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AMLO, el malquerido

El Presidente no ha tenido más remedio que defenderse, señalando el desequilibrio de aquellos que deberían estar hablando maravillas de un sexenio histórico y que en cambio destilan su rencor por los privilegios perdidos.

Pobre de Andrés Manuel López Obrador™. Es el Presidente más atacado, incomprendido y cuestionado de la historia. Solo el apóstol de la democracia, Francisco I. Madero, sufrió algo semejante. Hace poco más de un siglo fueron los porfiristas, ahora son los neoporfiristas conservadores quienes no le dan tregua.

¿Por qué no lo entienden? Esos padres de familia no comprenden que sus hijos no tendrán medicinas para el cáncer debido a la podredumbre de las farmacéuticas neoliberales. Ahora no hay quimios, y cuando algo se adquiere se lo roban, pero es parte de un sacrificio por un México mejor. Esos niños, si viven, serán adultos que agradecerán el haber contribuido con su grano de arena en este sexenio histórico.

Las mujeres son otro colectivo particularmente ingrato. Las mujeres golpeadas ahora tienen el incentivo de buscar la reconciliación en su propio hogar, mientras que las madres que se quedaron sin estancias infantiles han estrechado su círculo familiar buscando la solidaridad de los abuelos o tíos. El dinero disuelve las familias, pero su carencia las fortalece.

Los científicos, artistas, estudiantes, se quejan por esos corruptos Fideicomisos, becas y apoyos. Encerrados en sus mundos egoístas de la ciencia o el arte, no saben de la belleza del béisbol. La falta de recursos los hará salir de sus burbujas, de sus laboratorios o estudios cinematográficos. Un día irán a esos imponentes estadios que ahora se compran y remodelan con ese dinero que antes les hubiera correspondido, y sin duda quedarán maravillados. Mientras tanto, no queda sino resignarse ante sus estériles reclamos.

Los numerosos enemigos del Presidente no le perdonan el éxito empresarial a la familia. Tan sencillo que los vástagos López hicieran negocios e intermediaran contratos a la sombra del poder. Al contrario, optaron por abandonar ese refugio protector, incluso dejando México por Estados Unidos, y emprender aventuras empresariales propias. El éxito, sobre todo si es rápido, es levadura para le envidia. Literal ante el triunfo de esos empresarios cerveceros y chocolateros que por tanto tiempo sacrificaron su talento mercantil para no entorpecer la carrera política de su padre.

Particular vergüenza deberían sentir muchísimos periodistas, esos que deberían estar agradecidos por esta inédita libertad de expresión que hoy se goza. Claro, antes no había libertad, pero había chayote, y eso los tenía felices. Ahora muerden la mano que les quitó el bozal. El Presidente no ha tenido más remedio que defenderse, señalando el desequilibrio de aquellos que deberían estar hablando maravillas de un sexenio histórico y que en cambio destilan su rencor por los privilegios perdidos.

Comunicadores que han inflado a esos pequeños grupos de oposición y que hoy con descaro se confabulan bajo membretes multicolores. Pero aquellos que han afeado la vista de la casa presidencial con tiendas de campaña en realidad vacías. Son pocos, pero ruidosos, y dan la impresión que representan el sentir de muchos cuando son el rencor de pocos.

Malquerido, también, por organismos internacionales y agencias calificadoras. No entienden de soberanía, no saben lo que es la dignidad que supera la frialdad de los números. Deberían de pedir perdón por haber avalado a los gobiernos neoliberales, y en cambio se ceban con quien está transformando a México.

Pero la Historia pertenece a los audaces, a aquellos que se colocan a la vanguardia. El malquerido sabe que triunfará al final.

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