone un hito a nivel mundial porque marca el inicio de un capítulo histórico para las relaciones comerciales en América del Norte, sino también porque, por primera vez, incorpora al comercio digital como un actor principal y motor de desarrollo de los países que lo componen.

Para entender la magnitud de lo que estamos hablando es importante tener en cuenta el contexto actual del ecosistema digital en la región, y en México en particular, además del impacto que hoy tiene el comercio electrónico más allá del coronavirus.

América del Norte es la región que presenta la tasa de penetración a Internet más alta del mundo, abarcando el 89.1% de su población. Además, los ingresos a través del comercio electrónico suman más de 400.000 millones de dólares, siendo México el tercer aportante mayoritario -detrás de Estados Unidos y Canadá- con un 10% de los ingresos totales. Sin embargo y según el Estudio de Venta Online Pymes 2019 elaborado por la Asociación Mexicana de Venta Online (AMVO), sólo 3 de cada 10 pequeñas y medianas empresas utiliza la venta online y, de todas ellas, el 50% comenzó a vender de manera digital desde hace 5 años o menos.

Como podemos observar, a partir de la entrada en vigencia del T-MEC y de la inclusión de una arquitectura normativa para impulsar el comercio digital en la región, son superlativos los desafíos que tiene por delante el ecosistema digital mexicano y los potenciales beneficios para las PYMES, que según el INEGI en México conforman poco más del 95.4% del total de las empresas y generan el 72% de los empleos en el país.

A partir de hoy, es imprescindible que desde las políticas públicas impulsemos tanto el acceso a una conexión de calidad como a las habilidades que nos permitan aprovechar todo el potencial de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), tanto para las PYMES como para los usuarios. Con la entrada en vigor del T-MEC, México tendrá que atravesar un proceso de armonización legislativa que apuntale el contenido de este tratado para desarrollar un ambiente propicio para la innovación y la creación de un vibrante mercado digital norteamericano.

Toda esta estructura, muchas veces denominada "Agenda Digital", que por supuesto estará basada en los principios de diversificación, inclusión e innovación -elementos centrales de la estrategia económica nacional-, además de favorecer el comercio digital en todas sus dimensiones, es la que contribuirá mayormente al cumplimiento de los objetivos del gobierno en términos de atracción de inversión extranjera.

Así mismo permitirá también brindar un adecuado soporte a los nuevos modelos de desarrollo económico que utilizan, por ejemplo, la robótica, inteligencia artificial o internet de las cosas.

Hoy se ha dado el puntapié inicial para comenzar a trabajar, de una vez por todas y para siempre, de manera integral en todo lo que concierne a las iniciativas sobre desarrollo de internet, conectividad y telecomunicaciones, Big Data y cyberseguridad, y a las distintas plataformas y aplicaciones que favorecen el desarrollo de una economía digital, de forma tal que represente una política pública de largo plazo y amplio consenso.

La velocidad de esta transformación digital es a través de esta crisis COVID19 que globalmente experimentamos. La única manera con la que podemos acompañar esos cambios es que nuestro gobierno facilite y se otorgue certeza jurídica permita con reglas de juego claras, la posibilidad de innovar, de fomentar la inversión de la iniciativa privada, además de acompañar y propiciar la creatividad de las personas. Al mismo tiempo que se deben establecer principios y reglas éticas para enmarcar el avance de dichos procesos.

Debemos comprender como sociedad la magnitud de esta cuarta revolución industrial y exigir, en todos los niveles y sectores, que se haga efectiva una verdadera política de Estado en este materia, que parta de una firme decisión política y tenga un enfoque estratégico más allá de la banderas políticas.

Esto será la clave que asegurará un mejor futuro para todos los mexicanos.

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