Simon Levy

Alibaba en Correo Mayor

La tecnología es el acelerador de dignidad más importante, como el proyecto más democratizador y ecualizador de las realidades físicas y virtuales. Si no, vean como hoy Correo Mayor, gracias a Alibaba no se ha vuelto en una pieza de museo.

El golpeteo del granizo me perdió entre una voz que hablaba, pero ya no la escuchaba.

La forma en que los píxeles del monitor de la nueva computadora 486 —que era una reliquia que pocos sabían manejar— me causaba una ansiedad que nunca había experimentado.

Mientras en la pantalla se dibujaba la figura que estaba esperando ver, por vez primera, comencé a sentir esa extraña sensación de viajar desde la silla donde me encontraba. Era un poder singular; tocar los horizontes de los límites de todo en cuanto había pensado e imaginado, pero como decía Joseph Conrad, creyendo que estaba viviendo una aventura, en realidad, era la vida misma que estaba aconteciendo.

—"Cuelgaaaaaaaa el teléfono", se escuchó el inconfundible y sonoro grito.

Conforme el tiempo seguía transcurriendo los píxeles tomaban la forma del logotipo de la Universidad de Harvard y subía la intensidad de la ansiedad de un poder inexplicable. El timbre y el ruidoso sonido, avisaban que la conexión de Datanet había sido exitosa.

Ya estaba conectado a Internet después de un ritual que todos los días me causaba miedo. Conectarme al mundo significaba el aislamiento de todos los demás. Nadie podía usar —mientras tanto— el teléfono.

"Tu abuelo va a enviar un fax, cuelga el teléfonoooooo". Se acabó por esa ocasión el viaje cuando mi abuela volvió a gritar con fiereza.

El granizo seguía galopando con fuerza en las ventanas de la bodega donde se guardaban todas las prendas de calcetines y ropa que llegaban a la Colonia Granjas México. La fábrica se ubicaba casi al final de la calle de Avena en la contraesquina de Añil, donde pasé los primeros años de mi niñez aprendiendo a trabajar con mi abuelo en la Ciudad de México cuando le tocaba regresar de ver a sus clientes en Juchitán.

La mesa de corte de tela, fue habilitada como mesa de trabajo de la recién computadora donde yo comenzaba a escribir y a aprender mis primeras palabras de mandarín, pero sobre todo, a querer entender el mundo —porque me asfixiaba la imposibilidad de resolver con mayor velocidad mi ignorancia—.

El Datsun color crema modelo 1993 estaba listo para salir a la sucursal de Correo Mayor. Ese día tenía la misión de aprender a realizar inventarios y darle seguimiento a las cuentas por cobrar en los sobres amarillos de cobranza que mi abuelo llevaba en su cuenta de Banca Serfín. Mientras avanzábamos en el tráfico de Viaducto, se nos acercó un vendedor de gaznates y helados Holanda, flanqueando el automóvil.

Mi abuelo le compró varios gaznates y me los dio.

"Yo no puedo comerme todo esto", le dije con incredulidad.

"No la compré para que las comas, sino para que aprendas a venderlas, desde ahí saldrá tu primer sueldo de cinco pesos.

Todo marchaba bien en la sucursal de Correo Mayor hasta que llegó Doña Matilde a pedir un poco más de crédito para pagar su pedido.

El granizo arreció y casi perfora el vidrio... Era otra de las tardes en la Universidad Popular de China y estábamos estudiando la forma como Jack Ma, revolucionó el comercio mundial cuando creó Alibaba, la plataforma asiática de comercio digital más importante del mundo y que volvió a millones de pequeñas tiendas en empresas globales.

Ma Yun, —el verdadero nombre de Jack Ma—, tenía como obsesión estudiar en Harvard. Los píxeles del monitor 486, volvían a mi memoria. Después de ser rechazado en 30 empleos, desistir para Ma, no fue opción.

De nuevo, el granizo soltó un fuerte golpeteo. Ahora, es nuevamente Correo Mayor en plena pandemia, la calle, —otrora corredor de comercio físico— se ha mudado a Whatsapp, Mercado Libre, Alibaba y Amazon.

Mis abuelos se han ido; ya no hay una 486 sino un teléfono inteligente desde donde escribo en una esquina. Twitter es el ensayo de mis pensamientos, y el mundo ha aprendido a navegar sin el sonoro ruido del Internet de los cables, para conectar a cualquier ser humano en cada esquina.

Ya no están los sobres amarillos de cobranza, pero siguen habiendo millones de seres humanos imposibilitados que ven en Internet un privilegio en lugar de un derecho.

No cabe duda que la tecnología es el acelerador de dignidad más importante, como el proyecto más democratizador y ecualizador de las realidades físicas y virtuales. Si no, vean como hoy Correo Mayor, gracias a Alibaba no se ha vuelto en una pieza de museo.

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