Samuel Aguilar Solis

Nuestra democracia

Las medidas tomadas por el gobierno han sido ineficientes porque no se ha combatido la impunidad, ni se ha terminado la violencia e inseguridad, ni la pobreza y desigualdad han disminuido, ni la economía ha crecido.

Largo ha sido el camino de los mexicanos en la construcción de la democracia que hemos anhelado desde nuestra Constitución. En el artículo tercero nos impusimos que no solo queríamos un sistema de gobierno, sino también uno de vida.

Por ello siempre estuvimos adelante de la visión formal o shumpeteriana de la concepción de la democracia para ubicarnos siempre en la vanguardia de construir una forma armoniosa que fuera más allá de las elecciones; a que la nuestra fuera en permanente ascenso en el nivel de vida y de los derechos de todos los mexicanos.

Con la primer reforma política de 1977 se abrió un gran horizonte en el sistema político para incluir a todos y hacer del sistema electoral uno de manera más representativa para las minorías, y más adelante, la arquitectura de un órgano autónomo para la organización de las elecciones confiable a todos los actores políticos (IFE ahora INE), generando la liberalización política como método de apertura en un casi permanente espacio de reformas hasta culminar con la alternancia política del año 2000 en la presidencia de la República.

El pluripartidismo imperante en el Congreso desde 1997 y los llamados 'gobiernos divididos' donde el presidente y su partido político no tuvo mayoría en el Congreso obligaron a la negociación política permanente pero esta manera de hacer política nunca puso en riesgo la estabilidad y la gobernabilidad en el país.

Sin embargo los cambios acontecidos en el plano internacional con los atentados terroristas, la globalización y las alternancias políticas, entre otros, generaron distorsiones en el sistema político que junto a la última crisis financiera y económica del 2008 y acciones de corrupción e impunidad, así como la inseguridad y la violencia generada por las bandas criminales crearan las condiciones para que un populista del sistema accediera al poder con el voto popular.

Como dice Yascha Mounk, el ascenso de "hombres fuertes" iliberales puede muchas veces ser el preludio de un régimen autocrático: una vez silenciados los medios y abolidas las instituciones independientes, es fácil que los gobernantes iliberales efectúen la transición desde el populismo hasta la dictadura" (El pueblo contra la democracia, Paidós, Colombia 2018).

Las medidas tomadas en estos meses han mostrado no sólo una ineficiencia gubernamental; ni se ha combatido la impunidad, ni se ha terminado la violencia e inseguridad, ni la pobreza y desigualdad han disminuido, ni la economía ha crecido, al contrario, entre lo más apremiante y lo que sí a diario se ve sobre todo, es una verdadera amenaza a la democracia que los mexicanos nos habíamos dado y propuesto hasta hoy, para entrar por un camino no solo de NO resolución o de una senda para ello de los grandes problemas nacionales, sino que estos se han acentuado y lo más grave una serie de señales que amenazan la democracia que justo hay que decirlo hace un poco tiempo nos planteábamos elevarla de calidad y en cambio hoy de salvarla.

La tentativa actual de hacer una reforma política por la mayoría en Cámara de Diputados no busca hacer más eficiente el actual sistema electoral, sino centralizarlo, bajo pretexto de ahorro monetario, cuando no hay dinero que pueda comprar la libertad o con deficiencias pero nuestra democracia con el actual sistema electoral. La tal "reforma" busca eliminar los OPLES y reducir el presupuesto para la democracia no es otra cosa que enmascarar la búsqueda de socavar los órganos autónomos en la materia y sumar un factor más a las otras amenazas que en seis meses hemos observado: violaciones a la Constitución y a la ley, ataques directos a los órganos autónomos del Estado, descalificaciones permanentes a la oposición política, "consultas" a mano alzada ante ridículas minorías en mítines controlados por el gobierno federal, ataque a los medios de comunicación y a otros poderes del Estado, etcétera.

Sí, nuestra democracia está en riesgo y es nuestra obligación defenderla ya no cabe ni la duda ni la esperanza de que el actual gobierno rectifique, así es que más vale que con las armas de la democracia la defendamos y vayamos elaborando la estrategia para ello. No es tiempo de ingenuidades ni de pérdida de tiempo, la ausencia de una verdadera oposición y el cúmulo de acciones en contra de la ley y sobre todo la ausencia de resultados del actual gobierno obliga a alertar sobre una ruta de cómo se puede estar aún peor de cómo estábamos antes.

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