"No miente, no roba, no traiciona" y "Por el bien de México, primero los pobres". Dos lemas potentes, pilares de una campaña que duró años. Quizá no brillante, carente de esos grados académicos que tanto detesta y demerita, pero se ofrecía como honesto y derecho. Un atractivo potente en el cierre de la podredumbre peñista y que atrajo a millones de incautos hartos del PRI y recelosos del PAN.
Como tantos que llegaron al poder en el paroxismo de la demagogia y el enojo popular, resultó un cínico de primera: mentiroso contumaz, ladrón sin freno y traidor a su causa, sobre todo a los millones de pobres que ofreció todo. Lo cierto es si ama a los pobres, ahora tiene al menos nueve millones más para canalizar esa pasión.
Un gobierno en que decenas de miles de millones de pesos se canalizan vía asignaciones directas y programas con padrones misteriosos y sin reglas de operación. En que la parentela maneja sobres con efectivo, es receptora de jugosos contratos, partícipe del saqueo al municipio natal o abre empresas que dan millones sin esfuerzo.
Una administración federal en que a los funcionarios consentidos se les descubren, como al nopal, cada vez más propiedades. El tiempo ha demostrado lo que se puede esperar ante las denuncias y evidencias que muestran medios de comunicación y asociaciones civiles. El inquilino de Palacio ocupará la palestra mañanera para fulminar a los denunciantes ("pasquines inmundos"), ofrecerá investigar… y no pasará nada. Las otrora benditas redes sociales resuenan y multiplican las denuncias y la respuesta es una iniciativa de ley para "regularlas". Los más corruptos funcionarios del sexenio Peña deben estar verdes de la envidia.
Las mentiras y la robadera, mayúsculas como son en cotidianidad y magnitud, son menores al lado de la traición a los que menos tienen. La obsesión con el Fobaproa y el rescate bancario de 1995 trajo una gravísima secuela 25 años después: la manía contra los rescates con el dinero público. Quizá nunca entendió que Zedillo buscó, y logró, proteger a los millones de ahorradores y así preservar un vital sistema de pagos. A sus ojos, se trató solamente de tapar fraudes (que los hubo) y salvar a ricos banqueros (que también ocurrió).
Con esa caricatura, que tanto le funcionó como opositor, se quedó, y ahora con ella gobierna. Señor del Presupuesto Federal gracias a cambios legales y un Congreso obsequioso, maneja la Hacienda pública como su hacienda de Palenque. Lo que ha decidido es que no habrá rescates con esos dineros públicos. Como nunca entendió que impedir la quiebra de bancos era cuidar a los ahorradores, igualmente le resulta incomprensible que salvar a una empresa significa salvar empleos. Lo que en cambio cree es que salva (como banqueros) a "empresarios", y eso sí que no.
Mientras que el dinero fluye sin freno a lo que esta semana demostró ser una Central Avionera, una refinería con enorme potencial para convertirse en parque acuático y un tren a través de la selva, los niños están sin quimios y el país sin vacunas (de sarampión a tuberculosis, además de lo que sucede con aquellas para prevenir el Covid). Esto aparte de que millones de desempleados pasaron a engrosar la estadística de aquellos en pobreza y en pobreza extrema.
De la mentira, las corruptelas y la traición, la última es la más grave y dañina. Nunca un gobierno había actuado, en los hechos, contra los pobres, rematando con el cinismo de haberles ofrecido que ellos irían primero.