Claudia Sheinbaum es sin duda mucho más preparada que López Obrador. No fue una fósil de la UNAM, sino académica de la misma. Sería la primera presidente en ser miembro de la Academia Mexicana de Ciencias. Tendría además una trayectoria más nutrida como servidora pública, destacando obviamente la jefatura de Gobierno de la CDMX, aparte de haber gobernado Tlalpan y antes encabezado la Secretaría del Medio Ambiente capitalina. Desde esa dependencia se construyó la primera línea del Metrobús y los segundos pisos.
Su interés científico y académico es consistente, centrado en energía, su uso eficiente e impacto, destacadamente el calentamiento global. Desde ideologías opuestas, se puede pensar en la primer ministro, Margaret Thatcher (química, Oxford), una pionera en cuestiones de cambio climático, y Sheinbaum (física, UNAM).
Ahí terminan las similitudes. Thatcher tuvo el arrojo de retar a Edward Heath por el liderazgo del Partido Conservador cuando este parecía imbatible. Desplegó el bagaje intelectual y carácter para mover a su país hacia el libre mercado. Sus 11 años como primer ministro fueron realmente transformacionales.
Sheinbaum logró la candidatura de Morena por su absoluta lealtad, una sumisión que arrancó a la sombra de su entonces esposo, recaudador de sobres para el tabasqueño. Los segundos pisos se hicieron reservando la información, con esa falta de transparencia que tanto le gusta al Licenciado. Sin pudor o vergüenza, llevó en diablito cajas supuestamente llenas de pruebas del fraude electoral cometido contra su jefe, cajas totalmente vacías. Obediente hasta la ignominia, este le ha correspondido con cargos y candidaturas a pesar de sus graves errores como gobernante, destacando el derrumbe del Colegio Rébsamen (26 muertos) y la Línea 12 del Metro (27 muertos).
No ha mostrado nunca la menor independencia. Si tiene un pensamiento que diverja del jefe, se lo ha guardado. Su mayor abyección no reside en la imitación de su soberbia como estilo, ni siquiera de su lenguaje y hasta tono, sino su rendición intelectual. La científica tan preocupada por la ecología, y que aparentemente cometió plagio en su tesis de licenciatura, ha aplaudido sin rubor al Tren Maya, la refinería de Dos Bocas y ha anunciado que buscaría fortalecer más la CFE, ese voraz quemador de combustóleo.
¿Rebelarse ya en el poder? Lo hicieron Cárdenas, Ruiz Cortines y Zedillo. ¿Por qué no Sheinbaum? Porque tendría encima a su benefactor, siempre vigilante desde Palenque, rodeada de legisladores y gobernadores que le deberán, como ella, fidelidad a López Obrador. Acotada porque para el mesiánico no solo se trata de tener poder y que le cuiden las espaldas, sino que siga sin desviación alguna la “cuarta transformación”. AMLO no pudo reelegirse, pero quiere un segundo sexenio por medio de ella.
Pero además Sheinbaum enfrentaría una economía con finanzas públicas dañadas por el saqueo presupuestal y el déficit fiscal de 2024, aparte del brutal lastre de Pemex. Tendría que continuar con la destrucción de instituciones, como la Suprema Corte, y concluyendo los elefantes blancos. Debería cargar esa herencia mientras hace mañaneras y enfrenta una sociedad polarizada y un crimen organizado que controla buena parte del país. Esto aparte de seguir permitiendo las corruptelas de la parentela y amigos del tabasqueño.
No tendrá la fuerza y menos el carácter de limitar a quien por décadas ha sido su patrón. Nunca los ha tenido. Si gana no será tan mala como AMLO, sino peor.