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Va a ponerse peor

Sus errores, pifias, improvisaciones y fantasías empiezan a pasar factura a Andrés Manuel López Obrador.

A los 146,174 fallecidos hasta ahora en la pandemia .

Sus errores, pifias, improvisaciones y fantasías empiezan a pasar factura a Andrés Manuel López Obrador™. Pésimos gobernantes como Echeverría o López Portillo necesitaron mucho más tiempo para que sus errores los alcanzaran. AMLO se cuece aparte por la impresionante ineptitud desplegada en apenas 25 meses.

Otros Presidentes cometieron errores graves, pero respetaron estructuras y precedentes. La soberbia del demagogo autoritario lo lleva a destruir con la convicción de que es un genio que tiene una alternativa viable e instantánea. Una y otra vez la realidad lo ha desmentido.

Mientras otros habitantes de Los Pinos tardaron tiempo para que el poder se les subiera a la cabeza, sobre todo en los últimos dos años del sexenio, el inquilino de Palacio es un mesiánico desde su larga campaña. Lo único que ha hecho el poder que ahora tiene es reforzar al hombre que descubre en el espejo a un líder a la altura de Juárez, Madero y Cárdenas, cuando por su preparación y personalidad hubiera sido (con trabajos) un mediocre presidente municipal de Macuspana.

A destruir el Seguro Popular, porque con el INSABI tendremos un sistema de salud como en Dinamarca. A quedarme con el dinero del Fondo de Desastres Naturales, porque ya no habrá desastres. A derruir manglares para construir Dos Bocas porque se hace una refinería y además se pone donde yo decido.

A correr funcionarios federales, cerrar numerosas dependencias, cancelar programas, eliminar fideicomisos y recortar sueldos porque el aparato administrativo federal seguirá funcionando igual. A construir un tren en medio de la selva porque anunció que no se tirará un solo árbol. A cancelar un aeropuerto de clase internacional y en cambio hacer otro porque mi constructor estrella dice que los aviones se repelen. A eliminar de golpe la estructura para distribuir medicinas en el país, porque hacerlo es tan fácil como repartir refrescos y botanas.

A dejar de invertir en el Metro, que no pasará nada. A construir carreteras hechas a mano, que serán como si fueran de concreto hidráulico. A cancelar programas sociales y sustituirlos por otros en que pueda construir un aparato clientelar con claros fines electorales.

Es el desprecio por las instituciones, la inversión en capital humano, una planeación cuidadosa en la asignación presupuestal, esa sólida meritocracia que requiere un aparato estatal para el diseño meticuloso de la política pública. Es en cambio el gobernar desde la fantasía y la convicción de que la realidad se doblegará a los deseos presidenciales. El huachicoleo se acabó porque así lo digo, y la pandemia ha sido doblegada de la misma manera.

Una economía postrada no podrá levantarse cuando el Presidente se regodea en ser un espantapájaros para los inversionistas, no podrán crearse tantos empleos cuando insiste que la solución es acabar con el outsourcing, y no puede esperarse trabajar con el nuevo gobierno de Estados Unidos al tiempo que se ofende al vecino.

Menos puede esperarse que los funcionarios públicos se comporten con honradez cuando lo que se permite es un robadero, siempre que este se realice con cinismo. La escuela del hermano de Pío, primo de Felipa y cuñado de Concepción es la guía.

El trabajo de demolición de México seguirá, con el dinamitador en jefe manteniendo el desastroso rumbo. Las facturas de la falta de inversión, previsión y mantenimiento, así como la abundancia de corrupción, seguirán acumulándose y explotando con mayor fuerza en 2021.

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