Simon Levy

El futuro de la maquiladoras: hora de ser creadores, ya no ensambladores

El mundo necesita apostar a sociedades que busquen crear, innovar y generar valor. La deuda se ofrece como una alternativa que esclaviza naciones y hace más lenta la recuperación económica.

Mientras que el mundo comenzaba a olvidar que la fuente más grande y permanente de riqueza está en las cosas más básicas de nuestra existencia, el Covid-19 ha venido a recordárnoslo. Mientras los fierros se deprecian y el mundo físico se detiene, las mentes y las ideas con valor son el semillero de una nueva realidad y de una economía poderosamente nueva basada en el regreso a los orígenes de la convivencia humana.

Debemos así preguntarnos, ¿Qué crea hoy más valor: fabricar millones de pares de zapatos o diseñar sus prototipos? ¿Ensamblar televisores o producir prototipos de diseños industriales? ¿Cómo acelerar la transformación de obreros en ingenieros? El valor de las ideas y de la creación superará a cualquier país capaz de maquilar millones de pares de zapatos anuales.

El mundo necesita apostar a sociedades que busquen crear, innovar y generar valor. La deuda se ofrece como una alternativa que esclaviza naciones y hace más lenta la recuperación económica.

El mundo se invierte: la versión de Estados Unidos con Trump se parece más a la China de Mao.

Lo que hasta ahora va quedando muy claro es que Obama podrá ser muy popular en el mundo, podrá ser políticamente correcto, pero en el referéndum americano termina pesando más el discurso nacionalista y los resultados económicos de Trump que el legado globalista de Obama.

A estas horas podría ser Biden el nuevo presidente de Estados Unidos y China, sigue consolidando su poder suave y ya apunta a una reactivación económica a pasos agigantados. El gigante asiático que sufrió su primera contracción económica en décadas lleva la delantera mundial en el combate a la recesión que algunos expertos ya denominan El Gran Confinamiento. El producto interno bruto de China en el segundo trimestre de 2020 ha crecido un 11.5 por ciento respecto al trimestre anterior, además, es probable que aún cuando fueron el epicentro mundial de esta gran pandemia logren crecer al 1.0 por ciento en 2020.

Estas cifras explican en parte el enfrentamiento discursivo entre la administración de Trump y las afrentas en contra de compañías como Huawei o Tik Tok. China reclama su lugar en la hegemonía mundial con un Estados Unidos paralizado e incapaz de tomarle el paso.

China y Estados Unidos están inevitablemente entrando en una competencia por tomar el liderazgo de la economía y el sistema político en la era post Covid-19. Puede sonar a cliché, pero el mundo definitivamente no será igual a como lo conocíamos.

Las guerras como las depresiones económicas transforman intereses, cambian realidades y definen prioridades que cambian el curso histórico en segundos. Solo ayer, ya es un largo pasado. El mundo Antes del Covid-19 (AC) se acabó y no volverá. Apostar que el Covid-19 es una pandemia pasajera de un par de meses es un error.

La mortandad de empresas y los efectos económicos tendrán efectos de mayor escala que el propio coronavirus. El necesario confinamiento para salvar vidas costará millones de empleos haciéndonos volver a los niveles de desempleo de la Segunda Guerra Mundial del siglo XX en proporción de los niveles de población del siglo XXI.

Después de esta pandemia China saldrá de shopping a comprar las grandes infraestructuras y activos del mundo a precios de remate cuando todo el valor real haya caído. Será así como acentúen su hegemonía mundial y aviven una vieja competencia, que, si bien no es comparable a la Guerra Fría por las condiciones del sistema internacional actual, tiene similitudes en materia de la gran rivalidad que se empieza a generar.

Nos encontramos frente al agotamiento del imperativo categórico de libertad económica, del crecimiento económico y del desarrollo. El objetivo ulterior de las pandemias en el siglo XXI está en la distorsión de la productividad para encontrar nuevas formas de concentración de poder y gravitación de dominación. Esto es además un problema institucional.

El mundo está en pleno auge de la globalización con economías cada vez más integradas, mientras que las instituciones sociales y políticas solamente tienen un alcance local, nacional o regional. Ninguno de los mecanismos o instituciones globales existentes proporciona un control democrático acorde de los mercados globales, ni corrige las desigualdades básicas entre los países.

La gran pregunta es hacia donde girará Norteamérica con la llegada de Biden al poder. México tiene mucho por delante que hacer.

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