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El mesías corrupto

Corrupto es aquel que tira el dinero público, no importa si acaba en su bolsillo, el de sus parientes, amigos, o perdido en una coladera por una mala decisión.

Corrupto es aquel que tira el dinero público, no importa si acaba en su bolsillo, el de sus parientes, amigos, o perdido en una coladera por una mala decisión. Mal uso, por ratería o ineptitud, de los recursos que tanto cuesta ganar a los contribuyentes, es corrupción. Incluso creyendo que nunca un peso mal habido ha pasado por sus manos, o las de sus allegados, el Presidente de la República es un corrupto en gran escala.

Andrés Manuel López Obrador es un convencido de sus visiones, y actúa en consecuencia. Miles de millones de dólares a la basura, literalmente, por su capricho de cancelar al Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM) en Texcoco. Sin más base que los interesados consejos de sus amigos constructores, optó por el proyecto inútil de Santa Lucía, que ya inauguró con bombo y platillo. A seguir tirando dinero, porque ocurre que los aviones no se repelen, y por ende el trío del AICM, Santa Lucía y Toluca no solucionarán el problema que habría desaparecido con el NAIM. Porque para AMLO, se sabe, nada es ciencia. Que expertos en ingeniería y aeronáutica avalasen el NAIM, y no Santa Lucía, no fue importante. El chasco será mayúsculo, y el dinero tirado astronómico (añadiendo lo que costará la nueva terminal).

Lo mismo que con la refinería de Dos Bocas. Imposible hacerla en el tiempo y costo que el mesías estableció (de nuevo, sin sustento técnico alguno), le dijeron las empresas internacionales invitadas a liderar el proyecto. Se hará, dictaminó, y estará a cargo de la Secretaría de Energía y Pemex. Esto al tiempo que se reconfigura el Sistema Nacional de Refinación, un agujero negro de pérdidas financieras. Lo importante es que la gasolina no sea extranjera. De nuevo, a tirar dinero, financiado a costa del hambre (comedores comunitarios), salud (cáncer, dengue) y seguridad (albergues) de los más pobres. La corrupción en gigantesca escala usando como pretexto que existía corrupción en compras de alimentos o medicinas.

El Presidente es un experto en encontrar a otros igualmente corruptos como subordinados. Porque entrega cargos a gente que adolece de tres 'i': Incondicionalidad ante su autoridad, Ignorancia sobre el tema e Inexperiencia en trabajos similares. Incondicionalidad e ignorancia son los requisitos necesarios para cumplir sin pestañar aquello que se ordena, y el resultado con frecuencia también empieza con "i": Ineptitud. AMLO presume que sus funcionarios ya no reciben salarios elevados, pero su costo real es mucho mayor por el dispendio que implica esa incompetencia.

Para que la corrupción se ejerza sin obstáculos, se destruyen las instituciones. Nada de contrapesos o supervisiones, de cuestionamientos a la sabiduría suprema que representa el inquilino de Palacio Nacional. El Poder Legislativo, y crecientemente el Judicial, están para avalar y aplaudir. Porque el Iluminado considera que su luz, tras la oscura era neoliberal, llevará a una (cuarta) transformación de la República. La Historia (con mayúscula) tiene como imperativo remover los obstáculos que representan los conservadores fifís y sus cacareadas instituciones. Como dijo hace años, al diablo con ellas.

Los mesiánicos construyen una secta en torno suyo, condenando como herejes a todos aquellos que no se unen en la adoración. El que hoy encabeza a México está llevando a una pérdida astronómica de recursos que tanto hacen falta para millones de pobres. Será un sexenio dominado, y recordado, por el paroxismo de la corrupción.

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