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Los López también lloran

No puede ser que después de los profundos valores que durante cuatro décadas le ha inculcado el presidente a su hijo, le salga con lo de la casa de Houston.

-No puedo creer, José Ramón, que después de los profundos valores que te he inculcado por cuatro décadas, que has vivido bajo mi techo, me salgas con esto.

-El amor no conoce de clases sociales, papá, uno no manda en el corazón.

-Nuestra familia ha sido orgullosamente pobre por generaciones, eres de los López de Tepetitán. ¿Vas a mancillar ese linaje por una locura romántica? Quizá no te atrevas a confesarme que te han tentado las riquezas materiales que te ofrece esa mujer.

-Ella es rica pero honrada, papá, tampoco no tiene nada de malo tener recursos. No le repudies por tener dinero y vestir ropa de marca, por gozar de la buena vida, gustarle los aviones privados, los Ferrari…

-No lo entiendes, ¿verdad? Veo que he predicado en vano dentro de mi propia casa. ¿Qué no me escuchas en las mañaneras? Los ricos lo son porque han abusado con maldad de otras personas. Los pobres somos dignos por ser gente buena que vive con sencillez. Ahora resulta que me vas a salir aspiracionista.

-No puedo pedirle que renuncie a su dinero, a ese trabajo que tiene y que nos permitirá tener esas hermosas casas y coches en Houston. Piensa en los nietos que tendrás con nosotros, los López Adams.

-A los hijos, José Ramón, a los nietos, es preferible heredarles pobreza que deshonra. Estoy empezando a pensar que aspiras no a ser clasemediero, que ya grave sería, sino clase alta, de esos fifís que tienen muchos pares de zapatos cuando es suficiente tener solo un par, los que andan en coches de lujo cuando es suficiente un Tsuru blanco. De esos riquillos alérgicos a la austeridad y amantes del oropel y de deslumbrar a los humildes.

-Papá, estamos en un Palacio.

-Vivo donde trabajo con austeridad, rechacé vivir en el lujo de Los Pinos. A unos metros de donde estamos murió Benito Juárez, quien también llevó su existencia sencillamente entre estas paredes. Como el Benemérito, vivo con la honrosa medianía que me permite el sueldo que me reduje. Tú, en cambio, un López de Tepetitán, te alejas de una vida sencilla y digna por las mieles de la riqueza.

-No me alejo, me caso con la mujer que me ama y que sucede que tiene dinero.

-¿Estás seguro de que esa riqueza no es mal habida?

-Por supuesto, Carolyn ha trabajado muchísimo con una empresa que es proveedora de Pemex y…

(Se atraganta)

-¿De Pemex, mi Pemex, Petróleos Mexicanos, la empresa con la que estoy rescatando la soberanía de la nación?

-Una empresa que es conducida en forma incorruptible e intachable desde que eres Presidente, papá, en la que no hay un contrato cuestionable o ensuciado por corruptelas. Somos diferentes, ¿no?

- No pretendas jugar conmigo. ¿Me estás diciendo que esta mujer, quien sería mi nuera, está lucrando, ganando dinero, con el petróleo de la nación? Peor, José Ramón, más destrozas mi corazón por tu evidente insensibilidad. El amor, dicen, es ciego, pero en tu caso destruye todo lo que por tantos años quise construir.

-Papá, te pido me escuches.

-Vete a ese Houston que tanto te llama. Anda, a manejar esa camioneta Mercedes. Has traído deshonra a la familia López, que lo sepas, José Ramón. Ojalá un día comprendas la dignidad que has arrojado a la basura a cambio de algo tan sucio como el dinero. Toda una vida, hijo mío, de traer 200 pesos en la cartera, de barrer las escaleras de arriba para abajo, de ser un ejemplo para el pueblo con mi honradez y austeridad, para que me pagues de esta manera.

(Hunde la cabeza entre las manos mientras José Ramón se aleja).

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