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La presidencia de la fantasía

Pareciera que López Obrador sigue en los largos y duros caminos de la campaña, en que por años pudo prometer sin preocuparse de cumplir.

El Presidente fue asertivo y formal, duro y claro, sin titubeos. Habían pasado ya siete semanas del trágico accidente en la Línea 12 del Metro. En un año a más tardar, anunció, estaría de nuevo funcionando, completa, totalmente segura después de una exhaustiva revisión y reconstrucción. “Es mi palabra” y “yo me hago cargo” dijo, solemne. Andrés Manuel López Obrador ofreció, como tantas veces, a su persona y palabras como garantes de sus promesas.

Eso fue el 24 de junio de 2021. Mañana serán dos años, y no hay siquiera una fecha para que suceda lo ofrecido con tanta enjundia por el inquilino de Palacio Nacional.

La estrepitosa falla no representa un hecho aislado, sino parte de un patrón, un largo hilo de ensoñaciones. El presidente de México vive aparentemente dichoso en su gobierno de fantasía. Imposible saber si es una persona sincera divorciada de la realidad o un cínico mentiroso al que solo le interesa salir del paso por el momento, consciente que aquello que promete no se cumplirá.

Pareciera que sigue en los largos y duros caminos de la campaña, en que por años pudo prometer sin preocuparse de cumplir, en que lo importante era ganar el aplauso inmediato de su auditorio, tener las respuestas para todas las preguntas, independientemente de que estas fuesen correctas o no. Disfrazaba su ignorancia tras un abundante repertorio de lugares comunes a los que recurría ante cualquier cuestión complicada. México se vería transformado en seis años de actividad incansable por parte del tabasqueño. Las palabras venían selladas con la promesa de su persona: se cumplirá porque lo ofrezco yo, está mi palabra de por medio. Un demagogo consumado y a la vez consumido por una profunda egolatría.

Quedan 15 meses de gobierno y el mesiánico de Macuspana no cambia la tonada, sigue inmerso en esas hermosas fantasías que presenta infatigable. Hace casi un año exacto que inauguró la refinería de Dos Bocas que hasta el momento no ha producido un solo barril de gasolina y tampoco tiene para cuándo empezar. Ya casi llega, según repite: México tendrá un sistema de salud como el de Dinamarca. Todo gratis, desde la más sencilla consulta hasta la más compleja operación, además de medicamentos igualmente gratuitos. La violencia ya va a disminuir, es cuestión de dar un poco más de tiempo a la estrategia.

Un año es muchas veces el plazo mágico, el tiempo en que el dicho se transformará en hecho. En tres meses faltará menos de un año para que López Obrador entregue la banda presidencial. Quizá entonces empiece a caer en la cuenta de que ya no puede ofrecer esos 12 meses tan socorridos, que finalmente se está agotando la arena en el reloj de su sexenio.

Puede ser que entonces llegue el choque con la realidad. Que constate que el servicio público de salud tiene más de Burundi que de Dinamarca, que su mentada soberanía petrolera no existe y que Dos Bocas ha resultado un elefante blanco, al tiempo que siguen acumulándose los muertos porque abundan los balazos y se rechazan los abrazos. En que su Tren Maya será un desastre como ya lo es, por más que se obstina en negarlo, el AIFA.

La presidencia de la fantasía está por entrar en su último capítulo y con un final muy diferente al que soñó AMLO. La gran incógnita es cómo reaccionará el demagogo autoritario cuando se vea obligado a abrir los ojos.

Nota a los lectores: esta columna parte de largas vacaciones y estará de regreso el primer viernes de agosto.

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