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Ahora es tiempo de llorar

De llorar por todos aquellos que hoy vivirían si hubiese existido un gobierno serio y eficaz ante la pandemia.

Ahora es tiempo de llorar para millones de mexicanos. De llorar por todos aquellos que hoy vivirían si hubiese existido un gobierno serio y eficaz ante la pandemia. La ineptitud, improvisación y demagogia tienen un precio siempre elevado para los pueblos, y ahora lo pagaron cientos de miles con su vida.

Es tiempo de llorar por los cientos de miles que no debieron enfermar, pero que quedarán con secuelas tras haber sobrevivido. Serán familias lastradas por los gastos para los que muy pocos tienen los ahorros necesarios, en tanto el demagogo autoritario presumía que México tendría un sistema de salud como Dinamarca.

Es tiempo de llorar por un gobierno que optó por el empobrecimiento de millones. Familias que pasaron de una precaria medianía a la pobreza, o de la pobreza a la más absoluta miseria. Esto mientras que se tiraba el dinero en buscar petróleo, construir un aeropuerto o un tren turístico. Eso al mismo tiempo que el inquilino de Palacio proclamaba orondo que no usaría dinero público para salvar empleos, porque eso ayudaba a los empresarios. Dinero sin límite para Dos Bocas o Santa Lucía, nada para que un mexicano pudiese mantener su trabajo y poner, con dignidad, comida sobre la mesa. Eso sí, a presumir que los programas sociales de 2019 eran suficientes para ayudar a millones durante la pandemia.

Es tiempo de llorar por un gobierno que ha hecho lo indecible por ahorrar dinero en el combate al Covid, desde la escasez de pruebas hasta las vacunas de aire, pasando por el rechazo a los cubrebocas. Por un Presidente que sentencia que médicos y personal sanitario del sector privado no merecen prioridad alguna en vacunarse; alguien que debía gobernar para todos mostrando sin pudor la podredumbre de su persona. Un cínico que manifiesta un profundo desprecio hacia los “ricos” en tanto sus cercanos no se cansan de hincharse de dinero gracias a corruptelas, mientras que su parentela ostenta sin pudor una súbita e inexplicable abundancia.

Pero en 50 días será el tiempo de votar.

El tiempo de mostrar que la venda cayó de millones de ojos. Que las palabras sin hechos son huecas, y que la redomada hipocresía no es creíble ante una realidad despiadada. Será la hora de usar esa arma que proporciona la democracia, el voto ciudadano, para anular al menos en parte la chequera en blanco que muchos entregaron creyendo en las fantasías del demagogo.

El tiempo para aplicar un freno al sociópata que no se cansa de matar, enfermar y empobrecer a millones con sus acciones y omisiones. De evidenciar que el pueblo se cansa de un transa que presume sin parar que es honrado. Será la hora de poner un alto a aquellos que ofrecieron todo para no entregar nada y en cambio destruyen aquello que les estorba en el uso sin trabas del poder.

El tiempo de votar masivamente para que una institución, el Congreso, recupere su papel de control y contrapeso, que los legisladores muestren la dignidad de un representante popular y no la abyección de quienes no se atreven a cambiar una coma de una iniciativa presidencial.

Será el tiempo del voto útil, esa arma que el tabasqueño hoy en el poder supo explotar a fondo, y que ahora se requiere para acotarlo. Porque ningún pueblo se merece lo que hoy inflige Andrés Manuel López Obrador a los mexicanos. Pero sin duda lo merecerá si los votantes no toman la oportunidad de usar las urnas para castigar al peor Presidente del México moderno. Será el momento de dejar de llorar, y de salir a votar.

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