Samuel Aguilar Solis

Irresponsabilidad en tiempos del coronavirus

Se supone que desde el día 8 de mayo y hasta el 20 estará lo más grave de la crisis, y sin embargo, aún hoy observamos una total descoordinación con las entidades.

La pandemia del coronavirus, según las autoridades federales, está en lo más alto de la crisis y sus números sobre contagiados y fallecidos ha sido un verdadero galimatías, tan es así que medios de comunicación (nacionales y extranjeros), analistas, académicos y exsecretarios de Salud han cuestionado dicha estadística, pero lo cierto es que no se tiene un número exacto por la sencilla razón de que prácticamente en nuestro país no se han hecho pruebas y con ello se ha limitado la posibilidad de tener un acercamiento a la realidad de este problema. Recordemos que fue el propio presidente quien aún cuando ya estábamos en la etapa de confinamiento seguía con sus giras y recomendaba abrazarse "que no pasa nada" y asistir a las fondas a comer. No sabemos si por ciertas convicciones del actual gobierno o por falta de recursos o por simple ineptitud, la verdad es que pruebas no existen y solo hasta que las personas se sienten verdaderamente mal y acuden a un servicio hospitalario es cuando se puede tener un conocimiento de ello, además, según algunas autoridades locales, el envío de datos por su parte no se ve reflejado en los números que día con día se presentan a nivel federal, así es que la verdad de los números y por tanto de la magnitud del problema, es una gran incógnita.

Sin embargo, lo que leemos de lo que está pasando en otros países y su magnitud conforme al número de población y capacidad de respuesta médica y hospitalaria, sí crea sospecha de que en nuestro país están ocultando los números con el objeto de minimizar el problema, amén de que estamos observando en plena crisis un gobierno federal apurado en habilitar instalaciones e importando medicamentos e implementos médicos cuando desde el año pasado sabíamos que la pandemia llegaría a nuestro país, lo que habla mínimo de una gran irresponsabilidad para planear la estrategia y la coordinación para atender dicha problemática.

Se supone que desde el día 8 de mayo y hasta el 20 estará lo más grave de la crisis, y sin embargo, aún hoy observamos una total descoordinación con las entidades federativas, donde prácticamente cada uno de los gobernadores está haciendo lo que puede y con los recursos que tiene, pero además dictando medidas que no son homogéneas a nivel nacional, incluso con cierta coordinación regular en las últimas semanas, los gobernadores del corredor económico del norte del país están no solo intercambiando experiencias de sus estrategias sino compartiendo información de temas colaterales a la pandemia como los de seguridad y las medidas que se pueden implementar para la desescalada pospandemia, en donde en este tema lo que más ha aportado el presidente es expresar que habrá un semáforo para saber cuáles serán los municipios que se irán incorporando a la reactivación económica.

Muy lamentable son pues las respuestas del gobierno federal en el tema sanitario, pero más la actitud del presidente, que manteniendo su discurso de polarización social, dedica su tiempo a pelearse con las redes sociales Twitter y Facebook (y en las redes sociales a través de sus bots), y a negar audiencia a los representantes empresariales que le piden un espacio, una vez más, para presentarle sus propuestas para la reactivación económica del país, no solo no los recibe sino que descalifica a priori supuestas demandas que solo existen en su cabeza y que no están ni siquiera planteadas como propuestas en el documento dado a conocer públicamente por el Consejo Coordinador Empresarial (CCE), y en cambio, sus minicréditos de 25 mil pesos a quien sabe quien, los usa de propaganda para tratar de mejorar su imagen, hoy deteriorada cada día más y a la baja hasta el punto de que las autoridades electorales, tanto el INE como el Tribunal Federal Electoral, han ordenado al IMSS parar las cartas personales del presidente que acompañaban dichos créditos a los beneficiarios de ellos.

La política de los decretazos presidenciales ante la ausencia real del Congreso, antes incluso de entrar en funciones la Comisión Permanente ahora en mayo, y la iniciativa presidencial para el manejo discrecional y a su antojo del Presupuesto buscando modificar la Ley de Presupuesto y Responsabilidad Hacendaria, con el pretexto de la pandemia del coronavirus, no expresa más que la búsqueda insaciable del control total presidencial en el gobierno de un solo hombre, es ni más ni menos que una práctica autócrata que socava la democracia en tiempos de coronavirus y que, acompañada de la experiencia de lo que va del actual gobierno, es entendible la pésima expresión presidencial de que la pandemia le había caído "como anillo al dedo". La nulidad de los poderes de contrapeso constitucional y una oposición política carente de fuerza y de legitimidad por sus acciones pasadas sitúan al presidente como un actor protagónico que aprovecha para su sola imagen el espacio público en detrimento de nuestra de por sí débil democracia.

Los efectos negativos sobre la economía que está dejando la pandemia avizoran un negro panorama que vendrá no solo a afectar la planta productiva sino sobretodo el empleo y con ello, el fantasma del incremento sustancial de la pobreza y la desigualdad, pero abre también el camino de una mayor inseguridad pública.

Los escenarios de los organismos financieros internacionales y nacionales y de la Organización Internacional del Trabajo, no solo ponen énfasis en los impactos negativos del crecimiento económico sobre los empleos y algo que es aún más grave, los trabajadores informales, que sobre de ellos se está cebando más la crisis sanitaria y más aún que no cuentan con seguridad social y también la económica porque muchos de ellos forman parte del universo de más de cuatro millones de micro, pequeñas y medianas empresas que, por cierto, son las que generan casi 80 por ciento de los empleos en nuestro país. Los próximos días viene también una mayor presión de parte del gobierno, Congreso y empresas norteamericanas, que al estar por iniciar sus actividades económicas, pero al estar estrechamente ligadas a las cadenas productivas, habrá una presión para la apertura en nuestro país, situación que tendrá que revisarse con alta responsabilidad por ser justo los días más críticos de la pandemia de coronavirus en México y lo primero que hay que proteger es la vida y salud de los mexicanos. Hay que recordarle al presidente que escuche la realidad y busque cambiar cuando los tiempos (las circunstancias) han cambiado porque no hacerlo pone no solo su proyecto sino sobre todo la estabilidad del país en riesgo, la irresponsabilidad no debe de llegar a tanto, de plano.

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