Econokafka

Obrador, el domador de la pandemia

México está listo para la llamada Tercera Ola. La recibirá con los brazos tan abiertos como durante meses llegaron turistas de todo el mundo sin control alguno, para dar el último golpe a ese terco virus y sus variantes.

"Andrés, Manuel, el virus no pudo con él"; "López, Obrador, es un gran domador". Son las palabras que muchos gritarán pronto ante la exitosa estrategia que el Presidente de la República encabeza hace más de un año contra el Covid-19. Todavía no se sabe, pero México será, como nunca, envidia del mundo ante la inteligencia y audacia del inquilino de Palacio Nacional.

Poco a poco el plan secreto de AMLO ante la pandemia va siendo evidente. Algún atisbo presentó su brillante lugarteniente, Hugo López Gatell, cuando al estallar los contagios habló de que mejor enfermar a 100 niños que a uno solo. Se trataba de que muchísimos mexicanos contrajeran la enfermedad, el camino más rápido tanto a la inmunidad como a la enfermedad y la muerte.

Nada de esperar a las vacunas. Muchos no entendían, siguen sin hacerlo, que el Presidente recomendara abrazarse, comer en fondas, salir. Durante meses se minimizó la seriedad de la pandemia para impulsar a la gente a confiarse. En ese sentido, que López Gatell dijera que los asintomáticos no contagiaban fue un golpe certero.

Maestro de la imagen, López Obrador ha sido consistente mostrando su desprecio por el cubrebocas. Primero se cuestionó su eficacia (López Gatell de nuevo como ariete), ahora simplemente se obstina en no ponérselo. No hay gobernante en el planeta que se atreva a ser fotografiado sin uno; el de México ha demostrado que se cuece aparte.

Nada como el hambre para forzar a la población a salir y contagiarse. Por eso el tabasqueño se rehusó a salvar empleos. Haber entregado dinero directamente a las personas, como hicieron en tantos países, les habría permitido quedarse en casa. Al contrario, fue empujar a millones a buscar el sustento, que se apretujaran en transporte público, laboraran por horas en espacios mal ventilados, y finalmente de regreso al hogar, para contagiar a la familia. Absolutamente brillante.

Brillante y además barato. Porque no valía la pena gastar recursos escasos en comprar vacunas con anticipación, menos para expandir la capacidad hospitalaria. Porque ese dinero se necesita a carretadas para Pemex, que de la misma manera lo pierde. Y por supuesto están los proyectos insignia del obradorismo: Dos Bocas, aeropuerto y tren, tres inutilidades espectaculares. Mucho dinero demandan las verdaderas prioridades del Señor Presidente como para estarlo usando comprando vacunas de farmacéuticas neoliberales.

Lo que sí se hizo con destreza fue montar espectáculos, casi recibiendo con mariachis las vacunas en el aeropuerto, poniendo a ancianos a hacer cola bajo un sol inclemente, calores que quizá echaron a perder unas cuantas, pero que igual se usaron (tampoco se iban a desperdiciar). Pocas vacunas, mucho show, para que los sobrevivientes voten agradecidos por Morena en unos meses.

"Vamos bien", "domamos la pandemia", "ya pasó lo peor". Un año extraordinario de triunfalismo imparable mientras millones se han contagiado y cientos de miles de muertos. La discreción de la inmunidad de rebaño en cambio de los tambores batientes de millones de vacunados en pocos días como presume un Biden.

México está listo para la llamada Tercera Ola. La recibirá con los brazos tan abiertos como durante meses llegaron turistas de todo el mundo sin control alguno, para dar el último golpe a ese terco virus y sus variantes. Será un cierre triunfal del estratega.

Y entonces el mundo reconocerá al genio que es Andrés Manuel López Obrador, el Gran Domador de la pandemia.

COLUMNAS ANTERIORES

El Plan H de Claudia Sheinbaum
No son iguales, fueron peores

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.