Opinión

El taxista de Budapest

Hungría como muchos países que pasaron por el péndulo de la izquierda a la derecha, por el desencanto de la democracia, escogen el autoritarismo, como emulación, de la estabilidad y el orden.

Budapest.- De camino a China, una parada en Europa Central. En la avenida Andrassy, en el corazón turístico y comercial de esta ciudad, después de un recorrido en el metro, me topo con un taxista, Ferenc; me cuenta sobre la crisis de la derecha gubernamental, que ha logrado que los obreros trabajen 14 horas y ganen —a decir él—, 600 euros mensuales y ni siquiera subsisten. Me cuenta —para evidenciar la pérdida de plusvalía— que en el régimen conservador del primer ministro Viktor Orbán, un euro hace casi diez años equivalía a 270 forintos mientras que hoy, 330 forintos equivalen a un euro.

Hungría, durante la época comunista se erigió como la fábrica de alimentos frescos y enlatados de la Unión Soviética. Mientras pasamos por el río Danubio en un día esplendorosamente soleado, me dice que la crisis del campo húngara es tal, que en 1998, el país europeo producía 2.5 millones de cabezas de cerdo, y ahora solo 150 mil.

El taxista se encuentra desencantado de las promesas de la derecha que sustituyó al gobierno comunista y afirma que la izquierda es lo mismo, para pronto, ningún gobierno, afirma, sabe cumplir. Vive el desencanto de la política, pero se nota, como un ciudadano demasiado politizado. Hoy, me cuenta, que sin mayor educación que la preparatoria, es hoy gracias al Internet, lo que le permite vivir del turismo.

Le pregunto a Ferenc: ¿si no es derecha y tampoco izquierda, entonces, qué?

Me mira un instante fijamente por el retrovisor y me suelta la frase con vehemencia: "La gente debe huir de la televisión para recuperar sus mentes. Nuestro único camino es la educación, nosotros tenemos que ser solución, no problema".

Hoy medio millón de húngaros trabajan en el extranjero. Hungría como muchos países que pasaron por el péndulo de la izquierda a la derecha, por el desencanto de la democracia, escogen el autoritarismo, como emulación, de la estabilidad y el orden.

Me cuesta trabajo, no pensar en el México del pasado, y en expresidentes, como Calderón y Fox, que han perdido toda la noción de su papel en la construcción de México, vueltos más tuiteros que estadistas. Quieren destruir la tradición del silencio de los expresidentes más con ruido y con insultos, que con propuestas claras. Entonces, mientras terminamos de recorrer la avenida Andrassi dejo de escuchar un poco a Ferenc y recuerdo aquella frase de Fukuyama: "hoy lo que mueve a la sociedad es la ideología combinada con las políticas de la identidad".

Orbán ha logrado hacer de la inmigración árabe y musulmana su chivo expiatorio. Al estilo de Trump, el discurso antinmigrantes le dio resultado. México, con un contexto completamente diferente, se encuentra inmerso en una guerra civil ideológica, y se equivocan quienes piensan que la sociedad solo busca soluciones inmediatas, en el México de hoy, los cómos importan mucho, y la congruencia más.

Hoy, los jóvenes mexicanos se fijan en las letras chiquitas de la economía, no buscan extender la mano para recibir un regalo, quieren piso parejo para competir. Sí, la economía no está creciendo, pero la oposición tampoco. No sabe cómo.

En México, mientras bizantinamente discutimos, si es primero desarrollo o crecimiento (porque los dos son intrínsecamente necesarios), dos expresidentes, lejos de ocupar un papel en la historia de dignidad, quieren construir futuro sin saber cómo salir del pasado.

Lo que no se está entendiendo, es que la realidad que fue, es hoy ya cenizas. Los movimientos políticos cada vez son más emergentes y de poca durabilidad y tiran realidades que se piensan eternas. Las realidades antiguas como forma de construir el futuro, ya no causan melancolía sino apatía, pero el desencanto también, se vuelve más inmediato. Necesitamos mucha autocrítica, necesitamos aprender a ser solución en lugar de lucrar de los problemas de México.

No entendí muy bien, la frase del presidente López Obrador de que la "oposición está moralmente derrotada" hasta que atestigüe estos últimos días, que en lugar de reclutar a ciudadanos, los únicos que se inscriben al movimiento del señor Calderón, mayoritariamente son trolls y bots.

Mexico, por el bien de todos, necesita contrapesos serios, propositivos y una oposición de clase. Si no, les sucederá lo que, Agnes Heller escribió en El País refiriéndose a la Unión Europea "si se fracasa, se tendrá un pasado, pero no un presente y menos aún un futuro. La Unión, se transformará en un museo".

Ferenc, el taxista, me lo ha confirmado.

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