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López, traidor a la patria

Les quitó medicamentos, comedores, albergues, becas, vacunas, escuelas de tiempo completo y destruyó el Seguro Popular.

“Por el bien de México, primero los pobres”. Traidor a esas palabras repetidas durante su larguísima campaña. Les quitó medicamentos, comedores, albergues, becas, vacunas, escuelas de tiempo completo y destruyó el Seguro Popular. Ese dinero, en cambio, lo pierde buscando petróleo, construyendo un aeropuerto ya evidenciado como inútil y un tren destructor de la selva.

“Juro guardar y hacer guardar la Constitución de los Estados Unidos Mexicanos y las leyes que de ella emanen”. Un solemne compromiso ante la nación sustituido por un “no me vengan con que la ley es la ley”.

Igualmente, un traidor a su reiterada promesa de ser honesto, incorruptible, que vigilaría que los dineros del erario no acabaran en los bolsillos de funcionarios. ¿El Presidente más ladrón de la historia de México? Sin duda es un título que está peleando con toda la fuerza de sus muy largas uñas, ayudado por la impresionante rapiña de su parentela, destacadamente sus hijos y hermanos. Esto aparte de todos sus funcionarios que con la misma alegría y descaro meten las manos en la caja registradora del país.

Lo que está fuera de duda es que es el más cínico, a la menor provocación proclamándose honesto y sacudiendo el pañuelito blanco alegando que ya no se permite la corrupción, el “nosotros somos diferentes”. De vez en cuando pierde la compostura (el rostro burlón muta en furiosa mueca) cuando lo desnudan en alguna ratería Carlos Loret de Mola, Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad o Reforma. Al cabo de unos días cree que puede regresar al engaño, se proclama el Presidente más atacado desde Francisco I. Madero y, tan predecible, a ondear el pañuelito.

Traidor precisamente de quien exalta, Madero, y su ideal más venerado: la democracia. La falsa oveja hace mucho que se despojó de su piel, evidenciando al lobo autoritario. Sin pudor subordina al Poder Legislativo, exigiendo a diputados y senadores que le aprueben sus iniciativas legislativas sin tocarles una coma, obteniendo lo que espera: la más abyecta obediencia. Con igual descaro presiona, muchas veces con éxito, al Poder Judicial. Las injurias antidemocráticas más duras las reserva para el Instituto Nacional Electoral, un odio alimentado quizá por su fantasía de que sufrió un fraude en 2006 y otro en 2012 y exacerbado porque los funcionarios del INE rehusaron reducir sus sueldos como se los exigía. Nada le gustaría más que regresar a los tiempos del priato omnipotente, y que la Secretaría de Gobernación controlara las elecciones.

Traidor también no solo de los pobres, sino de las clases medias. Agrede incansable las aspiraciones de millones de personas, a todos aquellos dispuestos a estudiar y trabajar duro, que tienen ambición por mejorar sus vidas. Esos aspiracionistas merecen su desprecio y no se cansa de atacarlos. Mientras su familia exhibe sin pudor alguno sus riquezas mal habidas, pontifica que basta con tener un par de zapatos y que la pobreza es signo no solo de honradez, sino de dignidad. Quizá porque ama tanto a los pobres y la posibilidad de comprar su apoyo (y voto) con una beca o una pensión, no le preocupó que entre 2018 y 2020 su número aumentara en casi cuatro millones. Las clases medias que le dieron la espalda en la elección de 2021 merecen su furia, mientras que las que reciben sus abrazos, una abierta y descarada fraternización, son las mafias criminales.

“No roba, no miente, no traiciona”. Así se vendió ante la nación un ladrón, mentiroso y traidor.

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