Samuel Aguilar Solis

La responsabilidad constitucional

Mejor sería, para bien de la República, cumplir con la Constitución y no destruir más la democracia.

Nuestro país vive una situación extraordinaria, son varias crisis que se han juntado y una más que día a día se va configurando.

Iniciamos este año con un estancamiento económico que provenía de varias decisiones políticas que dañaron el clima de inversión al arranque de este gobierno con la cancelación del Nuevo Aeropuerto Internacional de México como ejemplo emblemático, pero que junto con otras y un discurso que se fue transformando en los hechos en una amenaza a la inversión crearon un clima de hostilidad, que aunado a un arranque en materia económica fallido del gobierno y a los encontronazos entre el secretario de Hacienda con el presidente propiciaron incluso la salida del gabinete del primero, donde hay que recordar que en su carta de renuncia Carlos Urzúa manifestó su inconformidad porque se venían "tomando decisiones de política pública sin suficiente sustento"; es decir porque simplemente lo ordenaba el presidente, y al finalizar el año 2019 la economía manifestó un estancamiento de -0.1 por ciento del PIB . De aquel mediocre crecimiento de 2 por ciento del que veníamos, y que tanto criticamos y que sin duda fue una parte del discurso de López Obrador se transformaba el primer año de gobierno en cero. Esos son los hechos concretos.

El brote de un virus nuevo que se originó, afectó y paralizó las actividades económicas y educativas y sociales en China, se dio desde noviembre del año pasado y desde ese momento se supo que el mundo entraría en un tiempo de crisis sanitaria e incertidumbre por el Covid-19, lo que hubiera llevado a que un gobierno responsable tendría que haber creado varios escenarios y equipos de trabajo sobre sus repercusiones en diversas áreas y en el caso de México no sucedió, se esperó con una gran irresponsabilidad de parte del gobierno federal a que simplemente llegara y luego inició un discurso acusatorio sobre los responsables de su llegada por viajar al extranjero y sin convocar al Consejo General de Salubridad sino hasta meses después, y por cierto, sin que hasta la fecha sepamos cuándo se reúne y las decisiones que toma o si ya ni se reúne, incluso; manteniendo las giras del presidente y en ellas exponiendo un discurso negacionista de la pandemia: "salgan a las fondas, abrácense, no pasa nada", etcétera. La ausencia de una estrategia nacional y su coordinación correspondiente con los gobiernos locales que incluso no permitió hasta la fecha definir de común acuerdo un semáforo epidemiológico y con ello autorizar qué tipos de actividades podrían realizarse, es un claro ejemplo de una estrategia fallida (si es que hubo alguna de parte del gobierno federal), pero que hoy ha dejado, en unas cifras, por cierto también muy cuestionadas por diversas instituciones nacionales e interacciones, de más de 70 mil personas fallecidas por Covid y un gobierno insensible que desde hace ya varios días, en las conferencias vespertinas sobre el tema, ya ni siquiera mencionan pese a aparecer en la gráfica el número de muertes por Covid.

La pandemia hizo que las actividades económicas se paralizaran, mismas que frente al anarquía del 'semáforo epidemiológico' y al continuo aumento de contagios y fallecidos, sean las propias autoridades locales quienes mantienen un control de algunas de ellas, pero que analistas e instituciones internacionales y nacionales tengan prácticamente, en un consenso, que la caída de la economía este año será de -10 por ciento del PIB, con las consecuentes repercusiones en el desempleo y el aumento de pobreza en la población, amén de la inmensa cantidad de pequeños negocios cerrados o que han definitivamente quebrado en estos meses, hablan de la gravedad de la crisis económica, que no corresponde con el optimismo de que el próximo año la economía crecerá a 4.6 por ciento, según lo planteado en el Paquete Económico presentado al Congreso mexicano, máxime cuando dicha propuesta no contiene un programa contracíclico, siendo quizá el único país en el mundo que no lo hace y así como dejamos que la inercia de la pandemia hiciera de nosotros lo que quisiera, así también este gobierno irresponsable espera que la economía se recupere, con lo cual desde ahora podemos vislumbrar un sexenio ya perdido por esas posturas cerradas y unipersonales, pero alejadas de la ciencia económica y de las políticas públicas como ya se hizo en 2019.

Desde hace años venimos padeciendo el grave problema de la violencia e inseguridad, y aún cuando debería de ser un tema central de la agenda de este gobierno por haber sido también como el económico, un elemento en la crítica a los anteriores gobiernos en la campaña de 2018, la 'estrategia' de "abrazos y no balazos" es un claro fracaso más de este gobierno, o díganlo si no los más de 61 mil homicidios dolosos que van en la cuenta de este gobierno, porque aún en medio de la pandemia no cesa la crisis de violencia, y como es obvio, la crisis de inseguridad se suma al clima que afecta la imagen del país, pero también a la de ruptura del Estado de Derecho que tampoco abona a un clima propicio a las inversiones.

El discurso polarizante y de descalificación que día a día alimenta la narrativa presidencial ha bajado no sólo las inversiones nacionales, sino que el cambio de reglas o tentativas para modificar las leyes ha propiciado ya la semana pasada la nota del Departamento de Estado de los Estados Unidos de Norteamérica, alertando sobre este clima de incertidumbre que esto genera en México a los ojos de los inversionistas extranjeros y sus gobiernos, y obviamente no abona para atraer inversiones y más en un momento que el país las necesita para generar empleos y ayudar en la recuperación económica. Pero, además, los conflictos sociales por diversos temas a nivel regional, como el del agua en Chihuahua, en vez de operar políticamente se responde con acusaciones, con descalificaciones, o los adjetivos tan bajos para periodistas o medios de comunicación o el uso político de los casos judiciales y miles de etcéteras hacen de este gobierno y su presidente algo muy alejado del mandato de las urnas del 2018, pero también de la Constitución porque en nuestro sistema presidencial el presidente no sólo es jefe de gobierno sino también jefe de Estado y este último es aquel que encarna la unidad nacional al representar a todos, cosa que el actual presidente obviamente no hace porque con sus dichos y decisiones está abriendo las grietas de la convivencia social propias de una democracia para meternos a una crisis política en el arranque de un proceso electoral que, como sabemos, los ánimos aún se encienden más. Mejor sería, para bien de la República, cumplir con la Constitución y no destruir más la democracia.

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