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Servilismo no es diplomacia, AMLO

El Presidente de México confirmó una vez más que es esclavo de sus visiones equivocadas, ahora en el ámbito de la política exterior.

El Presidente de México zalamero, servil, obsequioso, ante su par estadounidense. El habitante de la Casa Blanca que más ha ofendido y dañado con sus palabras y acciones a los mexicanos en más de 170 años, halagado por Andrés Manuel López Obrador como hombre gentil y respetuoso. La persona que amenazó al país con aranceles escuchó que se le agradecía su ayuda en materia de comercio. Quien logró revertir en forma fulminante la política migratoria del gobierno obradorista escuchó: "Pero lo que más aprecio es que usted nunca ha buscado imponernos nada que viole o vulnere nuestra soberanía… ha honrado nuestra condición de nación independiente".

Lo doloroso de esas expresiones es que eran innecesarias. Uno no se apersona en una casa ajena para ofender al anfitrión cuando la posición es de debilidad. No se trataba de que el tabasqueño sacara un ejemplar de su libro "Oye, Trump" y le recetara al susodicho una serie de reclamos. Pero tampoco se requería que quien se comportó tan gallo como candidato se humillara en forma tan abyecta como Presidente. Lo mejor hubiera sido quedarse en casa, y más con el motivo real de la brutal pandemia que azota a los dos países. Calladito era más bonito y, sobre todo, más digno.

Lo peor de la coba presidencial hacia Trump fue lo inútil, porque el neoyorkino suele aplastar al que demuestra debilidad. AMLO buscó granjearse la amistad del que solo respeta el lenguaje y actos agresivos. Donald Trump admira al que no se doblega, al que demuestra fuerza y además amenaza. Pero AMLO no se comportó como un Vladimir Putin o un Kim Jong-un, sino como un burócrata mexicano que busca caerle bien al jefe, que se la pasa regañándolo y humillándolo, a fuerza de halagos y regalos. En esta ocasión Trump no puso el aro para que el inquilino de Palacio Nacional brincara, sino que este solito montó todo el espectáculo, y se lo llevó hasta Washington D.C., para el regocijo y aplauso del estadounidense.

¿Qué habrá logrado la zalamería obradorista? Trump ha confirmado, en vivo, la medida que ya le había tomado al tabasqueño: López Obrador no solo aguantará la vara que le aplique, sino que recibirá los golpes con la mejor sonrisa. Podrá seguir construyendo su Muro, confiado además que hay uno más eficaz en la frontera sur de México, y sin un centavo de aportación de Estados Unidos. Por supuesto, mantendrá su feroz política contra los migrantes ilegales, al cabo que no habrá ni un murmullo de protesta por parte de los funcionarios mexicanos, callados porque su propio jefe así se los ordenará.

Incluso desprendido del humillante servilismo, el discurso obradorista fue igualmente infructuoso. AMLO lanzó una perorata proteccionista, lamentando el déficit comercial de la región de América del Norte. Ofertó a México como un complemento de Estados Unidos. No es mala idea, fue lo mismo que hizo el presidente Peña Nieto con el candidato Trump hace cuatro años. Tampoco funcionó. Para Trump no es "North America first", sino "America First". México nunca será visto como un socio, sino como competidor, aparte de fuente de ilegales indeseables.

El Presidente de México confirmó una vez más que es esclavo de sus visiones equivocadas, ahora en el ámbito de la política exterior. Quizá era de esperarse del hombre que cree que el petróleo puede ser una palanca del desarrollo económico, o que considera que los criminales se portarán bien tras un fuerte abrazo, piense que el servilismo es una forma de diplomacia.

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