Opinión Simon Levy

Diez antídotos para el bumerán Samurai

Hoy, nos encontramos frente a un problema: los efectos de la política monetaria en su efectividad para estimular a la economía y controlar la inflación cada vez funcionan menos.

Fue la primera vez que lo había escuchado de viva voz. Estaba de visita en Lanzhou, la capital de la provincia china de Gansu, cuando fui a conocer el desierto de Gobi.

Era un sueño conocer al ingeniero que organizó el ingreso de China a la Organización Mundial de Comercio (OMC) y al gran arquitecto que no solo blindó a China de la crisis financiera asiática en la década de los noventas, sino que se convirtió en el primer gran economista chino que unió la economía y el urbanismo para formar un nuevo pensamiento de crecimiento económico basado en la planeación urbana.

La primera ocasión que lo escuché y supe de él, fue en una tarde de mis últimos semestres en la explanada de la Facultad de Derecho de la UNAM en 1999, cuando el Wall Street, lo entrevistó sobre las disputas de Estados Unidos en la negociación china sobre su ingreso a la OMC. Entonces declaró: "En mi punto de vista, la política y la economía son interactivas, la economía determina la dirección de un movimiento político, pero la política impacta los asuntos económicos".

El día que lo conocí en persona declaró: "Sean realistas y veraces; digan honestamente a los empresarios de Hong Kong que deberían realizar inversiones a largo plazo, ya que es poco probable que se pueda ganar dinero a corto plazo (en la parte continental de China)". Claro, inversión, no deuda.

19 años después, los resultados del desarrollo económico y social de China, con todo y las pandemias que ha vivido (el SARS en 2002, la gripe AH1N1 en 2009 y el coronavirus desde 2019) reflejan que gran parte de su desarrollo social se basó en su crecimiento económico, no en su política monetaria, que lejos de querer fortalecer al yuan, lo ha devaluado a niveles no vistos desde hace 11 años.

Sin que China sea un modelo de desarrollo económico para México, pero que nos deja lecciones importantes, el peso mexicano hoy no está fortalecido por la competitividad de nuestra economía sino predominantemente por razones artificialmente peligrosas basadas en la especulación de inversionistas, principalmente japoneses, que piden prestado a tasas bajas para comprar deuda mexicana pagadera a tasas mucho más altas confiados por la disciplina fiscal del gobierno del presidente López Obrador.

Durante el cuarto trimestre de 2019, Estados Unidos creció 2.1 por ciento, la Eurozona 0.1. Los bancos centrales seguirán bajando las tasas de interés. El Banco Central Europeo, incluso ha tenido que seguir padeciendo sus tasas de interés negativas. Hoy, nos encontramos frente a un problema: los efectos de la política monetaria en su efectividad para estimular a la economía y controlar la inflación cada vez funcionan menos. En nuestro caso, los precios al consumidor en México aumentaron 0.48 por ciento en enero frente al mes anterior, una tasa relativamente alta para un periodo de poca demanda y un peso tan artificialmente fuerte.

Para crear antídotos contra el bumerán samurai que se avecina y que es insostenible, van las siguientes propuestas:

1. Una profunda reforma fiscal con tasas progresivas a personas físicas y que disminuya el ISR a empresas con inversión productiva nacional.

2. Impulsar una reforma fiscal turística para incentivar la repatriación de utilidades y reinversión en el sector.

3. Los proyectos de infraestructura pública no pueden financiarse con deuda sino con capital de riesgo.

4. Crear la estrategia nacional por la industria, la inversión de contenido nacional y la economía del conocimiento, disminuyendo el ISR a todas las empresas tecnológicas.

5. Potenciar el nacimiento de la bolsa de patentes mexicanas para que el nuevo contenido nacional sea impulsado por la mentefactura en lugar del proteccionismo.

6. Un programa nacional para cooperativas sociales que impulse el autoempleo, formando nuevas cadenas de valor.

7. Convertir portafolios de deuda en portafolios de inversión en infraestructura con generadores de ingresos públicos.

8. Impulsar la evolución de las maquiladoras en unidades de desarrollo económico regional con cadenas de valor.

9. Las industrias creativas y las empresas culturales deben ser una obsesión para el crecimiento económico porque ello impulsa como nunca la movilidad y el desarrollo social.

10. Dejar de ser rehenes de los anteriores "inversionistas" de México e impulsar con fuerza la atracción de inversión extranjera y fortalecer a nuevos empresarios con meritocracia para impulsar una nueva clase empresarial que no responda al cuatismo económico.

Vamos por la confianza de inversionistas, no de especuladores.

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